Soy la oveja negra de mi familia

Capítulo 31[editado]

Las cosas entre mamá y yo volvieron a ser como antes. Incluso me atrevería a pensar que están peor. Ninguna de las dos ha dicho una sola palabra después de nuestra discusión en la noche del sábado. Pasé todo el domingo encerrada en mi habitación (mirando el techo porque sin teléfono o conexión a internet no hay mucho que pudiera hacer tampoco). Y ni qué decir del trayecto a la escuela esta mañana. Se sintió completamente incómodo y extraño. Lo único que se escuchó en todo el camino fue la emisora que estaba sintonizada en la radio del auto. 

No bien nos detemos salgo del vehículo sin siquiera despedirme. En realidad. No soy capaz de hacerlo, ni siquiera me atrevo a mirarla a los ojos. 

No puedo. 

Solo me dedico a caminar hasta la multitud de estudiantes que esperan en la entrada para iniciar las clases. 

De pronto, siento que alguien se me acerca por detrás y seguidamente oigo una voz más que familiar: —Buenos días, liv. 

—Buenos días —respondo sin muchos ánimos a la rubia junto a mí. 

—Después de todo no resultó bien, ¿verdad? 

Es obvio que habla de mamá. 

—¡Nah! Todo terminó de maravilla 

—Eso de ahora es sarcasmo, ¿verdad? —pregunta al tiempo que frunce sus perfectas y peinadas cejas. 

—Sí que me conoces. 

La rubia rueda los ojos. 

—¿Qué pasó? 

Suelto un suspiro pesado. 

—Qué no pasó, más bien. 

Su expresión cambió de golpe. Ahora su mirada refleja pena y culpabilidad. 

—¿Fue tan grave? 

—Discutimos, me quitó mi telefóno y puede que esté molesta conmigo hasta que sea abuela. Sí, creo que fue muy grave. 

—Te dije que podía hablar con ella. 

 —Y yo te dije que no —le recuerdo—. Ya no hablemos más de esto y mejor vayamos a clase —digo, al ver que ya las demás alumnas han empezado a ingresar al interior de la institución. 

Y justo como se lo pedí, llegamos hasta el salón en completo silencio y yo se lo agradezco. 

Solo quiero estar tranquila. Despejar mi mente y pensar en cosas diferentes hasta que regrese a casa y vuelva a meterme en mi cuarto. Me detengo a unos escasos centímetros de la puerta. Un brazo se interpone bruscamente entre mi asiento y yo. Luego un torso y por último un rostro. 

Y resulta ser el rostro de la persona que menos quería ver el día de hoy. 

Sin dudas lo de estar tranquilo queda tachado de la lista. 

—Definitivamente la que menos corre vuela, ¿no es así, Olivia? 

—No estoy de humor para tus tonterías, Veronica. Así que quítate —le pido amablemente, mientras intento entrar al salón. 

No consigo moverla ni un milímetro de la puerta.

Respiro profundo y clavando mis ojos en los suyos sin dejarme intimidar, pregunto: —¿Qué carajos quieres? 

—Que te alejes de mi hermano. Eso quiero. 

Cierto. 

Con todo lo que ocurrió, ya se me había olvidado ese pequeñísimo detalle. 

Aunque entre más lo miro más me es difícil creer que alguien como Marcos sea hermano de esa víbora. 

En verdad lo compadezco. 

—Y si digo que no, ¿qué harás? 

Ella ríe con sorna. 

—Más te vale hacerlo. 

Ahora la ríe soy yo. 

—Pues, es una lastima —corto la poca distancia que hay entre ambas—. No quiero ni pienso hacerlo. Además, gracias a ti tengo que limpiar la escuela y el jardín todos los días… así qué. 

—¿Es así? —pregunta con una sonrisa torcida y yo simplemente asiento sin decir una palabra. 

En eso llega la hermana Bernarda, quien es la encargada de impartir la primera clase de los lunes: ¿Por qué todavía siguen afuera del salón señoritas?  —inquiere, mirándonos a mí y a Ana. 

—Esperábamos que Verónica tuviera la cortesía de dejarnos pasar, hermana —respondo con un tono tranquilo y relajado. 

Verónica de inmediato retira la mano y nos permite la entrada. 

De inmediato Ana y yo nos acomodamos en nuestra respectiva mesa. Resulta que son pupitres para dos personas, lo cuál nos viene perfecto. Sacamos nuestros implementos y esperamos a que inicie. La rubia no contuvo su curiosidad y pregunta en voz baja para que solo yo pudiera oírla:—¿De qué hermano hablaba la mosca esa? —con disimulo señala hacia la dirección en dónde está Verónica. 

—Te cuento luego. La clase va a empezar. 

—Más te vale que lo hagas, Liv —me amenaza con una mirada fulminante. 

—Lo haré. Lo prometo. 

 

****

La jornada escolar acabó por lo qué me encuentro recogiendo la basura y hojas del jardín. Me detengo un minuto para descansar y retirar el sudor de mi cara. Como estoy sola decido recostarme debajo del árbol del que me caí la primera vez que estuve aquí limpiando por el <<servicio social>>




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