Soy la oveja negra de mi familia

Capítulo 35 [editado]

 

𝑴𝒂𝒓𝒄𝒐𝒔

Olivia no dice nada. Simplemente se dedicó a mirarme con sorpresa y mi primer pensamiento es que lo he arruinado. 

Lo más seguro es que no quiera volver a verme nunca más. Y lo peor es que no podría culparla por ello. Abro la boca para disculparme por haber dicho tan estupido e imprudente pero ella no me da la oportunidad porque pregunta: —¿De… De verdad quieres besarme? —su voz me indica que está nerviosa, aunque trata de ocultarlo sin mucho éxito.

Sus ojos fijos en mí, expectantes por una respuesta.

Cerrando los ojos elevo mi cabeza al cielo y cuando los abro de nuevo lo único que consigo decir es un débil y tembloroso "sí" . Porque aunque no lo parezca, yo debo estar igual o más nervioso que ella. 

—Creí que no te gustaban las colegialas —me recuerda.

Sonrío.

—Bueno, a lo mejor una chica rebelde consiguió hacerme cambiar de opinión —confieso. Ahora es Olivia la que sonríe.

—¿Te estás confesando, Doc?

—Sí —para qué voy a mentir—. Eso es justo lo que estoy haciendo. Te estoy diciendo que me gustas.

Veo como sus mejillas se tiñen de un leve tono rojo.

—Tu hermana me odia y para tu tía probablemente cree que soy la encarnación del anticristo —río ante su exageración, pero, no creo que esté del todo equivocada—. Lo sabes, ¿Verdad?

—Lo sé —respondo de inmediato—, pero no me importa.

—En ese caso, ¿qué estás esperando?

—¿Para qué?

—Para esto. 

Tomándome desprevenido. Sujeta el suéter que tengo puesto con ambas manos, acercándome más a ella y contrario a todos mis pronósticos. Es Olivia quién une nuestros labios y me besa. Esta chica siempre consigue sorprenderme.

Ella, en definitiva, es diferente a todas las chicas que he conocido antes.

—Teniendo en cuenta que es mi primer beso —comenta a modo de broma apenas nos separamos—. No estuvo nada mal.

—Eso se puede arreglar  —aseguro besándola otra vez. 

En esta ocasión me aseguro de saborearlo y disfrutarlo al máximo. Por lo qué el beso es más lento y profundo que el anterior.

Y carajo.

Hasta ahora no sabía que un beso podría sentirse tan bien. Escucho como los latidos de nuestros corazones empiezan a mezclarse y una corriente eléctrica recorre mi cuerpo justo en el momento en el que Olivia, coloca sus brazos alrededor de mi cuello. Sí. Solo ella es capaz de causar tal efecto en mí.

Nadie más consigue afectarme de esta manera.

Lo peor de todo es que no me molesta en absoluto.

Frunzo el ceño con molestía cuando me obligo a interrumpir el beso por falta de aire. Sin embargo, al mismo tiempo no paro de sonreír como un tonto.

—Espero haberlo hecho mejor que antes —comento mirándola a los ojos.

—Apenas —bromea.

Finjo indignación.

—¿Es todo lo que dirás?

—Sip —admite con una sonrisa traviesa—. Es todo lo que diré.

—Eres cruel.

—Y eso es parte de mi encanto.

—Bueno, no puedo negarlo. 

Ambos reímos ante mi comentario.

—Lamento tener que arruinar el ambiente —dice, Olivia —, pero ya es momento de que me lleves de regreso a casa.

—¿Tengo que hacerlo?

Ella asiente y yo suelto un bufido, porque a pesar de que quiero que este momento sea eterno, debo hacer lo que me pide.

Lo último que busco es causarle más problemas.

 

****


Una vez nos encontramos frente a la casa de Olivia, la ayudo a quitarse el casco antes de bajar la motocicleta. Siempre tiene problemas con el broche. Cosa que me parece graciosa pero al mismo tiempo me resulta tierno.

La miro y todavía no logro asimilar lo que sucedió esta noche. 

Si no estuviera despierto me atrevería a pensar que se trata de un sueño. Un maravilloso y gratificante sueño. No sé si la chica junto a mí estará pensando lo mismo, pero yo solo quiero imaginar que sí.

—Supongo que ya tienes que entrar —digo mirando en dirección a su casa.

Olivia suspira con pesadez.

—Sí, tengo que hacerlo —me mira y agrega—: Tú, también deberías irte ya.

—Planeo hacerlo una vez que compruebe que estás sana y salva en la tuya.

Sonríe.

—No tienes porqué hacer eso. Solo tengo que dar unos cuantos pasos.

—Es mejor estar seguros —me encojo de hombros.

—De acuerdo. Entonces, ya me voy.

No muy dice cuando se gira para caminar hasta su casa. Se pronto se detiene y regresa a dónde me encuentro. 

—¿Pasa algo?




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