Increíble. Simplemente increíble.
En todos sus años en el mundo del espectáculo nunca le había pasado algo así. Es decir, había tenido admiradores molestos antes, pero esto era completamente distinto. Ahora no era un admirador cualquiera, se trataba de un alfa en toda regla, guapo, exitoso y, sobre todo, mejor amigo de su jefa y casi hermana, Mila.
Desde la semana pasada que ese hombre había enviado incontables regalos al teatro para él. Flores, chocolates, ropa costosa, joyas, peluches y muchas cosas más. Se sentía alagado, pero a la vez algo presionado, pues en todas las cartas que acompañaban a los regalos estaba la misma pregunta.
“¿Saldrías a una cena romántica conmigo?”
¿Es que acaso no iba a dejar de insistir?
Por lo general, todos los alfas que lo cortejaban terminaban por cansarse cuando no contestaba a la primera, pero este era muy insistente, y no parecía tener ganas de rendirse. Sala le decía que aceptara de una vez, pues los regalos comenzaban a generar envidia en algunos de sus compañeros, y eso no era bueno, no cuando Yuuri de por sí ya tenía a muchos envidiosos detrás suyo.
Bien, estaba decidido, esa noche, después del espectáculo, iba a decirle que no quería nada con él. Definitivamente nada.
Ya había sufrido muchas decepciones en el pasado y había venido a Rusia a cambiar de aires y dejarlo todo atrás. No iba a permitir que un ruso tan atractivo y deseoso como él viniera a poner su mundo de cabeza, eso jamás. No importaba cuanto deseara estar entre sus fuertes brazos, o recibir sus besos o quizás un bello recuerdo de una noche apasionada, esta vez no iba a dejarse engañar, suficiente con Chihoko.
Esta vez Mila le dijo que haría el espectáculo solo, pues Yuri (o Yurio como también lo llamaban, para diferenciarlos) había pedido la noche libre, y nadie estaba a la altura de acompañarlo en el escenario sin entorpecer el acto.
Esta vez iba a usar un conjunto negro: un chaleco de tela color oscuro con shorts a juego, con una camisa blanca y un moño negro, junto a una oreja de gato que fácilmente se mezclaban con su cabello oscuro. Y obviamente no podía faltar la cola con los tacos, y el adorno de plumas que venía con el traje. Sala había sido muy específica, pues la canción iba dedicada a una pareja pasada que la dejo ni bien supo de su supuesta infertilidad. La letra mostraba mucha frustración y enojo, lo mismo que Yuuri sentía respecto a aquel alfa insistente, pues él era todo lo que Yuuri jamás pensó que podría tener y ahora que estaba rogando por una cita, le hacía creer que todo era parte de un horrible juego y que de nuevo sería engañado, igual que con Chihoko.
Ese alfa fue un compañero de clases en la academia de Minako, en la sede de Detroit. Tenía fama por ser muy talentoso, pero Yuuri lo opacaba mucho por su técnica, y siempre conseguía los protagónicos fácilmente, además de los intercambios al extranjero que se le facilitaban por su talento. Al principio pensó que Chihoko de verdad lo quería y que su romance podía funcionar, pero luego el tiempo le demostró que no era así. Chihoko solo se burló de él, jugo con su pobre corazón y luego lo humilló al acostarse con otra omega mucho más joven y hermosa. A Minako no le hizo gracia, así que lo expulsó de su academia por fastidiar así al hijo de su mejor amiga y dejar embarazada a una omega tan joven, además de recomendarle a Yuuri que fuera al teatro del St. James Ballroom a probar un cambio de entorno. El omega agradeció el gesto, pues de verdad necesitaba alejarse de todo y empezar desde cero. Hizo buenos amigos en ese lugar y encontró paz por un buen tiempo, hasta que llegó esa noche en la que Mila le pidió un favor.
Le enseñó una foto de Viktor y le pidió que lo animara un poco.
Mila no era de pedir cosas así, pero Yuuri sintió que no era algo malo. Fue por eso por lo que, durante el acto, no pensó que se sentiría tan a gusto cerca de ese hombre. O que luego ese hombre le compraría flores y se las entregaría personalmente después de acabar. Tuvo la creencia ingenua de que acabaría allí, pero luego Mila le dio una caja de chocolates que Viktor, su muy buen amigo, le pidió que le diera junto a una invitación para cenar en un restaurante caro. El declinó la invitación, pero se llevó los chocolates al apartamento, porque los regalos de caramelo no deben rechazarse, es ley. Sin embargo, a los chocolates les siguió un peluche de caniche como su perro Vicchan, y luego un juego de collar con aretes de plata de copos de nieve. Lo que colmó la gota del vaso fue el conjunto que mando para él, que precisamente era el que usaba esa noche.