Somnifobia

Capítulo VI: Las luces que guían a las almas I

El despertar fue pesado e incómodo, me quedé viendo al infinito durante varios minutos mientras mi respiración se regulaba, tal vez un par de horas. Traté de tranquilizarme convenciéndome de que nada de eso era mi culpa, y de que tenía que hacerlo para sobrevivir... era como un niño ignorando los problemas, metiéndolos debajo de la cama.

Normalmente al despertar de las sesiones el cansancio desaparece, supongo que, a pesar de estar corriendo y luchando por nuestras vidas, todavía podemos descansar. Pero la cosa cambió luego del último escenario.

No dejaba de recordar la imagen de mi mano cubierta con la sangre de esa novata. El calor de la sangre del hombre que asesiné, y la imagen de sus pupilas dilatándose. Las entrañas humanas dispersas por el hielo y el espantoso hedor ferroso inundando mis fosas nasales.

Recordarlo hacía que el subidón de adrenalina al que estoy tan acostumbrado me traicionara. El exceso me provocaba temblores y una presión en el pecho lo suficientemente fuerte como para lanzarme de rodillas al suelo. Eso lastimó mi rendimiento general, tanto en la vigilia como en las sesiones.

El día pasó como si nada, y la noche llegó arropando al mundo en oscuridad. Incluyéndome.

Tras atravesar el típico pasillo y llegar a la sala fui recibido por un escalofrío invernal, tras alzar la mirada solo veía un mundo blanco lleno de hielo. Pero fui despertado de mi ilusión por Samantha.

—No durarás mucho así —afirmó mirando mis ojos.

—Estaré bien. Guardemos esa preocupación para cuando estemos en verdadero peligro. —Sonreí, tratando de relajarla un poco.

Samantha y yo éramos un equipo de manera oficial, varias personas nos pedían ingresar desde que sacamos a Haward de las dos primeras posiciones de la tabla, pero nos negamos rotundamente. Principalmente porque fue fruto de mi insistencia, y ella no estaba dispuesta a lidiar con más personas detrás de ella. Y era exactamente por ello que mostraba esa preocupación.

El escenario fue bastante básico, pero con pesadillas ligeramente más hostiles de lo normal debido a la llegada de novatos con miedos bastante peculiares, incluyendo el típico miedo a los payasos.

No es que me asustasen, pero vaya que resultaban molestos, y la manera en la que mataban era abrumadora, realmente no tengo ganas de describirlo.

Nuestra dinámica era bastante sencilla, Samantha lidiaba con las pesadillas y yo me encargaba de encontrar el camino más corto, había aprendido a crear atajos viendo a Haward, era bastante fácil, solo tenía que romper algunas ventanas o saltar algunas paredes, de todas maneras, no podía morir por el daño de la caída, a lo mucho resultar con un par de heridas, pero se curarían al despertar, por lo que lo único con lo que tendría que lidiar serían con las manchas de sangre que podía dejar. No entendía cómo no me había dado cuenta de eso antes.

Acababa de despertar lleno de sudor y con el sonido de las llaves como siempre. Me levanté, escondiendo las sabanas cubiertas de sangre por una herida en el brazo que me hice al clavarme un trozo de vidrio en la sesión, mi madre siempre se levantaba tarde, aunque pusiera su alarma, así que hasta que yo no decidiera despertarla no saldría de su cuarto por el resto del día.

Preparé el desayuno como siempre, últimamente me ha estado contando sobre ese ascenso que puede obtener en su trabajo, mi madre parecía bastante emocionada al respecto.

 Ella trabaja como fiscal, su trabajo por lo general le tomaba mucho tiempo, lo que la obligaba a llegar tarde la mayoría del tiempo. Pocas veces me contaba tanto al respecto, pero cuando lo hacía la dejaba conversar todo lo que quisiera.

Ese día en el trabajo estaba sumamente cansado, a pesar de que siempre al terminar una sesión mi cuerpo parecía estar en las mejores condiciones; esta vez era justo lo contrario, la cabeza me palpitaba y mi respiración dejaba de funcionar, mis ojos comenzaban a cerrarse y por un momento creí haber estado de nuevo en una sesión, escuchaba el ruido metálico una y otra vez, siguiendo un compás, comencé a tener frío y podía ver a la chica de ojos azules en todos lados, señalándome, culpándome de todo.

Las paredes parecían resquebrajarse con el aire circulando, la chica se acercaba cada vez más a mí, el color desaparecía del mundo y mis sentidos estaban congestionados de dolor. Mis pulmones ardían con cada bocanada, mi pecho parecía estar por reventar, las punzadas en la cabeza parecían penetrar mi cerebro como si de una navaja se tratase.

El sudor comenzaba a irritar mis ojos y podía sentir mis piernas cediendo ante el peso de mi cuerpo, cuando la chica llegó a estar a un metro de distancia mi visión comenzó a fallar. Gritos salieron de su boca seguido de sangre que comenzó a fluir desde sus entrañas debido a la herida en su estómago.

Estaba a punto de explotar cuando mi jefe me interrumpió.

Estaba sumamente pálido, y jadeando, según lo que me dijo, me mandaron a casa para que descansara. Al entrar en mi casa sentí el leve olor a carne, mi madre estaba en casa.

—¿Qué haces en casa tan temprano? —pregunté asombrado.

—Tu jefe me llamó, al parecer pensó que ibas a morir en cualquier momento. Siempre has sido un endeblucho.

—¡Oh Por el amor de Dios! Cierra la boca —dije en ademán de fastidio.

—Como sea, el juez me dio el día libre para poder cuidar de mi decumbente hijo.

—Estoy bastante contento por nuestra inesperada reunión tan temprano el día de hoy, querida madre.

—Eso no suena muy sincero —dijo moviendo el cucharón.

—Porque no lo fue. Me sorprende que siquiera pudieras notarlo, pensaba que todo tu coeficiente intelectual se quedaba pegado en un escritorio. —Saqué mi cartera y teléfono y coloqué ambos sobre la mesa, hice un par de chistes más sobre abogados y vampiros para luego irme a mi habitación.

No puedo reconocer mi propia voz, no logro encontrar nada familiar. Mi cabeza parece estar a punto de explotar mientras lucho con el sueño.



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En el texto hay: fantasia, misterio, suspenso

Editado: 30.10.2022

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