-¿Tú?
-Alessandro.
A pesar de la oscuridad, pude ver tu sonrisa y tú la mía.
Tomaste mi mano y nos adentramos al cubículo del que había salido antes.
Te sentaste sobre la tapa del váter y me pediste con la mirada que me posicionace encima de tu regazo, y no me negué.
Tanto el vello de tu piel como el mío, se erizaron causándonos escalofríos.
-Tu mirada me cautiva hasta el punto de volverme loco- me susurraste.