RICK
Despertar siempre era un agobiante castigo después que los recuerdos intervenían.
Maldita realidad.
La tensión se hacía presente consecuencia del pánico silencioso de haber actuado sin pensar, actos precipitados de alguien desesperado que creyó que lo había perdido todo.
La imagen deshecha de mi madre casi muerta regresaba a mis memorias junto a la voz del paramédico que informaba su estado inconsciente por distintas contusiones.
¿Porque me devolvieron a la vida?.
Ahora mi mente divagaba analizando mi situación augurando futuros desastrosos junto a Carlos.
Espero que el estúpido moralista que me trajo a este hospital este feliz porque se va ir al cielo dejándome vivir en este infierno.
—Que bueno que ya despertó —preste atención al que supuse era el doctor fingiendo que lo entendía aunque mi mente se encontraba distante —Veo que se encuentra mejor, tal vez quiera hablar con alguien.
No quiero hablar, no quiero oír, no quiero vivir, porque no entienden que el aire que respiró sólo intoxica mi cuerpo de vida y mi
sangre es veneno que contamina y hace latir mi extinto corazón echo pedazos.
—¿Quien me trajo? —pregunté cansado.
—¿Disculpe?.
—Quiero saber quien me trajo.
—Claro, ¿quiere conocerlo?.
Asenti esperando que el estúpido doctor desapareciera de mi vista antes de que terminará muriendo por su estupidez.
¡¡Dejenme en paz!!
Gritaba por dentro lleno de furia que no podía expresar porque no sabía como hacerlo o tal vez ya no quería hacerlo porque nunca sirvió de nada, nunca importó.
Me cubri con aquellas cobijas delgadas buscando un poco de calor que reemplazará el propio pero el sonido de la puerta me
obligó a quedarme inmóvil.
¿Porqué pedí conocer a esa persona?.
Espere a que se abriera la puerta dando paso a una figura masculina que reconoci con fastidio.
El extraño de los ojos azules, el sujeto que chocó conmigo en la mañana.
—¿Que quieres, porque me trajiste—susurre abatido.
—Sentido comun —respondió simple.
Estúpido.
Me levante de la camilla colocandome mis tenis negros con torpeza deseando salir de ese sitio lo antes posible.
No quería ayuda, no la necesitaba, ya no.
Pase junto a él ignorando su mirada, cruzando el umbral sin voltear atrás escuchando unos inquietantes pasos siguindome en
silencio, tan perturbador y irritante.
—¿Porque me sigues?.
—No lo hago —respondió indiferente.
—Claro, vamos en la misma dirección.
—Solo existe una puerta.
Bufe y me detuve dejando que el siguiera su camino obteniendo la distancia prudente para continuar con el mio hacia el edificio
abandonado sin deseos de regresar a casa sabiendo que Carlos podría estar ahí.
El crujir de los cristales bajo mis pies me regreso al presente dirigiéndome hasta la azotea desde donde podía ver la arboleda que rodeaba este lugar acompañado de pequeños bosquejos de la urbe cercana.
Un jadeo se escapó de mi garganta deseando dar un paso que me dejará caer al vacío.
Una muerte segura, lástima que ya no estaba tan motivado como antes para acabar con mi vida retrocediendo lo suficiente, alejandome del peligro o la
salvación.
Tome aire sintiéndome mareado recostandome en la azotea dejando que el sol me cegara y el calor del atardecer acariciara mis ropas negras.
#11847 en Novela romántica
#6771 en Otros
#619 en No ficción
deprecion, amor amor adolecente heridas y maltrato, bullying amenazas
Editado: 07.11.2023