No recuerdo nada de la caída, lo único que recuerdo es penumbra y un abrumador dolor en todo el cuerpo, como tener millones de agujas atravesándome la piel.
Escuchaba pasos a mí alrededor y sentía un ligero dolor en el rostro.
—Diablos… ¿Qué demonios te pasó? —Abrí mis ojos lentamente mientras lidiaba con el desagradable dolor de cabeza. Cuando el mundo dejó de ser borroso pude discernir el origen de la voz, era T-To.
Mi voz, llena de alivio y frustración, salió a relucir de inmediato.
—¿En dónde estuviste todo este maldito tiempo?
La cabeza me daba vueltas, y los resultados de mi majestuoso escape me estaban pasando factura.
T-To tenía una antorcha en su mano, la clavó en el piso y me ayudó a ponerme de pie mientras reposaba en su hombro.
—Lo siento… —dije.
—No te disculpes conmigo, no estoy haciendo esto por alguna razón noble.
—No seas tan tímido, sólo admite que me ayudas porque no soportarías verme morir —dije sonriendo.
—Lo digo en serio, de hecho, me odiarás por no haberte dejado morir ahí. —La expresión de T-To se volvió sombría.
La luz de la antorcha nos arropaba como un velo, mientras que la caminata hacia no sé dónde se volvía incómoda.
Decidí preguntar.
—¿Qué está pasando?
—… El infierno —respondió, tembloroso.
—No me vengas con rodeos, ¿dónde están los demás? ¿Qué demonios quisiste decir con que te odiaría por salvarme? —El agarre de T-To en mi hombro se hizo más fuerte.
—¿Te has encontrado con alguna pesadilla?
—Sí.
—Entonces ya lo sabes —Desvió la mirada al otro lado.
—¿Saber qué? —pregunté.
—Que no podemos ganarles. No importa que tanta luz tengas, en algún momento se apagará, y serás presa fácil.
Sentí un escalofrío al escucharlo decir lo que ya estaba en mi mente.
El pequeño enfrentamiento, y persecución de esas malditas cosas fue más que suficiente para saber que, aunque la luz podía matarlos, no era suficiente para escapar, y causar un incendio con cada pelea era simplemente estúpido.
—Eso no me dice nada T, ve al grano —le ordené.
—Al parecer muchos quedaron dispersos al iniciar la sesión, muchas cosas pasaron, y la mayoría nos reunimos en un claro del bosque. Ahí nos percatamos de que llegar a la meta por nuestra cuenta era imposible, moriríamos intentándolo. Además de eso, esta es una sesión de eliminación, por lo que hay muchos novatos...
—Carne de cañón… —dije en voz baja.
—Sí. Pero eso no es realmente todo, simplemente acordamos que mientras más seamos, más probabilidad habría de sobrevivir. Claro que, no es algo como «la unión hace la fuerza», sino más bien una simple adición de victimas potenciales. De esa forma al menos un puñado de nosotros puede salir de aquí en lugar de morir tratando de llegar solos.
—Entonces, la razón por la que estabas tan alejado de los demás y por la que me ayudaste es…
—Otra víctima potencial, aunque yo también soy un posible objetivo. El fin de todo esto es poder aumentar la tasa de supervivientes, agregando la mayor cantidad de muertes posibles.
—Es una táctica un poco grotesca ¿No lo crees? —A pesar de haber dicho eso comprendía perfectamente ese método.
No era una situación en la que se pudiera pensar en las demás personas, era mejor asegurar que al menos algunos de nosotros sobrevivieran en lugar de morir inútilmente siendo moralistas. Después de todo, no es lo mismo tener el 5% de 100 que el 5% de 1000.
—Sí, lo es. Pero no tenemos otra opción, tenemos que luchar de una forma u otra y, aunque ahora mismo luchar no es realmente una opción, si salimos vivos, ganamos.
La oscuridad del bosque comenzaba a ponerme a nervioso, hasta que vi varias luces en la lejanía.
—¿A quién se le ocurrió?
—… Eso ya lo sabes. —Apenas las luces comenzaron a iluminarnos se escuchó el grito de una chica tonta, y sumamente obstinada.
Samantha vino corriendo con la mirada fijada en mí. Al estar lo suficientemente cerca alzó su mano en mi dirección. Tatuándome su palma en el rostro, junto al estruendo que pareció resonar por todo el bosque.
Seguido de eso, una ardiente sensación de dolor atacó mis sentidos.
—¿¡Qué coño, Sam!? ¿¡Por qué carajos!?
El calor ardiente de la bofetada no desaparecía sin importar que tanto lo frotara.
—Eso es por haber usado la puta bengala y quemar el maldito bosque. —Estaba enojada.
—¡Casi muero y lo primero que haces es golpearme! ¿Qué clase de «me alegra que estés bien» es ese?
—Eres un idiota —dijo señalándome—. Un jodido idiota.
—¡Oh vamos! Estoy vivo, ¿no?
—Apenas —dijo T-To.
T-To y Samantha me ayudaban a caminar mientras observaba los alrededores.
Estaba rodeado de antorchas, había un círculo formado de ellas que protegía a todos los que quedaban con vida. La mayoría de las personas se encontraban recostadas en los árboles, mientras que otros atendían sus heridas.
Era un ambiente bastante parecido a los campamentos durante la primera y segunda guerra mundial. Un caos.
—¿Has visto la meta? —le pregunté a Samantha.
—Si te refieres al espectáculo de luces verdes, sí. Es imposible no ver esa cosa.
—Pueden conversar luego, concéntrate en tratar tus heridas —interrumpió T-To.
—¿Y tú qué harás? —pregunté.
—Hablar con Haward, conociéndolo debe tener algún plan que nos mantenga vivos.
—Si eres lo suficientemente rápido —añadió Sam.
—Al menos soy más rápido que el pirómano acá presente.
—No estés señalando a la gente que acaba de tener un encuentro cercano con la muerte —reclamé mientras me soltaban.
T-To y Samantha se disculparon conmigo al tener irse para atender sus propios asuntos.
Me recosté en el tronco de un árbol al mismo tiempo que veía cómo cambiaban las antorchas viejas por unas nuevas.
Editado: 30.10.2022