—¿Pasó algo interesante en la escuela que deba saber? —pregunta mamá, no muy bien me siento en la mesa para cenar.
Puede que Marcos me haya ayudado a parar el sangrado mi nariz todavía está roja y algo hinchada, aunque ya no me duele tanto.
Hablando del chico castaño, debo recordar devolverle el suéter que me prestó. No quiero quedarme con cosas ajenas. Menos si son de un chico. En especial por mamá, ya puedo imaginar cómo se pondrá si llegara a verla.
—Nada —respondo por fin.
—¿Segura?
Ruedo los ojos con molestia.
—Lo más probable es que volvió a pelear en la escuela de nuevo —Armando, gentilmente decide intervenir en la conversación.
¡Dios!
<<¿Qué tengo que hacer para poder estar tranquila en esta casa?>>
—No me peleé con nadie —respondo algo borde—. Así que, ¿por qué no te callas mejor?
—Entonces ¿Cómo te golpeaste la nariz? —vuelve a insistir.
Catalina no dice nada. Solo se dedica a escuchar y observar todo lo que pasa con total atención.
¡Carajo!
—Eso no te importa.
Mamá me lanza una mirada seria y fría antes de hablar: —puede que a él no le importe —me hace saber—. Pero a mí sí, jovencita… así que dime: ¿Cuál es el motivo de la pelea esta vez?
Es oficial.
He perdido por completo el apetito. Cenar con mamá y mis hermanos se ha vuelto imposible. Por algo tenemos que discutir y, como siempre, la mala termino siendo yo.
Pero, ya estoy más que acostumbrada a ello.
—¡No tuve ninguna pelea! —digo por milésima ocasión— ¿es tan difícil creerme?
Ella no dice nada. Eso es más que suficiente para saber cual es su respuesta. No es necesario que lo diga en voz alta, su mirada ya me ha dicho todo.
—Si no fueras como eres —expresa y, esas palabras son como dagas apuñalando mi corazón—, tal vez; solo tal vez, podría creer y confiar en ti.
<<¿Cómo soy?>>
—¡oh, perfecto! —me levanto de mi puesto, no soporto estar ni un segundo más aquí—. Lamento no ser una hija digna de tu confianza y que solo te causa problemas todo el tiempo.
—Sabes que detesto cuando eres sarcástica —su voz suena seria—. No lo volveré a repetir. No uses ese tono conmigo ¿entiendes?
Hago un esfuerzo por retener las palabras que se mueren por salir, no quiero echarle más leña al fuego. Por otro lado, Catalina, se ve preocupada y no la culpo, hasta ahora esta sería una de las discusiones más fuertes que hemos tenido nosotras dos y, por el bien de mi hermanita no quiero que empeore.
Solo por ella, me contengo.
Sin embargo, Armando, es otro cuento: —parece que estás en problemas —no pierde la oportunidad de burlarse.
—¿Quieres cerrar la boca? —le pregunto a mi hermano, molesta.
—¡¿Olivia?! —me reprende, mamá. Es lo mismo siempre, solo ve lo malo que yo hago, no debería sorprenderme—. Haz el favor de volver a sentarte para que así terminemos de cenar como una familia normal. No quiero seguir discutiendo contigo.
Suelto una sonrisa irónica.
<<¿Familia normal? >>
Hace mucho que no somos una familia normal y si es que, aún podemos considerarnos una familia. Papá, no pasa tiempo en casa, mis hermanos están metidos en su mundo y mamá por más que su cuerpo está presente es como si ella no estuviera aquí y yo… yo no hago más que estar encerrada en mi habitación evitando este tipo de situaciones.
Me gustaría que las cosas fueran diferentes. Por desgracia, no siempre todo es como uno quisiera fuera, esa es una ley indiscutible de la vida. Es un hecho que, por más que queramos, no podemos ignorar. Tarde o temprano la realidad nos golpea y de la manera más inesperada.
—Cenen, ustedes —espeto—. No quiero que mi presencia termine de dañarles el apetito.
Me retiro del comedor. Camino hasta las escaleras y subo nuevamente a mi habitación. Tirándome en la cama, lo único en lo puedo pensar es:
<< ¿en qué momento mi relación con mamá se rompió de esta manera? ¿podremos volver a ser como éramos antes? >>
En un intento de despejar mi mente, agarro mis cuadernos y me dedico a realizar las tareas que tengo pendientes. Resultó ser algo inútil, pues, no conseguí concentrarme y mucho menos escribir ni media palabra. Suelto un suspiro. Resignada dejo la hoja tal cual como empecé a realizar ese estupido ensayo.
Reviso la hora en mi teléfono. Son las 10:00 P.M.
Vuelvo a suspirar.
Me levanto y me dirijo a ponerme mi pijama, cuando, lo que parece ser una piedra golpea mi ventana. Lo ignoro, pero, de nuevo escucho el sonido. Con cautela, ruedo un poco la cortina, no vaya a ser un asesino en serie o un ladrón.