Observé cómo tu mandíbula se movía mientras masticabas, y también como ella te sonreía, cosa que provocaba un revuelco en mi interior.
Ahora que no me mirabas, te admiré para recordarte un tiempo despúes de que te vayas.
-Niicole- me llamaste.-Esta bonita la casa.
-Gracias.
Creí notar el rubor en mis mejillas, pero me miré al espejo que había en el comedor y me percaté de que no era cierto, pero lo que sí era cierto era que el latido de mi corazón se había apresurado.
Cuando acabamos, ella se marchó a fumar a la terraza y él se fue a lavar los platos, así quedándonos tú y yo solos.
-Siento como que te conozco- te dije en voz baja.
-Yo también.
-Tal vez en otra vida...
-O tal vez en la próxima- me interrumpiste con una sonrisa.