La ciudad se encontraba completamente desolada y no sabían en qué parte podía residir el único habitante.
—¿Hay alguien aquí?— interrogó Callen en lo alto mientras recorrían el lugar con lentitud.
—¿Seguirá con vida?— interrogó en referencia al residente.
—No lo sé, ¿es posible vivir en un sitio completamente desolado?
—Lo averiguaremos pronto, si es que logramos encontrarlo.
Continuaron con su recorrido, pero no había rastros de alguien más que ellos.
Callen tomó su teléfono y marcó el número de Athan para seguidamente presionar el ícono de llamada.
—Aquí, Athan— se oyó del otro lado.
—Athan, necesito que busques el nombre de un sitio o de lo que sea que signifique esa palabra. ¿Será qué puedes buscarla ahora mismo?
—Claro, solo dame la palabra y enseguida te informaré lo que encuentre.
Callen tomó la nota de sus bolsillos y observó la palabra escrita en ella.
—Saldungaray. S, a, l, d, u, n, g, a, r, a, y— deletreó para que pudiera entenderlo mejor.
—Solo dame un segundo— pidió Athan.
Mientras se encontraban a la espera de Athan, Callen y Lain avanzaron hasta el lago.
—¿Quién hubiera pensado que un lago de este tamaño arrasó con toda una ciudad?— comentó Callen.
Lain asintió mientras continuaba examinando su alrededor.
—Será mejor quedarnos cerca de los vehículos mientras que Athan recopila la información, este sitio no me da buena espina.
—Bien— accedió Callen.
Ambos avanzaron hacia sus respectivos vehículos a la espera de Athan.
—Es un pueblo— informó Sabas.
—¿Un pueblo?— repitió Lain.
—Es un pequeño pueblo ubicado al sudoeste.
—¿Qué podría significar?— interrogó Lain.
—Siguiendo con la lógica del arquitecto Salamone, como una de las principales atracciones del pueblo, hay una obra monumental llamada el Portal del Cementerio de Saldungaray, que justamente fue realizada por el.
—¿A cuánto está de aquí?
—A una distancia de aproximadamente dos horas y media.
—Bien, te lo agradecemos, Athan.
—¿Qué hay de Sabas?— indagó Lain.
—Lo has invocado porque acaba de llegar a la estación...¿qué es eso que traes en manos?— interrogó Athan.
—La puerta de entrada para la grabadora.
—Pon a Sabas al teléfono— pidió Callen.
—El agente Tous quiere hablar contigo— informó Athan.
—¿Quién?— respondió Sabas.
—Callen, torpe.
Sabas dejo a un lado lo que traía entre manos para seguidamente tomar el teléfono.
—Habla Sabas, ¿en qué puedo ayudarlos?
—¡Oye, ¿qué traías entre manos?!— interrogó Callen.
—Un frasco de mantequilla de maní— se defendió.
—Has dicho que era la puerta de entrada para la grabadora— se sumó Lain.
—Exacto, así es como infiltraremos la grabadora.
—Espera, Sabas. No debes hacer nada mientras nosotros no estemos allí— ordenó Lain.
—Nos estamos quedando sin tiempo. Iré a visitar a Lahoz y le llevaré el frasco con la grabadora dentro de ella. No va a pasar nada— tranquilizó.
—Sabas, estamos lejos de allí y debemos dirigirnos hacia otro sitio. Mantente quieto mientras no estamos.
—Solo debo entregarle el frasco y listo. Le grabé un mensaje explicándole el plan, por lo que nada saldrá mal.
—Es una orden, Sabas— replicó Lain.
—Bien, como ustedes digan— respondió desganado.
—Agradecemos tu entusiasmo y que quieras ayudar a Lahoz, pero no por eso debemos correr riesgos innecesarios, ¿de acuerdo?
—Entendido, agentes.
Sabas entregó el teléfono a Athan para seguidamente tomar el frasco y recostarse sobre en su silla.
—Athan, mantén a Sabas vigilado, ¿de acuerdo?— pidió Callen.
—No se preocupen.
—Nos veremos en la noche.
La llamada finalizó y tanto Callen como Lain se adentraron en sus vehículos.
—Mantente detrás de mí— pidió Callen.
Lain asintió y los vehículos fueron encendidos.
Otro largo viaje de dos horas y media esperaba por Callen y Lain, un viaje que los llevaría al pequeño pueblo de Saldungaray.
...
—¿Estás molesto?— interrogó Athan hacia Sabas, quien se encontraba recostado desanimado en su escritorio.
—Creen que soy un niño pequeño, claro que estoy molesto— respondió con enfado.
—Solo están protegiéndote— defendió.
—Soy lo suficientemente mayor y puedo cuidarme solo. Lo único que debo hacer es entregarle el frasco de mantequilla a Lahoz, ¿qué puede salir mal?
—Teniendo en cuenta que serás tú quien realice la entrega, absolutamente todo puede salir mal.
En ese momento, uno de los miembros del equipo, tres de Crímenes Violentos, se acercó hacia ellos.
—Dan, ¿qué te trae por aquí?— saludó Sabas.
—Necesito hablar contigo, es urgente— pidió con temor.
—¿Todo en orden?— indago Sabas con preocupación.
—Lo estará cuando hable contigo.
—Bien— Sabas se levantó de su asiento—Enseguida regreso— informó a Athan.
Tanto Sabas como Dan se retiraron de la estación para caminar hacia el estacionamiento y adentrarse en el vehículo de Dan.
—¿Qué ocurre?— Sabas observó a Dan con preocupación.
Dan abrió la puerta de la guantera y tomó un teléfono resguardado en el.
—Antes de que el caso del asesino de cera sea "resuelto", debía llevar unos papeles hacia la oficina del sargento y cuando me estaba acercando hacia la puerta, lo oí hablando con el superintendente y alguien más.
Dan tomó el teléfono para seguidamente reproducir un audio en el.
—¡No sé cómo van a hacer, pero para esta semana quiero el caso cerrado!— se oyó la voz del superintendente.
—No hay pruebas suficientes, no hay siquiera un sospechoso— replicó el sargento.
—Pero puede haberlas— respondió una voz familiar.
—¿Qué quieres decir?— interrogó el superintendente.
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Editado: 21.08.2022