Como había dicho antes, me encontraba acomodado a un costado de la carretera para poder escuchar la voz de quien me llamaba. Y en un comienzo, noté una respiración agitada, pero ni siquiera me faltó oír ni la primera letra de lo que iba a decir, ya que cuando entonó en un intento forzado de hablar apresuradamente, dejó expuesta a la persona, ¿y quién más podría ser?, Lili, por supuesto, así que mi corazón se descarriló con obvio entusiasmo. ¿Con qué motivo se animaba a llamarme?, la verdad es que no lo sé, no obstante, eso me hacía emocionar aún más. Entonces me llegaron a mi mente las palabras de Louis, “¿Sabes quién se está esforzando?”, y entre mis desvaríos que buscaban el porqué de esta situación, me di cuenta de que no le estaba contestando.
—¿Hay alguien ahí? —preguntó con nerviosismo. Quizás pensaba que le había colgado, por eso me apresuré a hablar.
—¡Estoy aquí!, disculpa, es que me sorprendiste —me rasqué la nuca en señal de preocupación, mis mejillas se coloraron, y mis músculos se tensaron. Las muestras de estar enamorado son algo problemáticas, y te hacen sentir a veces como un auténtico idiota, por eso con disimulo, coloqué el teléfono en mi hombro, lo presioné de lado con mi cabeza, e inmediatamente tomé el manubrio, para más tarde, empezar a caminar con mi moto a un lado.
—¿Dalton?, no, yo lo siento, tendría que haberte dicho algo por lo de ayer, por lo que lamento el mal tragó que te hizo pasar Gael; él no es tan malo como parece —me quiso convencer de eso, pero estaba seguro que no compartíamos la misma opinión.
—No creo que pensemos igual respecto a él. Por otro lado, no deberías disculparte por eso. Si en verdad está arrepentido por lo que hizo, entonces tendría que venir de su parte —le dije tratando de sonar lo más amable posible, pero entendía bien que seguramente mis palabras estaban mezcladas con una inevitable pizca de desagrado; no quería escucharme de esa manera, no obstante, ese tipo realmente no me agradaba.
—Tienes razón… disculpa —en ese momento no pensé que tan pesadas podrían haber llegado a ser mis palabras, pues intentaba serle sincero, más no deseaba acorralar a mi princesa.
—Perdona yo no quería… —me vi interrumpido por ella.
—Espera, no es lo que piensas, no te llamé solo por eso —esa respuesta me dejó sin aliento, y a continuación un ligero silencio se plantó, más luego, como si el viento pudiera arrastrar éste, así desapareció aquel ante sus planteos—. Es… por la carta —mencionó de una forma pausada, y eso me hizo sonreír.
—No deberías preocuparte, ni tener que disculparte por ello, es decir, ya no se puede leer —le respondí entre suaves risas.
—Sí se puede leer, ya que tomé los trozos y los pegué con cinta adhesiva —eso me tomó desprevenido. No llegué a pensar que ella pudiera hacer tal cosa, pero allí caí en la cuenta de lo que me dijo su hermano; ¿acaso se había quedado toda la noche reconstruyéndola?
—¿Te quedaste todo este tiempo pegando los trozos? —le pregunté impactado.
—Sí, sé que suena un poco tonto, pero… no quería que se desperdiciara algo a lo que le habías dedicado tanto tiempo. Te veías tan decidido a dármela, aparte, tus ojos brillaban cuando estiraste tú mano para entregármela —parecía hablar con cierta vergüenza respecto a lo que me decía. Hasta ese momento, ella no me había dicho algo tan lindo. ¿Mis ojos brillaban?, no, más importante que eso, era que ella me había mirado a los ojos sin que me diera cuenta, y seguro que pasó eso por lo apresurado que estaba.
—¿Me miraste a los ojos? —y casi como si lo notara; casi como si lo viera, supe en aquel momento que después de hacer esa pregunta, que sus mejillas se encendieron con fervor. ¿Cómo no me iba a dar un salto el corazón? Elevé mi rostro al cielo y sostuve el teléfono antes de que se me cayera por el movimiento y, finalmente, le dediqué una gran sonrisa a las nubes. Mi ángel me estaba viendo. No importaba si lo que pensaba me lo estaba imaginando, pero lo que realmente me interesaba era eso: que ella me estaba ahora notando.
—Sí… admito que sí —dijo suavemente y esa respuesta me bastó para hacerme apresurar el paso con entusiasmo.
—Entiendo, ¿y qué dice la carta? —la interrogué; al ritmo que iba, seguro que llegaría más rápido a mi hogar.
—Pues no entendí mucho, verás… aquí dice, “Tu vida será de color ámbar…” —aunque estaba agradecido por el esfuerzo enorme que había hecho ella, no podía negar que estaba más que equivocada.
—No no no, no es de esa manera —le aclaré.
—¿Entonces cómo empieza? —resopló—. Y yo que me había esforzado por pegar la carta… —no pude evitar reír suavemente al comienzo, para más tarde animarla.
—No te preocupes, por lo menos has hecho el intento. Y ahora mismo te la relataré; me la sé de memoria.
—¿De verdad? —dijo ella sorprendida.
—Sí, escucha con atención —tomé algo de aire y empecé a relatar la carta.
Para mi Ángel:
¿Sabes cuan maravilloso fue nuestro encuentro? Aquel momento me cambió la vida; ha hecho que un nuevo mundo se inaugure en las puertas de mi corazón; es un mundo que posee tu nombre; solo tu nombre. Te preguntarás qué será lo que principalmente pude distinguir de ti, pues yo sé bien la respuesta, y aunque quizás no lo recuerdes, yo tengo plasmados en mi alma tus hermosos ojos color ámbar. Esos orbes me persiguen cada noche y me recuerdan que no estás a mi lado; me relatan deseos mezclados con algunos ruegos de volver a estar a tu lado. Quizás suene extraño, pero así yo lo siento; así yo me doblego, me derribo a tus pies, y me revuelco en un mar de anhelos. Quizás lo siguiente que diga sonará egoísta, no obstante, ansió que me ames. Por eso… ¿sería un pecado muy grande decir que me lo entregues todo ahora?
—Creo que todo aquello que te he dedicado, deja en evidencia mis sentimientos por ti, Lili —le aseguré luego de terminar de narrar. Sin embargo, lo curioso vino después, pues ella no me estaba contestando. ¿Acaso me había colgado?—. ¿Hola? —repetí unas cuantas veces hasta que por fin tuve respuesta.
Editado: 15.06.2024