La nave era casi idéntica a las otras, salvo que el lugar del capitán no había una silla, sino un pequeño almohadón de terciopelo elevado, unido a un pedestal, a la medida de Ferenc. Los cuatro se quedaron en la entrada, en espera de obtener indicaciones.
—¿Y qué haremos, capitán? —preguntó Stella.
—¿Quién de ustedes sabe pilotear?
Stella y Reed alzaron la mano.
—Yo fui la mejor en mi clase —dijo Stella para lucirse.
—Yo sé pilotear naves y trenes —Reed no se iba a dejar opacar.
Stella se quedó corta al escuchar eso.
—Yo sé pilotear naves, nebulosas y centinelas —Stella alzó la mano para no quedarse atrás, le estaba haciendo competencia a Reed.
—Vaya, no creí que fueran tan prometedores —dijo Ferenc, trepándose a su sillón —. De acuerdo, ustedes dos serán mis pilotos.
La nave despegó, entonces las puertas se abrieron y Budikka salió del estacionamiento de la Justiciera. Budikka voló por los aires de Pewtto hasta perderse en el horizonte. Primera parada, investigar en el punto donde se estrelló la nave de Gaulther.
Ferenc rascó su asiento y se sentó luego, observando a los otros dos tripulantes.
—Oye tú, el de cabello bonito, ¿qué tienes en la frente?
—Un controlador de mi shroot.
—¿Qué? ¿Qué es shroot? —preguntó Tirso.
Los demás se miraron, incrédulos.
—No sé cómo le dicen aquí, creo que es algo que conocen como poder, fuerza, o algo así parecido.
—Ah.
—Aquí le decimos donum, amigo —dijo Reed.
—¿Puedes hacer una demostración?
—Yo creo que no, capitán, al menos no dentro de la nave.
¿Quién era Trip? ¿Qué especie de donum tenían los habitantes de Vulcaf? Luego, Trip hizo una pregunta curiosa.
—Perdón, pero, ¿qué es un gato?
—¿Cómo que qué es un gato? —Ferenc casi se encoleriza—. ¡Un gato es lo que yo soy!
—Lo que pasa —Trip fue lo más amable posible, y se llevó una mano a la cabeza para sacudírsela—, es que en mi planeta no tenemos esa clase de espécimen, por eso preguntaba capitán. Perdón si lo incomodé.
—¿No tienen gatos?
—Vaya amigo, tienes muchas cosas pendientes por aprender —dijo Stella.
—¿Y por qué a él no lo avienta contra la pared como a mí, capitán?
—Porque él no es odioso como tú.
—Entonces —Trip señaló a Tirso—, tú también eres un gato.
Tirso agachó sus orejas.
—Claro que es un gato, pero es de Tilius. Yo soy un gato de la Tierra —dijo Ferenc al ver que Tirso no decía nada.
—¿Tierra?
—Whenua —se corrigió—. No estoy tan acostumbrado a llamarlo por el nombre de Whenua. Cuando yo estaba ahí, todos le decían Tierra.
—El comandante Sherwin nos dijo que usted ha vivido muchos siglos, capitán.
—Eso sí, y a propósito, ¿cuáles son sus nombres?
—Stella Niccals, capitán.
—Reed Shevlin, capitán.
—Tirso, capitán.
—Trip, capitán.
—Bien, al menos sé que no voy a marearme con sus nombres. ¿Cuánto falta para llegar, Niccals? —preguntó el capitán Ferenc.
—No mucho, capitán —contestó Stella adaptándose con un poco de dificultad. No era la única. Ahí, dentro del Budikka, nadie esperaba recibir las órdenes de un gato parlanchín (Tirso no contaba).
Tirso movió los bigotes y se asomó por el ventanal del lado derecho. Las cosas no habían cambiado en nada en donde la nave fue encontrada. Iba a ser un poco tedioso, ¿cómo se supone que investigarían otra vez en el mismo sitio si las patrullas ya habían levantado las evidencias? Sólo reconocían el lugar por los árboles rotos y las marcas en la tierra y piedras cercanas, además de que el lago era un gran referente. Tirso miró a su primer capitán, al menos Ferenc tenía algo planeado en mente si ordenaba ir hasta allá.
—¿Esto está permitido, capitán?
—Claro que no Tirso, pero a mí poco me valen las reglas de los Liptor di Corps. ¿Quién de ustedes sabe de electrónica?
—¿Por qué lo pregunta, capitán? —preguntó Reed.
Entonces Stella lo entendió. Ella se agachó por debajo del tablero, buscó el cable que conectaba el rastreador con la pantalla del radar, y al cortarlo, la señal se bloqueó para no ser rastreados desde la Justiciera.
—¡Sí! Oye, eres muy rebelde, tesoro. ¿Quién te enseñó? —preguntó Reed.
—Uno de mis hermanos. Diría que tengo varios hermanos que podrían darte una paliza entre todos, incluso el más pequeño podría matarte.
—¿Y son guapos? Para que me los presentes.
Stella no sabía si golpearlo o reírse con él. Comenzó riéndose, porque la actitud de Reed le recordaba a Antarus, y fue por el mismo motivo que dejó caer una lágrima. Reed se sacó de onda.
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Editado: 22.11.2021