Diario
El día en que me case con Luke, será perfecto. Incluso ya tengo todo planeado ya que sé que él va a estar feliz con todo lo que yo decida.
Los colores serían dorado y blanco, tal vez son colores muy básicos pero desde siempre había amado esa combinación. Mis damas de honor llevarían vestidos color hueso y cada una llevaría un pequeño ramillete de calas.
Prácticamente desde pequeña tenía la idea de mi boda soñada, solo que ahora sé con quién me voy a casar.
Leo todo con atención y abro los ojos como platos con la última línea, levanto la vista hacia Luke y él me mira con una sonrisa ladina en sus labios.
– Creo que esa es mi página favorita – habla por primera vez después de un rato – y quiero que sepas que me encanta la idea de los colores... además, siempre te imagino con ese vestido de la foto que pegaste y... – suspira y deja de mirarme a los ojos – estoy seguro de que lloraría con solo verte.
Me aclaro la garganta y cierro el viejo diario. Estaba en la casa de Luke porque le había pedido ayuda con algo del trabajo y por alguna razón volvió a salir el tema del diario.
– Creí que tenías el diario en la oficina – después de guardarlo me mira – en realidad lo llevo siempre conmigo, lo siento, es algo extraño y tonto.
– No... creo que ahora es tuyo realmente, es tú decisión lo que hagas con él. Aunque yo lo hubiera quemado. – Vuelvo mi vista a mi computadora y después a él – es mejor que termine con esto.
– Oh, claro, claro, lo siento – se apresura a volver y se sienta a mi lado frente a la computadora – mira, es muy fácil.
Luke pasa toda la tarde explicándome cada cosa con una paciencia de Dioses y es que ni yo me hubiera aguantado tantas preguntas, pero él lo hizo. Incluso me explicó mil veces lo que no entendía y cada vez que me veía confundida, Luke me miraba con una ternura demasiado grande como para caber en él. Me sentía pésimo.
– Bueno y con eso terminamos – se estira llevando sus brazos hacia atrás y después despeina su cabello, quedé prácticamente ida con la perfecta vista que me estaba dando.
– Eh... gracias – sonrío y él me mira, sus ojos brillan de una manera peculiar – en serio.
– No es nada, hermosa – bosteza suavemente y se pone de pie – ¿quieres comer algo?
– No, ya debería de irme – apenas termino la oración mi estómago suena tan fuerte que incluso Luke lo escuchó.
– Uhm, tu tripita me dice otra cosa – ambos reímos al unísono y me jala hasta la cocina – deja que el chef Hemmings te prepare la mejor cena de tu vida.
Saca uno de los bancos del desayunador y hace una pequeña reverencia;
– Su trono princesa – dice aún con su reverencia y señala en asiento. No puedo evitar reír y me siento.
– Espero que ya no se te queme la comida... o que al menos hayas aprendido a diferenciar la sal de la azúcar – entrecierra sus ojos y pone su mano en su pecho de forma dramática.
– No dudes de mis dotes, señorita. Con el pasar de los años he aprendido muchas cosas.
Verlo cocinar era realmente divertido y aún más por su delantal de flores, el cual se lo regaló su abuela o al menos eso dice porque estoy casi segura de que él solito lo escogió. Cuando termina de cocinar me hace ir al comedor mientras sirve porque según él es una sorpresa pero ya sé que ha cocinado pasta.
– Voilá – dice poniendo el plato frente a mí.
– Mmm – sonrío – aunque ya sabía que era.
– Siempre arruinas todas las sorpresas – rueda los ojos y se sienta del lado de la cabecera, yo estoy a su lado. Sirve vino para ambos y nos disponemos a comer.
– Tengo que admitirlo, esto es realmente delicioso.
Él sonríe bastante orgulloso pero se limita a hablar porque tiene la boca llena, se hace un silencio un poco incómodo hasta que veo que juega un poco con la comida en su plato.
– ¿Qué sucede? – levanta la vista un poco sorprendido, cómo si hace mucho nadie le preguntara sobre él.
– Sé que es raro que te pregunte esto pero... ¿por qué nunca me dijiste que estabas enamorada de mí?
– He respondido eso muchas veces.
– Nunca realmente – suspiro y termino diciendo la verdad.
– Sabía que nunca me ibas a corresponder, no quería hacer nuestra amistad incomoda – Luke frunce el ceño y me mira.
– Kate, nosotros literalmente tuvimos sexo y jamás se volvió algo incómodo – mis mejillas se tornan en un color rojo bastante fuerte y tomo un poco de vino como en un intento de bajarme lo que acaba de decir.
– Sí, pero era diferente.
– ¿Y a qué te refieres con que sabías que nunca te iba a corresponder?
– Tú ententes... – busco palabras en mi mente pero simplemente se me hace imposible hablar bien – ya sabes.
– No Katherine, evidentemente no sé.
– ¡Sabía que nunca me ibas a corresponder porque no era como todas esas chicas con las que te acostabas! – abre sus ojos como platos – no era tan linda y a ti la inteligencia no te interesaba. Era muy inocente y torpe, ni siquiera me hubiera atrevido a besarte como todas ellas lo hacían en cada fiesta... yo... simplemente era menos.
Todo pasa demasiado rápido, solo puedo escuchar el sonido de su silla cuando se levanta hacia mí. Enreda sus dedos en mi cabello y con esa misma mano me jala hacia él.
– No puedo creer que hayas pasado tanto tiempo haciéndote menos – susurra de forma suave y acaricia mi mejilla. Debo pararlo, pero no puedo o no quiero y la cabeza no me da para saber cuál de las dos razones es – eras... eres todo para mí, Kate. Y debí habértelo dicho, pero fui muy cobarde y ahora que es tarde, lo hago, porque aún lo siento. Eres mi maldito mundo, porque te juro que fuera de ti, todo lo demás es una pesadilla. Nunca quise tenerte, porque no eres un objeto, yo simplemente deseaba que tú quisieras estar conmigo. No tengo a nadie más, pero contigo nadie más me hace falta y sin ti; todo me es insignificante.