—Princesa, está casi todo listo para esta noche.
—¿Segura?
—Sí, princesa.
—Revisemos otra vez la lista.
—Música.
—Listo.
—Invitaciones al baile.
—Listo.
—Toda la decoración.
—Lista.
—¿Refrigerios?
—Eso aún no está, majestad. Aún no nos ha dicho qué tipo de refrigerios le gustaría.
—Okay, cocinen pequeños pasteles y también incluyan frutos secos.
—Okay, princesa. Otra cosa que falta sería que se pruebe su vestido.
—Sí, claro. En unos momentos me lo probaré.
—Está bien, majestad. Iré a informarle al cocinero que ya escogió los bocadillos.
Minutos después...
Lili: ¡Te ves hermosa, hija!
—Gracias, madre.
Lili: De nada, hija. ¿Cómo va el baile? ¿Ya tienes todo organizado y listo?
—Bastante bien. Solo faltaba probarme el vestido y revisar que los bocadillos estén bien.
Lili: Okay, hija. Bueno, si necesitas ayuda en algo o hablar con alguien, ya sabes dónde encontrarme.
—Está bien, madre.
Lili: ¿Pasa algo, Amelie?
—Nada, madre. ¿Qué pasaría? Estoy bien.
Lili: ¿Segura, hija? Te noto bastante extraña y suenas un poco molesta.
—Sí, madre, todo bien. Pero... ¿te puedo hacer una pregunta? ¿Por qué no dijiste nada cuando mi padre dio la orden de que no se puede reinar sin un marido?
Lili: Creo que es lo mejor. Seguir hablando del tema no cambiará la decisión de tu padre. Así que te pido, por favor, que dejes el tema. Y si tanta insistencia tienes en ser reina, será mejor que busques marido antes de tu cumpleaños. Deja de culpar a los demás por no hacer algo cuando tú misma puedes tomar acción.
Al terminar de decir esas palabras, se retiró de la habitación.
—¿Entonces, este vestido, princesa?
—Sí, este vestido está bien.
En el baile
Todo había quedado espectacular.
El salón estaba bañado en una suave luz dorada, emanada de candelabros de cristal que colgaban majestuosamente del techo abovedado. Las paredes, cubiertas con tapices de terciopelo rojo y dorado, reflejaban el esplendor de la noche. Los suelos de mármol blanco brillaban bajo los pies de los invitados, que se movían con gracia al ritmo de una orquesta situada en un extremo de la sala, tocando valses y melodías encantadoras del siglo XIX. La música, compuesta por Johann Strauss y Pyotr Ilyich Tchaikovsky, llenaba el aire con sus melodías elegantes y cautivadoras, creando un ambiente de ensueño.
Los primeros invitados comenzaron a llegar, y la entrada del salón se convirtió en un espectáculo en sí misma. Las damas, con sus vestidos de seda y brocados, y los caballeros, en elegantes trajes de gala, hacían su entrada con una mezcla de expectativa y misterio. Los carruajes se detenían uno tras otro frente a la gran puerta, y cada pareja descendía con gracia, sus trajes resplandeciendo bajo la luz de las antorchas.
Las máscaras eran el punto culminante de la noche. Algunas, cubiertas de plumas y pedrería, otras simples pero elegantes, ocultaban las identidades de los participantes, fomentando un ambiente de intriga y fantasía. Las conversaciones se susurraban con tono de complicidad, y las risas suaves resonaban mientras los invitados se maravillaban ante las creativas y extravagantes máscaras de los demás.
En el centro del salón, una amplia pista de baile estaba flanqueada por elegantes columnas adornadas con hiedra y flores frescas. Las mesas a su alrededor estaban cubiertas con manteles de encaje, decoradas con centros de mesa compuestos por plumas de pavo real y rosas en tonos carmesí y dorado. Los camareros, vestidos con uniformes impecables, se deslizaban entre los invitados ofreciendo copas de champán y delicados entremeses.
Los invitados se mezclaban, saludándose con leves inclinaciones de cabeza y reverencias, mientras la orquesta tocaba un vals majestuoso. Los violines, chelos y un piano de cola colaboraban para crear una sinfonía que transportaba a los presentes a otra época, llena de gracia y elegancia. La música del siglo XIX, caracterizada por sus melodías románticas y armonías sofisticadas, envolvía a todos en un manto de nostalgia y belleza.
Este baile tenía un propósito especial. El ambiente estaba cargado de una mezcla de nerviosismo y esperanza.
Varios caballeros se presentaban como posibles pretendientes.
En un momento, veo cómo se me acerca Luca con una sonrisa bastante inusual.
Luca: Oh, por Dios, te ves encantadora.
—Gracias... tú también te ves bien. Lo miro de arriba abajo.
Luca: ¿Por qué dudaste al decirme que me veo bien?
—No dudé, Luca.
Luca: Bueno... cambiando de tema, el baile te quedó increíble. Todo está genial.
—Gracias.
Luca: Oye, me tengo que ir. Ahí se acerca tu hermano. Nos vemos después.
—Sí, está bien. Cuídate.
Frederick: Hermana, ¿podemos hablar?
—Dime, ¿qué pasa, Frederick?
Frederick: ¿Frederick? ¿Acaso estás enojada conmigo? Si es por lo de papá, te juro que no es mi culpa.
—No estoy enojada, y así te llamas: Frederick.
Frederick: Lo sé, pero siempre me dices Fredy. Solo me llamas Frederick cuando estás enojada.
—Ya te dije que no estoy enojada, Fredy. Por favor, deja el tema. Y si estoy o no enojada, dime qué es lo que querías decirme.
Frederick: ¿Ves que sí estás enojada? Pero bueno, lo que quería decirte es que quiero que todo siga igual, y te apoyaré en lo que necesites para encontrar marido. Así podrás ser reina. Te quiero, hermanita, y sé que serás mejor reina que yo. ¿Me dejas ayudarte con todo esto?
Mi mirada se suaviza.
—Te agradezco que me brindes tu ayuda. Si todo sale bien esta noche, podré encontrar un pretendiente digno para poder desposar.
#1387 en Fantasía
#432 en Joven Adulto
sigloxix, casamiento por conveniencia, príncipes princesas romance
Editado: 07.07.2025