Somos Paralelos

Capítulo 2

—Deberíamos ir a tomar algo —dijo uno de sus amigos, Lucius solo lo miró y asintió con una sonrisa. 

Los cinco estaban ahí, caminando por las viejas calles de piedra de aquel pueblito, para un joven de diecisiete años no sabía qué hacer exactamente, más que estar en el río o en las piscinas, o también, andar en bicicleta por todos los caminos. Pero aun así, convertir eso en un día a día, más en verano, no era precisamente algo bueno. Con el tiempo, solo se volvía monótono y aburrido, y uno se quedaba en medio de la nada, sin saber siquiera qué pensar. 

—Oímos que tienes un vecino —dijo Maritza. Sacando el tema más importante a colación, Lucius sabía que lo harían, y lo que más le sorprendió es que habían aguantado toda una hora, sin revelar sus verdaderas intenciones con aquella precipitada reunión. 

—Si, bueno. Son algo raros —aclaró, sin querer hablar mucho del tema. Porque lo que en verdad quería decir, era que le parecía rara toda la situación con Dylan, con quien había sentido una fuerte conexión de algo, tan íntimo que no podía siquiera pensarlo. Pero no podía decir eso, no a esos chicos, carentes de sensibilidad.

—¿Alguien se mudo a la vieja casa de los Florentinos? —preguntó Erika, mientras recién entendía que era lo que estaba pasando. 

—Yo escuche, que tienen un hijo con el cabello super largo, y que tiene nuestra edad —comentó Lisa, la más llamativa de las tres chicas. Lucius quería huir de aquella conversación, porque el único con cabello largo, era Dylan. Y precisamente no quería pensar en él, en esos momentos. 

—¿Acaso no es ese? —con el temor de caer en una trampa por su amigo Trevor, giró su cabeza disimuladamente en dirección a una vieja librería, de la cual, precisamente salía Dylan, con el cabello atado en una media cola, y con dos cajas entre sus manos. «¿Qué tiene ese chico con las cajas?» pensó Lucius, reflexionando que era la segunda vez que lo veía, y él aún tenía cajas entre sus manos.

—Parece que tiene problemas, deberíamos ayudarlo —comentó Erika, y como si fuera un pacto silencioso, los cinco empezaron a caminar, poco a poco hasta Dylan. 

El más serio era Lucius, quien tenía la camisa desprendida por el calor, y caminaba, inconscientemente, más rápido que sus amigos, como queriendo llegar primero para advertile ¿Pero advertirle que? No tenía nada que lo amenazara, pero sabía lo entrometidos que son sus amigos, y las palabras de la señora Mar, llegó rápido  a su cabeza. «No quiero que se asuste con mis amigos» pensó intentando inventar una excusa para justificar el porqué estaba corriendo. 

—Hola —saludo, llegando a Dylan, quien solo lo miro desconcertado. 

Pues él se había percatado del grupo de amigos, desde hace bastante, incluso antes de entrar a la librería, pero creyó que estaba bien ignorarlo, porque ellos no parecían estar en el mundo real, solo se los veía estar en una burbuja extraña, como los amigos en las películas para adolescentes, donde todo el mundo real, es solo un extra de los protagonista. 

—Hola —saludó, Lucius se quedó mudo, no sabía qué decirle o cómo justificar, el hecho de que lo acaba de interceptar en medio de la calle, sin considerar siquiera el cansancio acumulado por tener esas cajas en sus manos. 

—Pareces un poco cansado —dijo, intentando no sonar ridículo o falso, pero la mirada de Dylan le decía, “¡Gracias! No lo había notado” con un fuerte sarcasmo—. ¿Puedo ayudar? —preguntó, y aunque no quería admitirlo, se sentía inseguro, porque no sabía cómo hablarle a alguien nuevo, alguien extraño. Y la inseguridad se vio reflejada en su voz, cosa que no pasó desapercibida por Dylan, quien solo hizo una mueca, casi una sonrisa, y para evitar el momento tenso, solo le asintió sin decir una palabra. Pero antes de hacer cualquier cosa, sacó su celular y lo miró, fingiendo que leí algo, aun sin prender la pantalla—. ¡Chicos, debo irme. Así que me iré con Dylan! —les aviso, y sus amigos, solo le gritaron un ¡Bien! Confundido,  y un ¡Te extrañaremos! Irónico. Ambos empezaron a caminar, en un silencio casi impenetrable—. ¿Qué hay en las cajas? —preguntó, sintiéndose un poco atrevido por invadir así la privacidad de otros. Pero también, creía que debía al menos saber en lo que estaba ayudando. 

—Más libros viejos —fue la única respuesta de Dylan. Pero al darse cuenta que estaba siendo cortante, agregó—. Son de una colección importada, mi papá es amigo del padre del sujeto que atiende esa librería, y le pidió que recibiera estos paquetes, porque según él, quien mejor que un hombre de libros, para atender estos libros. Y porque todavía no estamos acostumbrados a decir la dirección de la nueva casa ahora, así que me mandó a buscarlos —explicó intentando no ser condescendiente. 

—¿Tú solo? —preguntó sin entender porque solo iba él, sabiendo la cantidad de las cajas. 

—Mi hermano Joshua iba a venir, pero se distrajo por un camino más “llamativo” —dijo intentando no sonar reprochador—, pero creo que se perdió, y por eso estamos donde estamos. 

Y esa frase, estamos donde estamos, le hizo pensar a Lucius ¿Dónde creía que estaba él? Aunque no quería sobreentender las cosas, quería entender a Dylan, pero no le preguntó, no quería pasar a algo tan íntimo de un momento a otro, y menos en un lugar público. 

—¿Tienes una bici? Porque podrías llegar aquí en ella, y esto sería menos problemático —comentó y Dylan, solo hizo otra mueca, que para el otro, fue indescifrable. 



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En el texto hay: boylove, amigos reales, romance y libros

Editado: 29.02.2024

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