El rey Claude Fish, un hombre que pase a su título, era amable y bastante humilde; que adoraba a no más poder a sus hijos y les deseaba lo mejor, ahora estaba huyendo un momento de sus responsabilidades reales, para ver a su hijo menor, quien estaba en la biblioteca, leyendo junto a Sofía.
Los dos niños mantenían una gran distancia, pero se nota que se llevaban muy bien, después de todo, su hijo odiaba leer.
-Así que Sofía, Alan, ¿se llevan bien?- preguntó el hombre, de manera amable, llamando la atención de los niños que no lo habían notado.
Ése hombre se movía como un ninja cuando huía de sus responsabilidades.
Sofía, sonrió de manera muy alegré por la pregunta mientras cerraba su libro.
-Si, es un juguete muy...
-Si, nos llevamos muy bien, señor.- respondió Alan, interrumpiendo a la niña.
El rey, que se disgustaba cada vez que su hijo menor lo llamaba señor, lo ignoró está vez y sonrió de manera muy alegré.
-¿Qué dicen de la opción de casarse y unir nuestras familias cuando sean más grandes?- preguntó, sonriente.
Sus esperanzas de que su hijo un día se comprometa con la hija de su querido amigo, no morirían jamás.
Quizás su amada esposa no esté de acuerdo, pero ella nunca aprobaba nada.
-Señor, no haga bromas así.- pidió el niño rubio, con seriedad.
El único motivo por el que estaba en ésa biblioteca, leyendo un tonto libro en silencio, era para evitar ser el juguete de ésa niña bestia, que posiblemente debía estar molestando a Edith.
-La verdad... yo si quiero.- dijo Sofía, de manera tranquila.
El silencio gobernó por unos segundos, mientras padre e hijo veían a la niña, fijamente.
-¡¿Qué?!
Preguntaron ambos, el hombre con felicidad y el niño con asco.
-Vaya... ¡Sabía que cambiarías de opinión!
Es un gran sueño mío que Alan se casé un día con alguien como tu.- dijo el rey, alegré.
De sus hijos, Alan era quien más se parecía físicamente a él, así que era cuestión de tiempo para que Sofía se enamoré y así sucedió.
Su hijo debía estar tan agradecido por tener tan buena herencia genética.
-¿No debería también estar de acuerdo el joven príncipe?- preguntó la de ojos grises, fingiendo inocencia mientras Alan la veía con enojó.
¿Cómo es que podía actuar tan bien?
-Él no se opone, ¿verdad, Alan?- preguntó el hombre, mirando a su hijo.
El niño, miró a su padre, con duda.
-Yo...
En verdad, odiaba más a Sofía que a su hermano y vaya que éso era mucho, por ser el legítimo heredero cuando él es más apto para ser el próximo rey.
En circunstancias normales se negaría a la propuesta, pero...
-Si, me hace muy feliz comprometerme con usted, señorita Sofía.- dijo el rubio, sonriendo de manera amable.
Si quería que su padre cambié de opinión y le dé la sucesión del trono a él, debía complacer sus caprichos, sin dudar.
El hombre, que iba a abrazar a su hijo con alegría, oyó como lo estaban buscando y sin más, huyó.
Lo malo de ser rey, es que no tenía vacaciones.
Una vez que el hombre se fue, el príncipe Alan se acercó a ésa malévola niña, con enojó.
-¿Qué pasa por tu cabeza?
¿Por qué aceptas tal cosa?
Yo te odio, tu me odias, nos odiamos mutuamente.- dijo el rubio, con seriedad.
Estaba más que seguro que desde el inicio, los dos se odiaron y éso nunca cambiaría.
-¿Qué mejor manera de desgraciar tu vida, más que casandote conmigo y tener que verme cada día al despertar?- preguntó la niña, con una sonrisa adorable e inocente.
El príncipe menor, retrocedió, espantado.
-Tú... no harías algo así.- dijo, rogando que sea una mala broma.
Sabía que ésa niña era una mini bruja, pero no haría algo como éso, ¿verdad?
Sofía, se puso de pie y sin borrar su sonrisa inocente, ocultó sus brazos detrás de su espalda para verse más adorable.
-No, no lo haría, me quiero mucho a mi misma como para casarme con alguien a quien odio.- respondió, de manera tranquila.
Desde el primer momento, nunca tuvo la intención de demostrarle a ése niño que lo odiaba con todas sus fuerzas y lo quería ver sufrir.
-¿Entonces qué planeas?- preguntó el rubio.
Sofía, se acercó varios pasos y acercó su rostro al de su supuesto amigo, sonriendo de manera dulce mientras Alan retrocedía pero choco con una mesa que tenía atrás.
-A lo mejor, estoy enamorada del joven príncipe.- susurro la de ojos grises.
El niño, fruncio el ceño y apretó sus puños con enojó mientras ella se alejaba de manera despreocupada, hacia la entrada donde llegó Ella.
-Nos vemos, joven Alan.- exclamó con voz algo burlona mientras se iba.
Molestar al príncipe de los tontos, era tan divertido, y gracias a las insistencias del rey Claude para que se casen, ahora acababa de dar un enorme paso para su venganza.
-¿A Sofía le gusta Alan?- preguntó Ella, confundida.
Creyó que se odiaban, pero si se iban a casar... ¿entonces se equivocó?
-Me gusta hacerlo sufrir, de ninguna otra manera.- respondió la de ojos grises, sonriendo de manera tranquila.
Ya cometió el error de abrir su corazón una vez y terminó siendo odiada y decapitada, así que no volvería a cometer el mismo error dos veces y mucho menos con la misma persona.
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Días después.
Sofía se encontraba entrenando con Ella, en combate cuerpo a cuerpo, pero la niña bestia sólo se defendía ya que un golpe suyo podía ser muy dañino.
La niña de ojos grises, detuvo su puño delante del rostro de Ella que fue tomada por sorpresa.
Ella tenía reflejos inigualables, pero Sofía desarrollo una velocidad de ataque bastante aterradora en dos años de entrenamiento.
-¿Sucede algo, Lara?- preguntó Sofía, bajando su puño mientras veía a su sirvienta, que no dejaba de verla fijamente.