"Sombras de Sangre y Corona"

Capítulo 6: La Sombra de la Traición.

El amanecer apenas tocaba los cielos cuando Lilianne regresó a sus aposentos, con el rostro impasible, pero su mente en llamas. La Prueba del Fuego había despertado algo en ella, algo mucho más profundo de lo que había imaginado. El poder de la oscuridad fluía en sus venas como un torrente, y cada vez que pensaba en la familia que la había despreciado, el deseo de venganza se avivaba más fuerte.

Lord Gregory Ashford estaba en su despacho, como siempre, rodeado de papeles y contratos, ajeno a la tormenta que se cernía sobre él. Lilianne observó la puerta cerrada, con una mezcla de desprecio y determinación. Este hombre, su padre, era el primero en la lista de aquellos que pagarán por sus crímenes.

No se iba a acercar a él como una hija. No lo haría. Elyra Morwen había aprendido a manipular la mente de los hombres poderosos, a jugar con sus deseos y miedos. Lilianne, la nueva portadora de esa alma, no sería menos.

El pasillo de la mansión estaba vacío cuando Lilianne comenzó a caminar con paso firme hacia el despacho de su padre. Nadie la detuvo, ni siquiera los sirvientes que la observaban con una mezcla de respeto y temor. Su presencia había cambiado, y todos lo sabían.

Al llegar frente a la puerta, un último suspiro de duda se asomó por un instante en su corazón. ¿Qué pasaría cuando lo enfrentara? Pero rápidamente desechó la idea. El tiempo de la duda había pasado. Lilianne tocó la puerta con firmeza, y antes de esperar respuesta, entró.

El despacho de su padre estaba plagado de libros antiguos, mapas y documentos. Lord Gregory, un hombre de edad avanzada pero aún vigoroso, estaba de pie, mirando un viejo pergamino. Se volvió lentamente al escuchar los pasos de su hija, su rostro mostrando una ligera sorpresa, pero rápidamente se recuperó.

—Ah, Lilianne —dijo él, con una sonrisa fría. —¿Has decidido hacer algo útil por una vez?

Lilianne no respondió de inmediato. Solo lo observó, y en su interior, una ola de ira la recorrió. El hombre que tenía frente a ella, el hombre que nunca la había visto como algo más que una carga, era el responsable de su sufrimiento. Pero todo eso cambiaría.

—Quiero que sepas algo, padre —dijo finalmente, su voz suave, pero cargada de una amenaza inconfundible. —Lo que hiciste… lo que me hiciste, tiene un precio.

Lord Gregory levantó una ceja, sorprendiendo a Lilianne con su calma. —¿A qué te refieres? Te he dado todo lo que necesitas para ser una noble decente. ¿Qué más quieres de mí, hija mía?

Lilianne caminó hacia su escritorio, sin apartar los ojos de él. En un movimiento rápido, levantó una copa de vino y la dejó caer sobre el escritorio, derramando el líquido rojo sobre los papeles. El vino formó manchas oscuras, como la sangre que pronto recorrería las calles.

—Quiero todo lo que me pertenece —dijo con un tono bajo, peligroso. —Y voy a tomarlo, uno por uno.

Lord Gregory se quedó en silencio, sus ojos entrecerrados. Algo había cambiado en su hija. Había un poder en su voz, algo que no había escuchado antes, algo que le heló la sangre.

—Eres una niña malcriada. —Su voz tembló con desdén. —Te he dado todo lo que necesitabas, y aún te atreves a desafiarme. Es hora de que te pongas en tu lugar.

La risa que siguió sonó fría y vacía. Lilianne nunca había sido alguien de hacer promesas vacías. Sus manos se levantaron, y la energía oscura en sus venas respondió al instante. La luz en el despacho pareció apagarse. La atmósfera se volvió densa, como si el aire mismo temiera el poder que ella había desatado. La copa rota sobre el escritorio chisporroteó, sus fragmentos volando en todas direcciones como si la gravedad hubiera cambiado.

—¿Quieres que me ponga en mi lugar? —dijo Lilianne, sus ojos brillando como llamas. —Este es mi lugar ahora. Tú eres el que caerá.

Lord Gregory retrocedió un paso, su rostro tomando un matiz de alarma. La verdad era clara ahora: su hija no era la misma.

De repente, la puerta del despacho se abrió de golpe. Lady Celeste, la madrastra de Lilianne, irrumpió en la sala, sus ojos acusadores brillando.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó, con un tono que dejaba entrever su furia.

Lilianne no le prestó atención. Estaba centrada en su padre. Pero su madrastra no tardó en darse cuenta de la tensión. Su mirada de desaprobación hacia Lilianne se llenó de furia, y su mano se alzó hacia su hija, como si fuera a azotarla.

Un chorro de magia oscura salió disparado de las manos de Lilianne, lanzando a Lady Celeste contra la pared con un impacto brutal. La mujer cayó al suelo, inconsciente.

El silencio llenó la habitación. La figura de Lilianne se erguía como una sombra entre las ruinas de lo que había sido una familia. El castigo había comenzado.

—Aún no sabes lo que has desatado, padre —dijo Lilianne con calma, su mirada fija en el hombre que la había abandonado, un hombre que creía conocerla. —Pero lo aprenderás.

Con esas palabras, se dio la vuelta y salió del despacho, dejando a su padre solo, consumido por el miedo y el desconcierto.

Fin del Capítulo 6.




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