Sonrisas de metal y hierro (poesía)

XIII. Lo que nunca te dije

Alguna vez habría que

enfrentar a la verdad.

Los hechos, el tiempo

las palabras.

Aunque

como de costumbre

no exista el cara a cara.

Eso nos disuelve

nos esquiva

nos lleva por las ramas.

Nos hace hablar por hablar

sin medir del discurso

la importancia.

Aún hoy

después de lo que ya son

cuatro años malditos

de miles de guerras diarias contra

la vida, el dinero

y los amigos

de osadías y conflictos

siento el suave tacto

de la sangre que derramé

en lo que fue un disparo

contra mí mismo.

Me duele más

la que cayó por tu vientre

al impactarte

de rebote

la bala que iba

directa a mis sienes.

Tú no lo sabes

pero me salvaste.

Me impulsaste

mientras te caías.

Mientras te dejaba caer.

Aquello que prometí

nunca hacer.

Hiciste a todas mis piezas

distorsionadas y dispersas

recomponer.

Me enseñaste que

yo podía también

crecer y creer.

Querer.

Confieso

no supe qué hacer.

El ritmo de la vida

me estaba llevando

por delante:

el pasado no hacía más

que tocar a la puerta

convenciéndome de que la tuya

era una cama fría.

La juventud me colmaba de besos

susurrándome

que aún tenía tiempo.

Las amistades

para el hielo y la barra

me seducían.

Decían que la primavera

si yo quería

flores de colores traerían.

Los exámenes y aquella puta

llamada Paleografía.

Y luego estábamos nosotros

errantes de un camino

con solo dos salidas.

Que llevados por el azar

y la boca cerrada

moríamos en la rutina.

Recuerdo que no sabía cómo

enfrentarme a ti

y a tus miradas.

Quería preguntarte si me querías

y si te gustaba.

Supe que sí

la noche que se convirtió

en la última.

Yo ya ciego

y envenenado estaba.

No fue hasta ese verano

cuando comencé a dibujar el error

y el 'dejarse llevar'

se me incrustó

como filosofía de vida.

De primera mano

no conocía la angustia

y el dolor provocado

saber qué ocurría

cuando alguien se va yendo

así de pronto y de paso

como si estuviera hecho

de material etéreo.

Justo lo que luego

me tocó vivir y conocer

cuando lejos tú

quise continuar y me tocó perder.

Mil perdones

no ayudarían a sanar

lo que cicatrizó

sabía muy bien

pero tuve que

obsesionarme con él.

No solo para que me perdonaras

sino para perdonarme yo

por huir

y no confrontar mi destino.

Hoy no sé si existe el perdón

o el rencor.

No sé por qué

a veces quiero y otras no.

Meses enteros empezándote yo.

Un helado efímero

de paz y transición.

Y justo cuando digo:

no hay nada que hacer

me marché sin decir ni adiós

no merezco ese perdón

me empiezas tú.

Entonces me confundo

y pienso que no

que no deberías tener

pudor ni compasión.

Y sin embargo

tienes lo que no tendría yo.

Para terminar debes saber

que me quemaré

cada vez que recuerde

el olor de tu pelo rubio

y el frío de invierno

las chucherías

y el Fin del Mundo.

Que me torturaré cada año

por los daños que provoqué

y que no sanan con los años.

Que aquel que era solo fue

una sombra del yo que soy

y nada del que quiero llegar a ser.



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En el texto hay: poesia, relatos, amorimposibe

Editado: 09.09.2024

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