Narra Allison
Mi piel se estremece con la suave brisa a mí alrededor.
¡Dios! Me siento tan a gusto...
Ruedo por la grama suave que me hace cosquillas.
Al abrir los ojos la luz de la luna me observa fijamente.
Con los ojos entrecerrados e intentando ponerme de pie analizo todo.
Estoy en el bosque.
Y cuando comienzo a cuestionar cómo es que llegué hasta acá, pequeños fragmentos comienzan a dar vida en mi mente...
— ¡Míralo papá!
— Porque él es mi héroe siempre, aparece cuando me pasa algo malo y está para mí... Él es mi Ángel Guardián.
¡Me estoy volviendo loca!
En mi mente se aproximan los recuerdos uno tras otro haciéndome marear.
Mi respiración se corta y mis latidos se aceleran.
El pánico aumenta a medida de que mis pensamientos regresan.
Cuando todos los recuerdos que creías olvidados regresan a tí, lo único que puedes sentir es pánico.
Cuando regresan de una manera dolorosa y te hacen querer morir.
Ésa niña era yo.
Ése hombre mi padre...
— ¡Oh padre! Cuánta falta me haces...
Palabras que nunca se dirán, palabras que morirán en el vacío de mi triste corazón.
Las lágrimas comienzan a mojar mis mejillas.
Los recuerdos comienzan a torturar mi cabeza.
Y lo único que quiero es gritar.
Morir...
Avanzar...
Recostada en el frío tronco los sollozos salían descontrolados de mí.
«Querida, recuerda ser fuerte»
«Estrellita siempre deberás avanzar»
«Pequeña, nunca te rindas...»
«Mi hermosa sonrisa, nunca desistas»
Mi madre, con su destello de luz.
Mi madre con su gran ánimo en la vida.
Mi madre la que un día se marchó sin decir adiós.
Mi madre siempre era la respuesta a mis preguntas.
Su voz me sacaba de la oscuridad.
Su voz me hacía despertar de aquél vacío sentimiento.
Cuando logro tranquilizar mi respiración y dejo cesar los sollozos vuelvo a ponerme de pie.
Pero en un mínimo instante el miedo creció en mi interior.
Una rama crujió a lo lejos.
Y unos pasos, lentos y sigilosos se acercaban a mí.
Y no podía ver bien.
No había nadie.
No podría huir ni muchos menos ser rescatada por alguien a mitad de la madrugada en un bosque abandonado.
Pensé en la única persona que me podría rescatar.
Pensé en las locas conclusiones psíquicas de pensar mucho en una persona, así ella acudirá a tí.
«Azrrael, por favor...»
¡Te lo suplico ven a mí!
Dos crujidos más y esa persona estaba en las sombras.
No la lograba distinguir, ni mucho menos reconocer.
Vestía de negro.
Su rostro era oculto por las sombras de la noche.
Y sólo a mí me iluminaba completamente la luz de la luna.
Y cuando pensé que moriría y que todo sería imposible, cuando esa persona estuvo a punto de salir a la luz para por fin verle el rostro, él apareció.
— ¿Allison? — Su voz sonaba angustiada y algo agitada.
Y aquella persona dejó a la luz un pequeño trozo de piel.
Su mano. Blanca y luminosa a la luz.
Con una pequeña marca.
Una pequeña estrella con una letra cargada de oscuridad.
«Volveré»
Y lo volví hacer.
«Tuve miedo, y te volví a perder»
«Vuelve a mí, no me falles...»
— ¿Allison? — Su mano me alcanzó y me hizo voltear hacia él.
Su pecho subía y bajaba aceleradamente.
Había algunas gotas de sudor.
Su vista estaba cansada y a la vez preocupada.
Sus brazos me rodearon y me dejó ahí.
Me refugié en sus brazos, lo hice como si realmente confiaba toda mi vida en él.
—Me encontraste...
Mi voz sonó rota.
Mis labios seguían entreabiertos y mi mirada se encontraba perdida.
— Cuando digo una palabra nunca la olvido.
Suspiró mientras me acunaba.
— Aquí estoy para tí, y siempre lo estaré, porque las promesas no son en vano, y te prometo Allison, nunca te defraudaré...
Su mano acarició mi mejilla y me hizo observarlo.
—Mírame...— Mis ojos se encontraron con los suyos, ahora profundos y atrayentes — Estoy aquí, y estás segura entre mis brazos.
No había notado que mis mejillas estaban cubiertas de lágrimas.
Tampoco me había dado cuenta que sus ojos eran dos luceros, eran peligrosos.
Porque una vez que los mirabas ya no tendrías escapatoria.
Porque sus ojos atrapaban al corazón más roto de todos y le daba el poder de unir pedazo por pedazo hasta dejarlo como nuevo.
—Azrrael...
Él me hizo callar y besó con la misma delicadeza que la primera vez mi frente.
— Nunca más estarás en peligro angelum meum... Estoy aquí para tí.
Mis ojos dejaron de llorar, y sus delicados dedos apartaron las últimas lágrimas de mi rostro.
— ¿Cómo lo haces? — Pregunté sin dudarlo.
— ¿Hacer qué? — Preguntó él.
De mis labios brotó una risa nerviosa.
—Todo esto, ¿Cómo logras hacer que confíe en ti? Cómo haces para hacerme sentir tan segura, tan especial, tan querida, no lo merezco.
Él me miró con ternura y sin ninguna pizca de lástima.
—Así es como se trata a un ángel.
Él me envolvió en sus brazos e hizo levantar, cargándome en sus brazos.
— Con amor, ternura y delicadeza. Porque los demonios del pasado no describen y mucho menos dictan cómo debemos ser tratados, porque mereces la luna entera y las estrellas, porque sería muy inhumano de mí parte hacerte sentir mal, traicionarte o dejar que te consumas por lo oscuro, por las sombras, por la tormenta...
Su mirada se iluminó y la mía junto a la de él.
— No lo merezco, soy una persona horrible y nunca podré devolver todo lo que haces o dices.— Él sonrió cabizbajo.
—Yo no te he pedido que lo devuelvas. Yo no hago esto para que luego hagas lo mismo por mí, yo lo hago porque me nace, porque mereces ser así, ser algo más libre y feliz.