—No puedes estar aquí. – me daba igual si estaba bien o mal. La había encontrado. Estiré la mano para tocarla, y solo ese gesto me costó casi toda mi energía. Su piel, su tacto hacía que valiera la pena cualquier cosa. Pero no era suficiente, tenía que sacarla de allí, devolverla al mundo de los vivos, llevarla conmigo de regreso junto a los chicos, a la vida. Al lugar donde contemplarla tanto como quisiera, sin dolor.
—Ven conmigo, regresa al mundo de los vivos. – le supliqué.
—Evan, yo…- sentí el refrescante contacto de su piel, allí donde su mano acariciaba mi mejilla. Este era su sitio, pero yo no estaba dispuesto a dejarla allí.
—Regresa conmigo. Te necesitamos, te necesito. – ¿cómo hacerla comprender que era importante para mí? La amaba, más que a mi propia vida, por eso la estaba arriesgando. Aquella resistencia en su rostro drenaba mis esperanzas. La voz de Tántalo sonó a mis espaldas para interceder por mí.
—Haz caso al muchacho. No ha sido fácil para él llegar hasta aquí. – escuché algunas otras voces, pero mis oídos no podían entenderlos, era como estar bajo el agua, donde el sonido llega distorsionado. ¿Sería que estaba empezando a perder mis sentidos?
—Debes irte, Evan. – la voz de mi ninfa sonó clara para mí.
—No sin ti. – Era mi última jugada, si ella no venía conmigo, prefería morir allí, cerca de ella, viendo sus dulces ojos por última vez.
—Debes irte. Prometo que te seguiré. – sentí un peso sobre mi hombro, allí el espectro de Tántalo podía tocarme. Al parecer aquel otro mundo era más favorable para ellos que para mí.
—Vamos muchacho, tienes su promesa. – Creo que fue la desesperación, el deseo de que aquellas palabras fueran realmente ciertas, el saber que podía darme la vuelta y ella desaparecer, lo que me impulsó a intentar trasmitirle todo lo que sentía por ella. La besé, como había deseado hacer desde el mismo momento que la vi de nuevo, como había anhelado desde que di el primer paso de este desesperado viaje.
—Te encontraré. – le prometí. Por si tenía la loca idea de desaparecer, por si aquella era su forma de librase de mí, de acabar con mi sufrimiento, mi agonía. Pero tenía que entender que no me rendiría. Para mí era más doloroso perderla a ella, que perder la vida. Porque ¿qué era la vida sin ella?, solo un recuerdo de que ella no estaba conmigo.
Y funcionó. Sus labios me besaron esta vez, dejándome claro que no mentía, que vendría conmigo. Que haría ese viaje porque yo se lo había pedido. Y me sentí feliz, después de tanto tiempo, volví a sentirme dichoso.
Tántalo me guio de nuevo hacia la salida de aquel lugar, y yo lo obedecí confiado, porque sabía que había cumplido mi misión; ella iba a regresar.
Sentí el momento en que regresé al mundo de los espíritus, porque mi cuerpo dejó de gritar en agonía. Aquel denso aire ya no me envolvía, y respirar ya no era una muerte lenta y dolorosa. Incluso mi cabeza parecía funcionar mejor. Me giré para esperarla, a ambos, y menos mal que Tántalo estaba allí, porque a ella no habría podido reconocerla. Mi ninfa era arrastrada por él, o eso parecía, porque era difícil mirarla. Ella era un pequeño sol con forma humana, una luz cegadora que iluminaba todo a nuestro alrededor. Pero sabía que era ella, lo sentía en mi interior.
—¡Evan! – escuché su voz asustada llamándome.
—Me ha llamado. – era difícil de explicar, no eran palabras claras que hubiesen escuchado mis oídos, sino algo más parecido a una sensación clara de lo que quería transmitirme. - Lo he percibido. - Sí, percibir era la palabra que mejor definía lo que había sentido.
—No tendría que extrañarme. Al fin y al cabo, vosotros dos no estáis haciendo nada como debería hacerse. – dijo Tántalo. Noté como si ellos mantuviesen algún tipo de conversación, pero no me sentí mal por no comprenderlos. Me servía con saber que ellos venían conmigo.
Por alguna extraña razón, caminar guiado por aquella intensa luz, parecía diferente. Yo parecía más ágil, el camino más corto, no sé, el caso es que, antes de darme cuenta, estábamos parado ante una especie de muro del que llegaba luz al otro lado. La voz de Tántalo pareció clarificarse en algunas partes, por lo que conseguí identificar algunas frases, no todas.
—... atravesar la puerta... vuestros caminos se separarán...retornará al vórtice mágico que le ha traído ... tú pasarás a un lugar diferente... un nuevo cuerpo... Volverás a nacer. - Sentí el miedo de mi ninfa a olvidarme, a renacer en un ser que no me recordase. A perderme.
—Da igual donde te lleve el destino. Te encontraré. – Susurró para ella.
—Créele ... Volveréis a estar juntos. – besé su frente, o al menos donde suponía que debía estar. Su luz no me quemó, fue reconfortante.