Frida
El mensaje decía que lo viera aquí a las tres.
No sé cómo siempre consigue saber cuándo tengo tiempo libre en medio del trabajo, pero de alguna forma lo logra. No por nada es un buen abogado.
Harold Lee era el tipo de hombre que te mostraba una cara cuando en realidad era otra completamente distinta. Tal vez por eso me llamó la atención alguna vez. Eso no es fácil de lograr conmigo, pero él lo hizo.
Yo era nueva en la firma de abogados, una principiante comenzando desde cero, como otros, pero con gente que deseaba que desapareciera para siempre. Harold fue el único que pareció entenderme un poco, que se puso en mis zapatos. Al principio, todo me pareció demasiado extraño en él. Después de haber sido el pavimento donde todos se limpian la mierda del zapato, encontrar a alguien que quiera ayudarte es… raro.
Tal vez fue eso lo que me atrajo. Su forma de ofrecer ayuda sin pedir nada a cambio. Esa necesidad de hacer el bien. Era algo atrayente, aunque también alarmante. Me llevó a escarbar un poco.
Resulta que todos cargamos nuestros propios demonios, y el hombre frente a mí no era la excepción.
—¿Qué necesitas?
Sus ojos verdosos, ocultos tras esos lentes redondos que siempre me parecieron lindos en él, me observaron con calma. Harold Lee, además de inteligente, era guapísimo, con ese aire británico de época que lo hacía parecer parte de la alta sociedad. Y, si quería, podía adoptar perfectamente ese papel. Ya tenía el porte elegante, el cabello de un rubio claro, casi dorado, y los recursos para sostener la imagen.
—Felicidades por el caso Stone.
Rodé los ojos. Era inteligente, pero a veces se apresuraba.
—Aún no está completamente ganado.
—Pero tampoco perdido. Y, por lo que sé de ti, Frida… tú nunca pierdes.
No solía ponerme nerviosa con facilidad, pero sentir su mirada clavada en la mía fue como recordar, de golpe, que no era la única capaz de ver los demonios del otro. O investigarlos.
Y, por cómo Harold me miraba, una pensaría que él ya había hecho su investigación hace mucho. No me preocupaba. Todos estaban bien encerrados.
No había nada que encontrar.
—Siempre hay una primera vez.
—No será esta.
Suspiré, pestañeando y girando levemente el cuello. Había sido una larga noche de insomnio, y mi cuerpo empezaba a pasarme la factura por no dejarlo descansar.
Me dolían los huesos.
—¿Qué necesitas, Harold? —volví a repetir con lentitud.
Una sonrisa apareció en sus labios finos pero llenos. Alcé la barbilla y crucé las piernas con una elegancia casi dolorosa. Harold carraspeó, se inclinó hacia adelante y apoyó los codos en la mesa, como si fuera a contarme algo que nadie más debía saber.
—Te tengo un caso.
—Tengo las manos llenas.
—Es sobre un conocido de ambos. ¿Axel Malik?
Mis hombros se tensaron al escuchar su nombre. Relamí mis labios, aún con sabor a café.
Siempre había estado sola en esta ciudad. Venir a estudiar aquí fue decisión mía. Sola. Nunca me involucraba emocionalmente con mis clientes, sin importar cuán difícil fuera el caso.
Supongo que ya había cometido mi primer error, lo supe desde el caso Stone y la manera en la que no había podido sacar al hombre de mi cabeza. Su caso sigue siendo estudiado, pero tenía su libertad bajo fianza ya que nunca encontraron pruebas o alguna mercancía robada en su poder, pero seguía siendo estudiado porque todavía se espera encontrar al culpable.
Le advertí que se mantuviera lejos de problemas, pero dudaba que pudiera. Ese hombre atraía el caos con solo respirar. Y yo tenía suficientes problemas como para permitir que se acercara más de lo necesario.
Sin embargo, pese a que había cometido un error con su caso, el error abismal fue hacerme amiga de su hermana. No porque Michelle Stone fuese imposible de llevar, sino porque es su hermana. Su familia.
Y ahora, su hija es mi sobrina. Y fui madrina en su boda.
¿Pueden creerlo? Una abogada renombrada, involucrada con la familia de su cliente. Y ahora esto.
—¿Qué pasa con Axel Malik?
Axel había sido una persona fundamental en la vida de Christine, su ex, en realidad. Habían tenido que sobrellevar demasiadas cosas, y aún hoy en día lo hacen. Y sé que es más por Christine, Axel parecía estar más que decidido a estar con ella si ha sido capaz de dejar atrás toda su vida en Estados Unidos por ella. Por ella y su hijo.
No era una romántica de corazón, pero no podía evitar pensar que el acto era… demasiado real. Era un sacrificio que estaba haciendo para poder estar con la mujer que ama y su hijo.
No sabía nada respecto al amor, pero sí sabía que se basaba en sacrificios. Sacrificios de tu parte y de la otra persona..
—No mucho. Su padre está en la cárcel por homicidio.
¿Qué carajo?
—¿Disculpa?
No debería sorprenderme por un caso así. Pero el padre de Axel Malik, ¿en prisión por homicidio?
¿A quién mató? ¿Por qué? ¿Christine sabe algo?
Harold parece leer mis preguntas porque se acerca más a mí para contarme.
—Tengo entendido que su esposa fue la víctima.
—¿Crimen pasional?
¿Había un tercero en la relación y el señor Malik se enteró? ¿Fue eso?
Tenía demasiada curiosidad al respecto, más porque era el padre de Axel. Ni siquiera quiero saber cómo la está llevando el hombre, pierde a tres personas al mismo tiempo. Sus padres y la mujer que quiere. Debe ser lo más difícil que tiene que sobrellevar una persona.
Una de las cosas más difíciles.
—No lo creo, ella no era la más querida, pero no era una liberal. De cierta forma, fue fiel.
—¿Entonces qué llevó a su esposo a terminar con su vida? —arqueé una ceja a su dirección, Harold me sostiene la mirada sin temor a mis preguntas—. No había un amante. Se querían. No entiendo qué lo llevó a tomar esa decisión.
No es una decisión, son impulsos. Había homicidios que eran premeditados, calculados con los detalles todos cubiertos, había mentes que funcionan así de bien.Teniendo todos los posibles errores resueltos antes de que lo sean. Y las posibles conveniencias que podrían tener con esa persona no vivir más. Lo disfrutan en el proceso y emplean diferentes formas para hacerlo, o tal vez solo una, pero lo suficientemente fuerte y exitosa.
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Editado: 20.07.2025