Capítulo 21: "¿Descuidándonos?"

El encuentro entre Gael y Agni había sido algo irremediable, ya que tarde o temprano darían el uno con el otro, pero… estas circunstancias eran más que ideales para que ellos pudieran entablar una charla libre de prejuicios, por lo menos, entre ellos.

—¿Cómo me llamaste? —espetó con desagrado.

—Pequeña serpiente. Es un buen apodo para ti, ¿no crees? —le dijo con una sonrisa muy bien marcada—. ¿Acaso no te gusta que revelen tu verdadera naturaleza?

—No estoy intentando ocultarme, si eso es lo que crees que hago —aclaró Gael.

—No me refiero a eso. Quiero decir que eres un ser muy rastrero —declaró Agni, quien luego se llevó sus manos a los bolsillos, demostrando que no estaba haciendo ningún esfuerzo por no intentar insultarle—. Sé bien lo que traes contigo.

—Si lo sabes, entonces deberías entender bien que no debes meterte conmigo —le aseguró a su contrario, al cual le devolvió la sonrisa.

—Que atrevido eres —le mencionó y se acercó a él hasta quedar delante suyo—. Pero déjame avisarte de algo. Tú y yo de ninguna manera somos “compañeros”, ¿entendido? Sé bien que tanto tú como mi tío planean hacerle algo a mi padre, así que los detendré a toda costa —aseguró con arrogancia, pero la leve risa que soltó Gael borró todo rastro de confianza en el rostro de Agni, dejando ahora entre ver una mirada de molestia.

—¿Y qué podría hacer un sujeto que está tan solo como tú? —recalcó, y ante esto, el castaño se enderezó—. Tienes la osadía de decirme eso, pero como dije, no dispones de la ayuda necesaria. La mafia a la que perteneces aún no la has heredado, y por lo que dijo Malcon, probablemente no lo hagas —aquello que anunció el pelinegro, hizo fruncir el ceño del muchacho—. Así que dime… ¿tienes alguna tontería más que decirme?

—Sí —aseguró Agni.

El de los reflejos albinos, sonrió como si no hubiera escuchado nada de lo que el otro le hubiera planteado momentos atrás, cosa que logró incomodar a nuestro antagonista.

—Me subestimas y eso es bueno —él se acercó a Gael y palmeó un par de veces su hombro con los ojos cerrados—. Que pases una buena estancia, pues… será breve.

El pelinegro observó cómo ahora ese heredero de poca monta, se retiraba tan pacíficamente como lo había encontrado, y que… le provocó apretar sus puños con rabia.

—Maldito engreído.

***

Cambio de narrador; primera persona:

Al salir de la tienda de ropa interior, traspasamos una gran cantidad de humo, el cual dejamos atrás los tres, pero apenas cumplimos nuestra huida de la tienda, nos topamos con Asteris, quien chocó estrepitosamente contra el misterioso muchacho por casualidad. El impacto provocó que cayeran al suelo, dejando también a Dalton tendido sobre éste al igual que al que nos rescató.

—¡Ugh! —empezó a toser mi amado mientras se apoyaba sobre la vereda, y en el caso de nuestro rescatista, él se sentó casi enseguida en el suelo.

—¡Chicos! —iba a socorrerlos, pero mi maestro se me adelantó.

—¡Oh! ¡Lo lamento tanto! —apenas se inclinó, se dio cuenta de quienes éramos. Enseguida las reprimendas del de lentes no se hicieron esperar, en cambio, su mano sí, puesto que realmente no les brindo el apoyo necesario para levantarse a los chicos—. ¡Los he estado buscando por todas partes! ¡Me han hecho volverme loco!

—Ya tendrás tiempo para reprocharles después, niño bonito —mencionó el misterioso chico, quien se levantó por sí solo, aparte, Dalton también logró incorporarse, aunque gracias a mí.

—¿Niño bonito? —dijo levantando una ceja mi maestro.

—¡Tenemos que escapar, Asteris! —le gritó Dalton.

—Bien, entonces síganme. Las preguntas se las haré después —el de lentes no indagó más por el momento en el tema, pero sí que le echó una mirada al tipo que nos acompañaba, aunque después de eso, nos llevó al vehículo que no estaba muy lejos de ahí. Muy pronto nos subimos a todos al auto, y como era de esperarse, Asteris salió pitando apenas pudo hacerlo.

—Bien, mientras estamos escapando, ahora sería oportuno que me dijeran quién es nuestro nuevo amigo —mencionó seriamente el de lentes en lo que realizaba maniobras imprudentes.

—¡Wow! Es impresionante tu forma de conducir al volante —dijo el sujeto que estaba justamente sentado en la parte delantera con ese hacker.

—Para serte sincera, no sabemos quién es —expliqué mientras me abrazaba a Dalton asustada, por la forma de conducir que tenía.

—Entró justo cuando estábamos a punto de ser asesinados —le informó Dalton, quien estaba sujeto a la manija del auto con una mano, y con la otra me abrazaba.

—¿Qué? —preguntó él extrañado, y cuando Asteris miró de nueva cuenta al chico cubierto, éste ya se había quitado lo que le tapaba la cara, dejando ver a un muy atractivo muchacho de cabellos castaños con reflejos blancos, y ojos color miel como los de él.

—Hola nena —canturreó guiñándole el ojo.

De un momento para otro, Asteris frenó de repente haciendo que cayéramos tanto Dalton como yo al borde de los asientos, cosa que luego resultó en que nos costara mucho salir de esa parte.

—¡Deberías tener más cuidado al frenar! —le gritó Dalton furioso, no obstante, éste se calló cuando vio la cara de Asteris.

—¡Ustedes dos…! ¡Trajeron consigo al hijo de Clemente Neutraalne! —gritó espantado Asteris, quien luego agregó—. ¡Salgamos rápido del auto! —en cuanto amagó el peliblanco para abrir la puerta, Agni lo agarró del cuello de su camisa, y lo atrajo hacia él, propinándole un tierno abrazo que nos dejó pasmados a los tres (especialmente a Asteris).

—No tengan miedo, especialmente tú —le dijo tocándole la nariz a ese hacker, quien se avergonzó por ser sujetado de esa manera, y buscó rápidamente escaparse de entre sus brazos.

—¡No vamos a confiar en ti, en especial porque tu propia familia quiere matarnos! —avisó Asteris de nueva cuenta, quien buscó repetir su acción, es decir, la de bajar del auto. Sin embargo, el heredero de la familia Neutraalne lo volvió a sujetar.