El mundo de los no vivos era otra cosa, era...diferente. No sé cómo explicarlo, era algo totalmente ajeno a lo que yo era, a lo que conocía. Es como haber vivido toda tu vida en el desierto, rodeado de arena, y de repente ser trasportado a una pequeña roca en mitad del océano. La arena desaparece, el agua es tan diferente que no sacia la sed... Pero supongo que uno se acostumbra a todo, como les ocurrían a las docenas, cientos de personas que estaban allí. Bueno, llamarles personas podría resultar confuso, ya que no eran más que espectros sin cuerpo tangible, seres inmateriales.
Creo que yo estaba tan sorprendido como ellos por verme allí, incluso, después de varios intentos de comunicación, advertí que me rehuían. Hablarles no servía de nada, porque parecían no oírme, y aunque ellos parecían hablar, ningún sonido llegaba a mis oídos. Pero lo peor fue cuando intenté pedir ayuda, agarrar a uno de ellos y obligarle a comunicarse conmigo. Entonces algo ocurrió con el espectro. Parecía gritar, retorcerse, como si aquel sencillo contacto le hubiese provocado el mayor de los sufrimientos. No volví a hacerlo.
Vagué por aquel mundo yermo, donde la única claridad la aportaban los espíritus o espectros. No podría decir hacia dónde me dirigía, solo, sentía que debía avanzar. Complicado al principio, porque no sabía hacia dónde iba o venía. Hasta que comprendí que solo podía ponerme a andar y continuar.
No sé cuánto tiempo estuve caminando sin sentido, in saber hacia dónde iba, ni cuanto había avanzado. Si quiera sabía el tiempo que había pasado. Pero algo cambió, o más bien, alguien apareció. Un espectro, que, a diferencia de los otros, parecía conservar el color en su cuerpo. ¿No lo había dicho? Cuando los llamo espectros, no solo es porque tengan una apariencia etérea o fantasmagórica, sino que, al igual que los fantasmas, eran seres perfilados en un solo color, o, mejor dicho, en brillo y ausencia del mismo. Seguro han oído hablar de escalas de grises cuando ven una fotografía antigua. Bien, pues los espectros eran un conjunto de distintos tonos de brillo. Era como ver una imagen en negativo, todo oscuro, y las personas en blanco.
Como decía, un ser en color se cruzó en mi camino, creo que más intrigado de mi presencia allí que con miedo. Sí, los otros espectros se apartaban de mi camino, este no.
—Ojalá pudieses entenderme. – el espectro ladeó la cabeza hacia mí.
—Lo hago. – escucharle aquella respuesta, cuando hasta ese momento lo único que habían percibido mis oídos en ese lugar era algo parecido a un sordo zumbido en el viento, me llenó de esperanza.
—¡Oh, señor!, gracias a Dios. ¿Podrías...podrías ayudarme? –
—Depende de lo que hayas venido a hacer aquí. –
—Yo... he venido a buscar a alguien para llevarlo de vuelta conmigo al mundo de los vivos. – el hombre se quedó pensativo, quizás algo sorprendido, pero asintió hacia mí.
—Has venido a buscar a la persona que te dio su magia. – señaló mi cuerpo, justo en medio de mi pecho, como si pudiese ver lo que había dentro.
—¿Tú también eres...? - ¿cómo tenía que llamarlo?, ¿qué era él? ¿podría llevarme hasta mi ninfa?
—Lo fui, pero esa es otra historia. Ahora la que importa es la tuya. Dime a quién buscas, y te llevaré hasta esa persona. –
—Busco a una ninfa del agua, una con la capacidad de sanar las heridas y de alargar la vida. –
—Por lo que me cuentas, estás buscando a una Náyade de aguas dulces, una hija de Zeus. –
—Veo que sabes mucho más que yo sobre el tema. – el hombre movió la mano como para quitarle importancia.
—No sé de dónde vienes ni qué tipo de educación recibiste, pero de dónde yo vine, todo el mundo conoce a los seres divinos. – en ese momento me picó la curiosidad.
—¿En qué año moriste? –
—Por lo que he escuchado por aquí, mucho tiempo antes de un tal Cristo. Parece ser que fue un hombre muy importante. - ¿Importante? No se imaginaba cuánto.
—El tiempo se cuenta desde su nacimiento, así que puede decirse que lo fue. La gente le seguimos rezando, a él y Dios padre. –
—Eso es lo que más me confunde. Si sólo ha quedado uno de los dioses, ¿Cuál fue? ¿Zeus, Poseidón? –
—Ninguno de ello. El Dios al que rezan las personas es otro, es...el Dios de los judíos. – creo que esa sería la explicación más correcta. Tampoco es que yo fuese un erudito en teología.
—Vaya. Sí que ha cambiado el mundo. – No se lo imaginaba.
—Ya lo creo. ¿Sabías que el hombre ha creado máquinas para poder volar?, ¿y barcos de metal que no se hunden? ¿máquinas que van por caminos de hierro y que llevan en sus tripas a personas y mercancías a gran velocidad? Los llaman aviones, trenes...es asombroso lo que ha avanzado la humanidad. – todos nosotros nos quedamos asombrados de lo que había avanzado el conocimiento, lo que los hombres de hoy llamaban ciencia. Tenía tanto que aprender sobre este nuevo mundo... aunque, después de hablar con aquel hombre, había descubierto que también tenía mucho que aprender sobre el viejo. La educación nunca fue importante, sobre todo si lo único que necesitabas saber era de cosechas, y de lanzas. Y yo que me consideraba afortunado por conocer otros lugares, otras culturas... ya me costó lo mío aprender a leer para poder llegar hasta el oráculo, descubrir el resto podría llevarme más de una vida.