Soy la oveja negra de mi familia

Capítulo 19 [editado]

 

Olivia. 

Hoy me levanté de buen humor. Lo cuál es raro teniendo en cuenta que detesto despertarme temprano para ir al reclusorio…digo, a la escuela. Seguro debe ser por haber destruido el auto de Leo. Sí. Debe ser eso. Tan solo recordar la expresión que tenía en su cara provoca que una sonrisa de satisfacción se forme en mi boca. 

No suelo ser tan intrépida pero… ¡Dios! se sintió también romper la ventana de ese auto que me preocupa volver hacerlo. 

Suelto un suspiro. 

Alejo todos esos pensamientos de mi mente. Estiro un poco mi cuerpo antes de bajar de la cama y dirigirme al baño. Dejo que el agua me cubra por completo. Está fresca y agradable. Cierro los ojos mientras retiras el shampoo de mi cabello. Luego aplico el acondicionador. Admito que me estoy tomando más tiempo del que normalmente me lleva lavar mi larga cabellera. Sin embargo, arrugo mi nariz molesta cuando mi “lindo” hermanito toca la puerta para que ya salga del baño. 

Lo ignoro. 

Él sigue insistiendo. En vista de que no le presto atención, me amenaza con decirle a mamá que me escapé aquella noche para ir a la fiesta con Ana. 

<<¡Carajo!>> 

Sabía que nada podría salir de que Armando me hubiera atrapado llegando tarde a casa. 

—No te atreverías —digo abriendo la puerta del baño lo suficiente para poder ver asomar mi cabeza y así verlo a los ojos. 

—¿Quieres apostar? —se cruza de brazos. 

Conociéndolo como lo conozco es obvio que si es capaz de delatarme. Sé que si mamá se entera a estas alturas de que fui a esa fiesta sin su permiso no podría empeorar más la situación entre nosotras. Aun así, prefiero no arriesgarme. 

Sin más alternativa salgo del baño. Mi hermanito entra de inmediato y cierra la puerta tras de él. Vuelvo a mi habitación. Cuando estoy lista bajo a desayunar. Al terminar recojo mi morral. Me aseguro de tener todo dentro y espero afuera de la casa a que mis hermanos terminen de alistar sus cosas. Casi cinco minutos después nos ponemos en movimiento por la carretera. 

Como siempre mis hermanos bajan primero. Para evitar que el ambiente sea más incómodo de lo que ya es. Decidí ponerme mis audífonos con el volumen de la música a todo lo que da. Miro por la ventana y no despego mi vista de allí hasta que siento que nos detenemos. 

De inmediato abro la puerta y salgo del auto. 

No consigo ver a Ana, así que pienso que tampoco vino a clases hoy. Parece que me adelanté porque a los pocos segundos aparece y tomándome por sorpresa me da uno de sus melosos abrazos. Esta vez no la aparto de inmediato y dejo que me abrace un poco más. No lo demuestro pero la quiero y me preocupo mucho por ella. Por eso me siento aliviada de ver su rostro sonriente de nuevo. Espero no tener que verla llorar otra vez. Aunque sé que eso es imposible. Después de todo la vida nos pondrá en el camino momentos alegres pero también tristes y eso hay que aceptarlo. Hay que aceptar tanto las buenas como las malas porque al final, son precisamente esas malas experiencias las que nos ayudarán a cambiar y mejorar como personas a medida que crecemos. 

Es algo inevitable. 

Sonrió y con mi característico tono sarcástico digo: —Así que reviviste. 

—Por supuesto que reviví —responde ondeando su ondulado y brillante cabello rubio—. Después de romper con alguien solo se debe llorar tres días y luego apareces más diva que nunca. 

—¿En serio? —inquiero con una ceja levantada. 

Ella asiente. 

—Lo leí en una revista —confiesa y yo niego con la cabeza—. Y sí que era cierto. 

—Pues me alegro. 

—Gracias —muestra una espléndida sonrisa y no puedo evitar sonreír también—. Aunque también pasó algo que ayudó a levantarme el animo. 

—¿Qué?

—Al parecer alguien fue hasta la casa de Leo y arruinó su auto. Hasta partió el vidrio de una ventana. 

Casi me ahogo con una tos repentina. 

—Sí —respondo—. Es solo que… ¿Quién habrá hecho eso?

—No tengo ni idea. Pero se lo merece por ser un infiel. 

Y yo estoy totalmente de acuerdo. 

—Aunque hay algo que me molesta —dice cruzando sus brazos—. No haber estado allí para ver su cara cuando vio cómo quedó su precioso auto. Es una lástima —se lamenta con un suspiro al final. 

Al escucharla decir eso recuerdo su rostro enojado y las ganas de reír reaparecen, pero me contengo. No soy una persona que acostumbra dañar propiedad privada ni mucho menos. Sin embargo, el que se mete con mi mejor amiga la paga, así de sencillo.  

Leo, es una prueba de ello. 

Me alegro que Ana, haya entendido que él no es alguien con el deba estar ni mucho menos debe considerar darle una segunda oportunidad. Siendo sincera, no la merece. Es un cretino con todo y ropa. Mi amiga necesita que la respeten y la valoren. Eso es lo que siempre le digo y agradezco que me si me escuchara, porque ella es una persona que brilla por sí misma y no es justo que otro quiera opacarla. 




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