—Esa expresión de seriedad en tu rostro está comenzando a fastidiarme, así que será mejor que la cambies si no quieres que yo me encargue de borrarla —me advierte el tipo y no consigo evitar que un escalofrío me recorra—. Estoy tratando de hacerte feliz, ¿qué no te das cuenta? Maldita sea contigo.
Escucho el sonido del cuerpo de María golpear contra el piso, sus huesos crujen y retumban contra la madera de forma aguda y penetrante; puedo deducir que acaban de romperse varios de ellos, quizá de las extremidades y alguna costilla. Luego el ruido de pasos acercándose a mí velozmente me estremece. Su aliento caliente y brumoso hiede como si hubiese comido pescado en descomposición. Me respira en la cara, y cada vez que intento ladearla para evadirlo se posa de nuevo en frente y emite su repulsivo aroma; casi puedo decir que es un toro bufando.
—Última vez que te lo digo: sonríe —susurra. La voz aguda se ha esfumado de nuevo. Ahora está jadeando de forma rasposa y profunda—. Para hacer mi show debo estar de buen humor, mi bien. Yo me divierto y tú conmigo. Ahora me estoy poniendo de malas. No quieres ponerme de malas —bufa.
La profundidad de su voz cala en mis tímpanos y tiene el efecto de hacer vibrar mi pecho. Me muerdo los labios justo antes de sentir una de sus húmedas manos tocarme el rostro; presiona mis mejillas con una mezcla de agresividad y delicadeza que me confunde. Me duele, pero al mismo tiempo detecto en el fondo de mi ser algo más. Algo que no identifico. Lo escucho murmurar algo que no entiendo. ¿Qué me está pasando?
—Nunca me ha importado si quien necesita de mí es hombre o mujer, ¿sabes? —susurra casi de forma seductora y tengo el repentino reflejo de apretar las piernas—. Así que nada me detendrá contigo. Te traje aquí para ayudarte a ser feliz, pero si te empecinas en ser miserable también sé cómo hacerte pedazos. Así que te lo diré por última vez: sonríe.
Lo hago. Empiezo a curvar los labios forzando una sonrisa mientras anhelo que no se dé cuenta de que es falsa. A continuación siento sus manos deslizarse por mi cabello, luego por mi rostro y cuello. Quiero llorar mas el miedo lo impide. Y lo agradezco, porque segundos después se aparta de mí. Escucho sus pisadas alejarse e imagino que regresa al escenario, ya que empieza a cantar —de nuevo con voz irritante y aguda—, una tonada que remueve lo más profundo de mi memoria. Es angustiante.
Una fragancia acanelada te comenzará a invadir.
Y el fingir estar en soledad tu miel en hiel transformará.
La amargura debes olvidar y con dulzura delirar,
Los muros de este sueño sin final te cuidarán si duermes.
Esa canción…
La ilusión hipnótica tarde o temprano te ahogará,
Pero no es algo divertido si a ojos vendados no estás.
Por donde camines ten cuidado porque mis manos te van a rozar
Hasta lograr que ya pronuncies que tu cuerpo me darás.
Es Trick and Treat de Rin y Len Kagamine. Es la canción que estaba escuchando en el auto antes de despertar aquí… yo estaba cantando... y lloraba. ¿Por qué lloraba?
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Editado: 05.07.2019