El sol comenzaba a ocultarse detrás de los rascacielos, lanzando largos trazos de sombra sobre el parque. La luz crepuscular filtrada a través de las hojas del roble parecía pintar un cuadro de calma engañosa, contrastando con la turbulencia interna que sentía Elena. Daniel se reclinó en el banco, mirando hacia el horizonte con una expresión pensativa.
“Sabes,” dijo Daniel, rompiendo el silencio, “si realmente queremos descubrir algo, tendremos que ser más astutos de lo que hemos sido hasta ahora. La Ciudad Prohibida tiene una forma de proteger sus secretos.”
Elena asintió, su mente aún procesando la enormidad de lo que acababa de escuchar. “¿Qué sugieres que hagamos primero?”
Daniel se incorporó y se pasó la mano por el cabello, como si estuviera considerando sus palabras cuidadosamente. “Necesitamos información, y para conseguirla, tendremos que encontrar fuentes que no estén bajo el control directo del gobierno. Hay viejas leyendas sobre archivos escondidos y grupos clandestinos que podrían saber más.”
“¿Y cómo encontramos esos grupos o archivos?” preguntó Elena, la duda evidente en su voz.
“Primero, tenemos que ser discretos,” respondió Daniel. “Cualquier señal de interés por nuestra parte podría ser detectada. Debemos movernos con cautela, hablar solo con aquellos que parecen tener un conocimiento legítimo y evitar a los informantes del gobierno.”
Elena lo miró, reconociendo la seriedad en su tono. “¿Y cómo sabremos a quiénes confiar? ¿Cómo identificamos a las personas correctas?”
Daniel sonrió débilmente. “Hay señales, pequeñas pistas. Algunas personas tienen un brillo en los ojos cuando mencionas ciertos temas, o puedes notar un cambio en su comportamiento. Además, siempre es útil encontrar a quienes han mostrado desacuerdo con el sistema. A veces, la resistencia se esconde en los lugares más inesperados.”
Elena estaba abrumada, pero también motivada por el desafío. La conversación estaba despertando en ella un deseo de acción que no había sentido antes. “¿Qué pasa si nos atrapamos en el camino? ¿Qué sucede si el gobierno descubre lo que estamos haciendo?”
Daniel se inclinó hacia ella, su mirada intensa. “Eso es lo que debemos evitar a toda costa. Si nos atraparan, las consecuencias podrían ser severas. Pero eso también significa que debemos estar preparados para lo peor. Hay formas de ocultar nuestras huellas, de proteger nuestra identidad mientras investigamos.”
Elena asintió, tomando una profunda respiración. “Entonces, ¿cuál es nuestro primer paso?”
Daniel se levantó del banco, su expresión determinada. “Lo primero es encontrar un lugar seguro para planear. Tengo un amigo en el centro de investigación de la ciudad que podría tener información útil. Sin embargo, necesitamos hacerlo con cautela. Cualquier movimiento en falso podría alertar a las autoridades.”
Ambos comenzaron a caminar hacia la salida del parque, conscientes de que cada paso debía ser calculado. El aire fresco de la tarde estaba impregnado de una sensación de urgencia, y Elena no podía evitar sentirse emocionada por la perspectiva de desentrañar los secretos que la Ciudad Prohibida escondía.
A medida que se alejaban, Elena miró a Daniel, sintiendo que, a pesar del riesgo, estaba comenzando a comprender un poco más sobre sí misma y sobre el mundo en el que vivía. La conexión entre ellos se había fortalecido, y con ella, la determinación de desafiar el orden establecido y buscar la verdad.
El camino por delante estaba lleno de incertidumbre, pero también de posibilidades. En ese momento, Elena supo que estaba dispuesta a arriesgarlo todo por descubrir lo que realmente se ocultaba tras las sombras de la ciudad que le había sido impuesta como hogar.