Stand By Me

CAPÍTULO III

Me puedes amar o me puedes odiar. 

–Dennis Rodman

CABEZA DE RÁBANO

Por fin había llegado el fin de semana; los domingos no tenía mucho que hacer, usualmente me encargaba de los pendientes de mi casa y el resto del día estaba pegada en el sofá, viendo los programas de televisión que se presentaban. Sin embargo, el pesar de los días anteriores no me habían dejado tranquila durante todo el día. Y pensar que salí en medios de comunicación solo por un insignificante café, que las cosas no se acabaron y que el estúpido de Alexander Brown había revoloteado toda mi vida.

Por la mañana me dirigí al tocador, mi rostro estaba reseco con una textura un poco seca, tuve que aplicarme varios productos que previamente ya tenía, pues ese problema facial me persiguió desde la pubertad. En mañanas con esas rutinas, recordaba a Amy, su difícil proceso y nuestra amistad. 

«Antes de que fuéramos amigas, ella era una chica callada y misteriosa; todas las tardes a la hora de almuerzo ella levantaba su bandeja de almuerzo y salía del comedor. Nuestra amistad no era excepcional ni muy especial, sabia que ella veía en mí la persona en la que realmente podría confiar.

Los mismos sucesos acontecieron varias veces hasta que me cansé de que ella actuara así; la seguí luego de unos minutos y pude ver como ella se dirigía a la azotea del edificio más alto de la escuela. Caminaba muy rápido, pero sin darse cuenta de que la seguía. Se detuvo justo en una esquina de la azotea y se daba atracones de comida velozmente, un sabor ácido recorrió todo mi cuerpo como si mi deber era hablar con ella. Me acerqué a ella con mucho cuidado, ella se puso de pie a la defensa; creí entonces que estaba frente a una criatura salvaje y como una zoóloga experta, con mucha cautela mencioné: 

—Espera —. Al instante ella levantó la mirada y se puso nerviosa.

—¿Por qué me seguiste? —habló tan rápido y su voz se partía.

—Tranquila, solo quería hablar.

—Mejor vete, te meterás en problemas —miró a su alrededor —no está permitido estar aquí.

—Ya veo, pero si somos dos, será menos duro el castigo —intenté mostrarle confianza.

Recuerdo que permaneció en silencio, observándome, con detalle cuidaba mis movimientos y luego volvía a comer. Por semanas permanecimos así, callando o aguardando crear un ambiente de confianza; y ese día ocurrió. Me espero en las escaleras, caminó hacia la azotea y cuando yo llegué me abrazó, lloró con tanto furor que parecía ver a Amy desahogando todo su ser. Alzó la mirada y se separó, tras ese acto, me narró todo lo que había vivido.

Amy también me dijo que aquel día cuando yo la seguí había decidido aventarse del edificio, no le creí al inicio, pero era tan obvio que luego solo acepté. Dijo que por días intentó escabullirse, sin embargo y en efecto yo siempre la seguía. Oficialmente fuimos amigas o más bien dicho éramos como la psicóloga y la paciente. Diariamente le hablaba, tratando de levantarle los ánimos. Fue producto del suceso de aquel día que nos distanciamos un poco, no le dije nada nunca del acoso de Jhan y creo que debí hacerlo, era mi amiga y eso suponía un acto de confianza mutua.»

Cuando terminé de arreglarme tuve que bajar a la cocina, ya el pequeño demonio estaba en su silla, presto para comer. Tayler era gordo a los cuatro años, pero hace poco empezó a bajar de peso de una manera un poco abrupta, lo llevamos a revisar y el pediatra dijo que se trataba de un proceso de crecimiento, aun así, él seguía igual de hambriento.

—¿Qué me prepararas hoy Bee?

—Ojos de Tayler fritos —Di un pequeño brinco para hacerlo asustar.

—Quería los riñones de Bee —afirmó sin remordimiento.

—Pues hoy te comerás tus ojos —encendí el fuego de las estufas y puse a freír el bacon.

—Eso no huele a mis ojos —el pequeño demonio se acercó hacia mí.

—Claro que no, pero es algo peor...

—¿Qué? —cuestión muy curioso.

—La piel de Olly —quien era su roedor favorito.

—¡¡No!! —¿acaso este niño es tonto? —¡¿Cómo pudiste Violeta?! ¡Sabes que es mi mascota favorita! ¡Por qué lo hiciste!

—Porque querías a esa cosa más que a mí —mencioné aun con la mirada en la sartén.

—Haré lo que tú quieras, pero por favor devuélveme a Olly —suplicaba.

Me apasionaba verlo así.

—Está bien querido hermano, solo te pediré una cosa...

—Cuál.

—Inclínate, o mejor... de rodillas —Sonreí maléficamente —di que me quieres, que me prefieres a mí y no a Olly.

—Te quiero solo a ti Violeta, solo a ti querida hermana —dijo entre dientes.

—Okey, seguiré friéndolo —me di media vuelta, tenia que hacerlo con ganas, de lo contrario no lo perdonaría.

—¡Oh, Violeta! ¡Querida hermanita te lo ruego! ¡Te quiero! —gritaba sin control, me harté de sus gritos y saqué de entre mis bolsillos a ese pequeño roedor.

—Salvado por misericordia —indiqué.

Y así íbamos toda la mañana, peleando, el pequeño demonio siempre era más listo que yo, con sus lentes circulares y las pecas más marcadas que las mías, cualquiera pensaría que es un nerd; y no está tan lejos a eso. En medio del desayuno tuvo el atrevimiento de preguntar sobre cómo estaba mi cara, no dispuse de una respuesta que logrará englobar todo lo que sentía. 



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En el texto hay: adolescentes, humor, amor-odio

Editado: 10.11.2023

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