Era un sabor poco común. ¿Quizás era miel? ¿O el helado que engullimos antes? ¿Sería eso tal vez? No lo supe decir con cierta exactitud; no hasta que mi lengua se enredó con la suya y noté la textura de algo redondo y duro. El gusto entonces se hizo más intenso y mi agarre sobre sus hombros más imponente, pues no quería soltarla. Mis mejillas no dejaban de arden, y casi podrían compararse con una sartén repleta de aceite hirviendo. De un instante para otro, le quité el aparente caramelo que ella había estado consumiendo disimuladamente, y lo pasé a mi boca.
—Lili —susurré su nombre dejando salir un poco de mi aliento, el cual se transformó en apenas una pequeña nube de vapor, y en cuanto tomamos un poco de distancia el uno del otro, se llegó a discernir un fino hilo que unía sensualmente nuestras comisuras. Mi estado había empeorado, pues veía además un poco borroso, y quizás el mareo que empezaba a sentir se debía a los explosivos sentimientos que ahora invadían mi cuerpo. Apenas pude notar el descomunal carmín que había despertado en mi amada, a lo cual, aquel paisaje hubiera sido gratificante de no ser porque me di cuenta que ella estaba temblando y sus ojos parecían estar a punto de volverse fuentes de agua—. Lili yo… —no llegué a terminar la frase que, en menos de dos segundos, sentí que algo aterrizó violentamente sobre mi rostro, e hizo cambiar mi visión panorámica; ahora mis ojos se posaban en la pared que estaba a mi lado.
—¿Cómo…pudiste? —su voz dulce se escuchaba desquebrajada, como si recientemente alguien la hubiera magullado de alguna manera, pero espera, ¿acaso no había disfrutado de aquel beso? Mis ojos se abrieron con amplitud y volteé enseguida hacia ella mientras me llevaba una mano a la zona afectada.
—Es que yo… —por un instante me sentí abrumado; me sentía atrapado, y debido a ello dije lo obvio; dije aquello que siempre creí—. Es que te amo, y sé que estamos predestinados a estar juntos —yo pensaba que era un chico normal hasta este momento—. No importa si no me aceptas ahora, lo harás en un futuro —eso era cierto—. Voy a estar cerca de ti, aún después de que declines mis sentimientos —le aseguré—. ¡No voy a rendirme ante nadie! —y aquí venía lo pesado, ya que di un paso al frente mientras que Lili retrocedió con cierto temor—. ¡Eres mía, y no te cederé a nadie más! —ahora sé lo que soy.
Mi bella flor me miró con un gran temor en sus ojos, y empezó a negar con su cabeza como si entendiera lo mismo que yo había comprendido.
—¡Estás loco! —gritó cerrando sus ojos e inmediatamente salió corriendo. Estiré mi mano hacia ella y vociferé también su nombre.
—¡No, estás equivocada Lili! ¡No es lo que piensas! —le exclamé, no obstante, sabía que no serviría de nada, ya que mis propias palabras me dejaban en evidencia, de hecho, entendía bien por qué me dedicó esa expresión. Más adelante, caí al suelo de rodillas víctima de los recuerdos: sobre las advertencias de mis amigos; “…seremos los primeros en avisar a la policía…”, luego estaba el hermano de Lili; “¿De qué estás hablando muchacho?, lo que tú haces es un crimen.”, y finalmente, lo que escuché de parte de Gael; “¿No eras tú a la que le incomodaba su comportamiento?”. Todas esas frases; todas esas cosas; sólo indicaban algo—. Soy un acosador —susurré para mí mismo y me mordí el labio inferior. No podía evitar reconocer que lo era; descubrir la verdad era algo doloroso y desconsolador. ¿Entonces no amaba a Lili? ¿Esto no era más que una obsesión? No, no podía ser de ese modo. Sin embargo, era verdad: mi comportamiento, las ganas de saberlo todo sobre ella, de querer ser perfecto, todo eso y más… lo sabía, pero aún me costaba reconocerlo—. Debó volver a casa —expresé, y lentamente me levanté del suelo, luego me dirigí a mi hogar con el ánimo destruido mucho más que mi rostro.
En lo que caminaba, me acariciaba con las puntas de mis dedos mi mejilla, y al mismo tiempo otros nubarrones de pensamientos surcaban mi psiquis. Vaya tonto que había sido, e igualmente era verdad que ahora tenía instalada una mala costumbre, aunque tampoco podía borrar lo que ya sabía de Lili, y mucho menos, dejar de mirarla.
—Hola hijo, dentro de poco será la hora de comer. Puedes bañarte mientras esperas —yo asentí después de llegar, y agradecí a mi madre. Podría ser que eso que me había sugerido, fuera a calmarme, así que probé hacerlo. Sin embargo, terminé pensando en muchas otras burradas que no venían al caso, aunque admito que por lo menos sirvió para sentir mi cuerpo más liviano. Para cuando terminé, mi progenitora ya me estaba vociferando, y para mi sorpresa, esa noche, pude ver a mi padre en la mesa. Como dije tiempo atrás, no siempre estaba en casa, y a veces se encontraba muy ocupado, pero hoy al parecer tocaba la cena familiar. Posteriormente, me reuní con ellos en el comedor, y disfrutamos de un delicioso mejunje de cosas que había, además, como de costumbre, mi padre notó mi falta de ánimo.
—¿Qué ocurre hijo?, estás muy callado, más de lo usual —vaya chiste más malo. De todas formas, no es que necesitara hablar demasiado con ellos de ciertas cosas para que adivinaran cómo me sentía.
—No, es sólo que… papá —levanté la mirada de mi plato y lo observé algo preocupado.
—¿Qué pasa? —volvió a preguntar.
—¿Me querrían aun sí yo me transformara en un monstruo? —lo más acertado de esta inusual incógnita, era que podría ser respondida con más naturalidad si tan sólo fuera un niño. Lo que sí, no esperé lo siguiente: ellos se miraron entre sí con una divertida sonrisa y se echaron a reír.
—Esa pregunta nos la hiciste cuando aún eras un retoño —dijo entre risas mi madre.
—Sí, sí, lo recuerdo bien. Fue unos días después de lo que pasó, ¿no? —respondió mi padre.
—Sí, cuando se desmayó y estuvo gritando por la ventana luego de levantarse —mi madre no paraba de sonreír de sólo recordarlo, y yo no podía evitar avergonzarme, aunque… no podía decir que recordaba ese acontecimiento tan poco usual.
Editado: 15.06.2024