El St. James Ballroom abrió sus puertas a las 7 de la noche, como hacía todos los días de lunes a sábado, durante 5 años de haber abierto para alegrar las calles de Rusia. No había sido fácil, Mila lo reconocía, pero había valido la pena tanto sacrificio con tal de darle a Sala un escenario en donde ella era la estrella. Y ella no era la única omega en el lugar que buscaba brillar, también había dado la oportunidad a muchos otros omegas de trabajar sobre el escenario, ya fuera como bailarín o cantante, también aparecían magos y otros artistas de vez en cuando. Todos eran bienvenidos siempre y cuando no presentaran un estrobo para Sala y respetaran las reglas:
Salir con los clientes no estaba prohibido, pero tampoco podía permitir que sus artistas quedaran a la deriva, eso ni hablar. Buscaría al responsable y lo haría pagar, esa era la consigna de Mila y una de las razones por las cuales Sala la amaba tanto.
Sería un poco solitario ahora que Sala iba a tomarse un descanso, pero no había nada que hacer, todo fuera por su seguridad.
Una voz conocida la sacó de sus pensamientos tan deprimentes. Un hombre con traje, piel bronceada y una gran sonrisa se acercó con una bella joven de piel pálida, ojos azules y labios rojos, vestida con un bello vestido color plata con brillos en la tela. Reconocería a esa pareja en donde fuera.
Mila sonrió al recordar como JJ había conocido a Isabella. La chica había venido desde Corea para probar suerte en el mundo del espectáculo como bailarina profesional, después de haber sido rechazada por su familia al negarse a un matrimonio arreglado con un empresario de gran prestigio. Al principio era muy tímida, pero con el tiempo logro adaptarse bien a las exigencias del lugar, así como cumplir su sueño de ser reconocida por su talento. Jean Jacques Leroy era heredero de una empresa de construcción canadiense, y había llegado a Estados Unidos para cerrar un trato como parte del entrenamiento que necesitaba para sustituir a su padre. Cuando regresara, su madre lo hostigaría con miles de entrevistas de matrimonio, pues se supone que, para completar su entrenamiento, debía encontrar una esposa adecuada. JJ no estaba muy interesado en eso de los matrimonios arreglados, es decir, ¿lo normal no era que él mismo escogiera a su pareja? Sus padres lo habían hecho, ¿por qué no él? Esa fue otra de las razones por las que alargó su viaje: para encontrar una esposa adecuada que lo acompañará por el resto de sus días. Escuchó de una omega muy linda que cantaba en el St. James Ballroom y se dijo a sí mismo que no estaba mal echar un vistazo, pero lejos de fijarse en la cantante con rasgos italianos, quedó más prendado de la bella omega asiática que bailaba y hacía coros a sus espaldas. No dudo ni un segundo en comprar un gran ramo de flores para dárselo luego del espectáculo, ni de pedirle una cita para la noche siguiente. Quedaron prendados un del otro luego de esa primera cita y ahora estaban por casarse, sin mencionar que Isabella ya tenía su marca desde hace dos celos.
Después de un par de risas, Jean alzó la mano en dirección a alguien. Mila reconoció en el joven los mismos rasgos que él, salvo por la expresión rígida de su rostro y el enorme ramo de flores blancas que traía en la mano.