Amaba el olor a lluvia, a los perfumes, al rico aroma de la comida y mi querido hogar, siempre me aseguraba que los que vinieran se sintieran cómodos. Tuve dos hijos, me sacrifique muchos por ellos y di lo mejor de mi, son excelentes muchachos, ambos tienen profesiones, lastima que trabajan todo el día y no pueden visitarme, de todas formas estoy orgullosa.
Siempre he querido tene un animal, pero con el tiempo me volví alérgica a todo, incluso a lo que más amaba, sospeché que era porque no salía de mi casa. Me cansé de llamar a mis hijos, mi vecina me preguntó si necesitaba algo y ni siquiera le atendí, además de alergia comenzaba a tener miedo.
Otro día más, amaneció lloviendo, el olor me repugna, me encerré en mi habitación, porque me daba asco estar en la cocina. Uno de mis muchachos me llamó y me dijo que se iba de vacaciones, que no podía venir a despedirse, le respondí que no se preocupara y le colgué. Mi vecina me llamó y estrelle el celular en la pared, me había agotado que siempre me pregunté si estoy bien. Me acosté a dormir, la lluvia había cesado, en un par de horas me despierto sobresaltada, estaban derribando la puerta, no podía respirar.
Abro mis ojos y una agradable mujer me esta tomando la presión, giro mi cabeza, le pregunto que me paso y no me responde. Se hacía de noche y nadie me venía a buscar, salí sola, me dieron unas pastillas que me están produciendo mucho sueño, mi hijo no podía buscarme, estaba cenando, siento que me caigo y alguien me agarra. Ella me cuidó, esa chica amable, fue a trabajar y un joven me trajo un café y charlamos horas sobre como tejer, hasta que llegó su mujer y ocupó su puesto. Me contó que estaba embarazada de ocho meses.
Le agradecí mucha veces a la muchacha llamada Esperanza, y su marido Ángel, gracias a ellos estoy bien. Llego la hora de irme a casa, tengo un poco de miedo, pero tengo que enfrentarlo, mi hijo me llevaría, hace media hora debería haber venido, otra vez la muchacha me llevó a mi hogar, me dijo que la llamara.
Me recoste y me encontré un pequeño gato en mi balcón, lo rescaté y lo llamé Alegría, ahora nos gusta ver la lluvia, con el calorcito de la chimenea, a las ocho en punto viene mi amiga Esperanza y por la noche viene Ángel. Mis hijos no vienen hace tiempo y no tengo noticia de ellos. Salí a comprar comida en un local de la esquina y me encontré con un perro, lo adopté y lo llamé Vida es pequeño y peludo.
Alegría, Vida, Esperanza y Ángel creo que son mi todo, mi nueva familia, cenamos los lunes y los miércoles y almorzamos los domingos, me contaron que faltaba poco para que su hija naciera, en mi tiempo libre tejía un trajecito.
Mis hijos vinieron y me dijeron que firmara una papeles, no entendí mucho y les dije que no, se enfurecieron y me gritaron. Amanda, mi vecina los corrió y me abrazó fuerte, me recordó a mi madre.
Fui al doctor como todos los meses, el médico se puso serio y me dijo que tenía una enfermedad terminal, un mes de vida. Le conté a unos pocos, llamé a mi abogado y le dejé toda mi herencia a la persona que me había cuidado todo este tiempo. Me acompañaron todo el tiempo, no podía caminar, se me caía el cabello, estaba atemorizada, pero me tranquilizaba Esperanza. Ella amaba mi nombre, dijo que le pondría Soledad a su hija, le toque la panza y sonreí y comencé a cerrar mis ojos lentamente.
Entre mis manos tenía un sobre, era una carta que escribí, decía que agradecía por todo y que reflejaban en mi valores que había olvidado, me dejaron sola por casi noventa años, pero encontré la luz en toda la oscuridad, amaba los olores y con ella me fui, esperé mucho de las personas que amo, entendí que nada es lo que parece, y que la tristeza no es recomendable para nadie, es bueno tener alguien que te acompañe y te apoye en tus decisiones, que los buenos momentos se pasan con la familia, que no hace falta que sea de sangre, mientras den amor formarán una parte importante de nuestra vida.