El viaje de Elisa y Frost los llevó más allá de los confines del Bosque de las Sombras, hacia las tierras donde el sol besaba las dunas y el viento cantaba con la voz del desierto. La arena se extendía como un mar dorado y el cielo era un lienzo de azules infinitos.
En este vasto desierto, Elisa encontró a Kley, el príncipe exiliado de quien el Orbe le había mostrado visiones. Kley era un guerrero de mirada intensa y porte noble, con una espada mágica que colgaba a su lado. Su reino había caído bajo la sombra de un tirano y él había jurado recuperar su trono y liberar a su gente.
Ambos compartieron sus historias al resguardo de una antigua ruina, donde las piedras aún guardaban el eco de antiguas glorias. Después de aquella charla kley se unió a la búsqueda de Elisa, convencido de que el Orbe de los sueños era la clave para restaurar la paz en su tierra.
Continuaron su viaje juntos, no pasó mucho tiempo antes de que se cruzaran con Rosel, la hada de las estrellas. Rosel era una visión etérea, con alas que reflejaban el brillo de las constelaciones. Ella tejía los destinos en el cielo nocturno, pero había descendido a Somnoria para buscar el Orbe de los sueños, sintiendo que su destino estaba entrelazado con el de la esfera mágica.
Ahora en cuatro aventureros que caminaban cerca de una taberna hecha de madera y algo vieja, al decidir entrar a ver la taberna se sorprendieron al ver la cantidad de duendes y ninfas bailando al compás de la música y otros seres bebiendo y comiendo en las mesas.
Elisa se había dado cuenta que la última pieza del grupo se reveló en la taberna, en el escenario se encontraba Theodor el bardo enigmático, encantaba a la audiencia con su lira. Sus canciones hablaban de mundos ocultos y puertas entre las estrellas y su música tenía el poder de mover el alma. Theodor buscaba inspiración y en Rosel por lo cual sus ojos resplandecieron en cuanto la vio.
Terminadasu presentación llegó hasta ellos y se presentó, Elisa le comenzó a hablarsobre el orbe de los sueños y Theodor asombrado acepta acompañarlos en su aventura Con sus nuevos compañeros a su lado, enfrentarían los desafíos que Somnoria les presentara, descifrando los misterios del Orbe y cumpliendo sus destinos entrelazados.
Mientras la luna ascendía, iluminando sus rostros con una luz plateada, Rosel sabía que esta era solo la primera de muchas noches bajo las estrellas. La aventura apenas comenzaba, y el Orbe los guiaría a través de cada prueba y triunfo.