El viento gélido del campo de batalla seguía arrastrando cenizas y restos de la guerra que acababa de librarse. La victoria había sido amarga. Aunque los Espectros Eones habían sido detenidos, Yuna sabía que el precio pagado era demasiado alto. Sus Eternos, aquellos soldados que representaban la extensión de su propio poder, yacían muertos sobre la tierra destruida.
A su alrededor, los pocos Eternos que seguían en pie formaban filas, sus cuerpos rígidos y sus armaduras desgastadas por el combate. La batalla había dejado marcas profundas en todos, pero en ellos el vacío emocional era absoluto. No mostraban ningún signo de dolor o fatiga. Y sin embargo, Yuna sentía cada una de las pérdidas como una punzada en su interior. Cada soldado caído le costaba una fracción de su propia energía.
—Esto no puede continuar así, —murmuró, mientras sus ojos recorrieron el campo de batalla.
—Hemos ganado, pero a un costo que no podremos asumir nuevamente, —respondió el psíquico, su voz flotando como un eco en el aire cargado de tensión—. Nuestros recursos y hombres son limitados.
Yuna lo sabía. El control total no podía lograrse solo con números. Necesitaba algo más. Un líder supremo entre los Eternos, alguien que pudiera guiar a sus soldados y enfrentarse a las amenazas más imponentes. Alguien que pudiera soportar el peso de sus órdenes y multiplicar su fuerza en la batalla.
—Es hora de crear algo más grande, —dijo Yuna, su voz fría y decidida.
El psíquico, siempre a su lado, la observó con sus ojos hundidos bajo la capucha oscura. Sabía lo que Yuna tenía en mente, y la idea lo fascinaba tanto como lo inquietaba.
—Un Némesis, —dijo él, casi con reverencia—. Un guerrero más fuerte que cualquier otro que hayas creado. Pero los riesgos serán mayores.
—Lo sé, —respondió Yuna, apartando la mirada de los cuerpos metálicos caídos de los Espectros—. Pero no tengo elección. Si lo que viene es más grande que los Espectros, entonces necesitaremos a alguien capaz de enfrentarlo. Uno que esté por encima de todos los Eternos.
El psíquico asintió lentamente.
—Habrá que recolectar materiales y conocimientos antiguos, —dijo—. Los restos de los Espectros podrían proporcionar lo que necesitamos. Sus cuerpos son impenetrables y su energía, aunque diferente de la tuya, podría ser utilizada.
Yuna observó los cadáveres inertes de los Espectros Eones, y una idea se formó en su mente. Podría usar esos cuerpos como base para la creación del Némesis. Sus estructuras de metal, diseñadas para soportar el tiempo y la guerra, eran el núcleo perfecto para lo que tenía en mente.
—Iniciemos los preparativos. —Yuna dio la orden con la misma frialdad de siempre. No habría tiempo para dudar.
De regreso en el complejo subterráneo, el aire era denso y cargado de energía. Las luces titilaban mientras el sonido constante de las máquinas llenaba los pasillos. En las cámaras más profundas, los cuerpos de los Eternos flotaban en sus cápsulas de estasis, esperando la próxima orden, esperando el próximo paso en la guerra.
—La base del Némesis deberá ser más fuerte que la de cualquier Eterno, —dijo el psíquico, observando los cuerpos metálicos de los Espectros que habían sido traídos de vuelta—. Su conexión contigo también será diferente. Más intensa. Si lo construimos sobre los restos de los Espectros, tendrá parte de su impenetrabilidad, pero necesitará algo más... algo que aún no tenemos.
Yuna miró los restos de los Espectros con la mandíbula apretada. No era solo cuestión de fuerza física. El Némesis debía ser capaz de canalizar un poder superior, un poder que ningún otro Eterno poseía.
—Lo crearé con lo que queda de mí, —murmuró Yuna, su voz resonando en la cámara oscura—. Será una extensión aún mayor de mi poder. Más que los Eternos. Y aunque me cueste más, él será mi mano en los campos de batalla.
—Si transfieres tanta energía vital a una sola entidad, podrías debilitarte, —advirtió el psíquico, su tono grave—. Un solo error, y podrías desmoronarte.
Yuna lo sabía, pero su ambición no conocía límites. El control absoluto tenía un precio, y ella ya estaba dispuesta a pagarlo. No quedaba más opción.
—Empezamos hoy, —respondió Yuna con determinación. Sus ojos oscuros brillaban con un fuego implacable—. Este guerrero será la clave para dominar las facciones que aún se resisten.
El psíquico asintió en silencio, sabiendo que no habría vuelta atrás. El proceso para crear al Némesis había comenzado.
Días después, las cámaras subterráneas estaban en un estado de intensa actividad. Los restos de los Espectros Eones, fragmentados y estudiados, servían como base estructural para el cuerpo del Némesis. Pero no bastaba con lo que ya habían logrado. Yuna sabía que necesitarían más recursos, materiales que no se encontraban fácilmente.
—Los psíquicos renegados, —dijo Yuna de repente, mientras observaba los procesos de ensamblaje—. Ellos tienen conocimientos antiguos sobre la canalización de energía. Algo que podríamos usar.
El psíquico asintió.
—Será difícil obtener lo que necesitamos de ellos, —dijo—. Sus defensas son más fuertes que nunca. Sus barreras psíquicas no cederán fácilmente.
—No tienen que ceder, —respondió Yuna, su mente ya calculando el próximo paso—. Solo necesitamos abrir una brecha.