Stand By Me

CAPÍTULO I

Si alguna vez me amaste, no me robes mi odio. Es todo lo que tengo. 

-Alejandro Dumas-

EL CAPUCHINO

Recuerdo aquel primer contacto de miradas, no fue especial, fue algo sutil, algo a lo que… a decir verdad, el destino estuvo trabajando por mucho tiempo; sin embargo nunca espere que el dueño de esa mirada fueras tú…

***

Había pasado ya un mes desde aquel día. Las cosas de pronto dieron un cambio radical en mi vida. Llevé terapia por las dos primeras semanas y se suponía que ya estaba bien. Mis amigos continuaron con sus aburridas vidas, pero justo al día siguiente del accidente, Bástian desapareció, Ethan me dijo que viajó con sus padres a la costa este del país y que insistió a  que me vaya acostumbrando a no verlo. Como si el problema hubiera sido ese. Lo que yo realmente quería era una verdadera razón por la cual había decidido irse sin darme ningún aviso y por si fuera poco, me había abandonado con el peligro inminente.

Todo el mundo habló de lo sucedido por algunos días, luego apareció algo mucho más interesante y dejaron de parlotear. Contra toda expectativa pude desviar un poco lo sucedido aquella noche y vendar mis heridas para retomar una aburrida y monótona vida.

La mañana inició con los gritos de mi madre en la cocina, rogando al pequeño demonio a que se cepillará los dientes más rápido. Yo me levanté con pesadez muy temprano, siempre que la escuela estaba vacía me daba un corto y breve paseo por las instalaciones de la sala de teatro.

—Bee, recuerda, quiero que tengas mucho cuidado, mantén atención al profesor y no duermas en clase —hablaba mi madre desde el interior del auto, antes de marcharse.

—Lo sé, mamá. No entiendo porque tienes que preocuparte tanto —respondí moviendo la mano en señal de despedida.

—Cuando estés en mi lugar lo entenderás. Te amo cielo.

—Y yo a ti —señalé con desdén.

El autobús no iba a pasar por mí tan temprano. Así que, decidí caminar hacia la preparatoria. Me coloqué los auriculares y cada que podía me tomaba el capuchino que tenía en la mano.

Me encontraba a dos pasos de cruzar la calle que dividía la preparatoria del resto de la ciudad, a dos pasos de llegar a mi destino; sin embargo, el sonido de las bocinas de un auto me advirtieron de que lo peor estaba por suceder. El sonido me sobresaltó y el capuchino salió disparado en dirección a ese auto negro que tenía en frente, dejando una horrible mancha.

—Carajo —susurré.

Levanté la mirada hacia el auto, a simple vista era demasiado costoso, ni trabajando toda mi vida podría llegar a comprar uno así. Entonces sólo me quedaban dos opciones: huir o suplicar por perdón.

De repente, la puerta del conductor se abrió. Del interior descendió un tipo alto, vestido con traje y gafas oscuras; caminó con lentitud hacia mí y estando a una distancia considerable, habló.

—Señorita, por favor. ¿Podría retirarse?

No dije nada, solo asentí con la cabeza. Aquel tipo debía ser el chófer del presidente o algo así, porque de otra manera no habría actuado de esa forma.

El conductor regresó al vehículo y aceleró. El auto pasó de frente y durante un pequeño instante, pude ver al copiloto del auto, me miró fijamente y mantuvo esa mirada hasta que el auto desapareció.

Tragué saliva un poco intimada por lo que había sucedido y continúe con mi camino. Al llegar a la preparatoria, como de costumbre pasé por los casilleros a guardar mis cosas. El desorden que habitaba allí era mucho peor que el de cualquier otro. Cerré el casillero con llave y me preparé para unas aburridas y largas clases.

Cuando sin aviso, una gran multitud de chicas salieron corriendo a toda prisa de sus aulas, gritando de alegría y empujando a quien se les cruzará en el camino.  Entre tanto bullicio pude escuchar que alguien decía: Alexander Brown, está aquí.  

«¿Quién es ese tipo?» pensé.

Con paso lento iba detrás de las chicas que parecían muy felices por la llegada del tal Alexander Brown. No vivía en una piedra, por lo menos sabía en qué año estábamos y quién era nuestro presidente; pero aquel nombre no me sonaba a alguien que debía conocer. Simplemente no conocía a nadie con ese nombre.

Las chicas detuvieron sus pasos en la puerta principal y sus gritos fueron más fuertes, parecía tratarse de una celebridad. El chófer del auto que minutos antes había arruinado, paso de frente sin ser detenido por las estudiantes; dando a entender que ese no era Alexander Brown. Seguido a él, un tipo más joven pasó haciendo una entrada glamurosa. Los gritos aumentaron y pude ver como algunos de los chicos que estaban allí giraban la cabeza interesados en quien causaba tanto alboroto.

Alexander Brown, su nombre era jodidamente perfecto y describía muy bien a cómo era. Llevaba un saco negro que le llegaba a las rodillas y mientras caminaba, el saco hacia el trabajo de verlo mucho más inalcanzable. Su ojos miraban hacia adelante, no se atrevió a mirar a nadie que lo estaba rodeando. Y paso de largo entre la multitud.

—¿Sucede algo? —preguntó la voz de Amy a mis espaldas.

Giré y la miré extrañada.  



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En el texto hay: adolescentes, humor, amor-odio

Editado: 10.11.2023

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