Haga-Tsu se aferraba a su asiento en el gran transportador de la República. Los soldados clon lucían impasibles y decididos como siempre. Eran todo un batallón bajo el mando de su maestro, Hireth-Ra y el comandante Zeth. Él por su parte, era un padawan inexperto en muchas cosas, pero hasta él podía sentir el disturbio en la fuerza, y un oscuro presentimiento lo invadía. Se preguntó si su maestro sabía algo que no le había contado.
-El maestro Kenobi ha encontrado a Grievous en Utapau- dijo el jedi- si nosotros tenemos suerte en Salonika y encontramos al señor oscuro detrás de toda esta guerra, podríamos terminarla hoy mismo-
Haga sonrió forzadamente, sin poder librarse de ese mal augurio.
-Prepárense para el hiperespacio- advirtió el comandante Zeth.
En menos de un segundo habían atravesado estrellas y planetas a una velocidad asombrosa, eso aún lo deslumbraba.
Él había pertenecido a un pequeño planeta agricultor en la zona fronteriza de la galaxia. Aún recordaba vagas imágenes del día en que el maestro Hireth apareció como la figura más imponente que jamás había visto, pensó que era una especie de monje, parecido al que acudían a orar por las cosechas en el templo, pero en vez de eso se presentó como un maestro jedi, y señaló que el muchacho era especial, que por las lejanías del planeta lo habían detectado tarde, pero que aún podía convertirse en un jedi, al igual que él. En ese planeta reinaban las injusticias, en batallas entre clanes donde el pueblo y sus bienes eran la moneda de cambio, por lo que los jedis eran un mito, no más creíble que una leyenda urbana.
-Podría convertirse en alguien que lleve la justicia a la galaxia- dijo el hombre mientras tomaba una pequeña muestra de sangre- la prueba es definitiva-
La madre dudó, ésta podía ser solo una treta para alejarla de su hijo, una practica común entre los asesinos y terroristas de la zona que buscaban soldados a edades muy jóvenes, a base de secuestros o engaños.
-Entiendo sus dudas- dijo mientras apoyaba una mano sobre la frente del niño.
Una pequeña luz en su cabeza, así como la sensación de estar aumentando de tamaño y disminuyendo al mismo tiempo comenzó a invadirlo. Tuvo dolor mientras un horrible y estruendoso sonido lo llevo a taparse los oídos, y sus ojos, no los podía mantener abiertos porque era cegado por la luz que se había vuelto insoportable. Sus piernas temblaban, a las lejanías escuchaba la voz de su madre pidiendo ayuda, mientras, entre el sonido atronador comenzó a escuchar una voz suave, agradable.
-Escucha mi voz Haga-tsu, concéntrate en ella- parecía proceder desde el interior de su cabeza. - Por miles de años, los caballeros jedis han protegido el bien y la justicia. Este malestar que sientes es porque te he dado una pequeña parte de mi energía para despertar a la fuerza que reside en tu interior. El mal está esparcido por el universo - imágenes de batallas, fuego y gritos invadieron su mente- pero frente a ello, tú puedes ser la diferencia-
La ultima imagen que pudo ver antes de abrir los ojos fue a los caballeros jedis en batalla, con sus sables de luz, y un sentimiento de profunda impresión lo invadió. Al abrir los párpados ya no estaba la luz penetrante ni los sonidos atronadores.
-Madre, quiero ser un jedi- aún sentía la energía entregada por el hombre que lo miraba sonriendo, y al abrazarlo, su madre también pudo sentirlo; eso tan escaso llamado paz.
Un estallido lo sacó de sus recuerdos. Al cruzar el hiperespacio, aparecieron en los bordes del cordón de asteroides alrededor de Salonika, donde decenas de cazas separatistas lo recibieron con el calor de sus cañones.
-La batalla nos estaba esperando al parecer-
-Así parece maestro- dijo mientras se dirigía al puerto de vuelo - vamos R7-
El droide lo siguió a toda velocidad. Una serie de impactos estremecieron la nave, al mirar por una de las pantallas, algunos clones ya se enfrentaban en sus cazas a los enemigos. Una nave de batalla, veloz y agil pasaba entre las de la república destruyendo todo a su paso.
-Esa nave es nuestra prioridad Haga, sino, no llegaremos al planeta-
Montaron un bicaza, y R7 se acomodó en la parte posterior. La batalla era intensa, y tuvieron que esperar más de lo que les hubiese gustado para despegar. Debieron esquivar cañones láseres que por poco despedazan el ala izquierda.
Un tricaza se puso a la cola de su nave. A penas podía eludir sus disparos.
-¡Usa la fuerza muchacho!-
El corazón de Haga palpitaba a todo galope. El tricaza estaba cada vez más encima. Nunca había sido un piloto destacado como el maestro Skywalker, lo había deseado, pero estaba fuera de sus habilidades.
-Solo debes dejarte llevar, sentir lo que está a tu alrededor, hasta que puedas palparlos- le había dicho en una ocasión en que habían volado juntos, en una batalla en que el maestro Hireth había debido hacer equipo con él en una misión en el planeta Seiko.
Haga aguantó la respiración. Comenzó a liberar su mente, sin querer bajó la velocidad, pero tenía razón, pudo comenzar a sentir pequeñas presencias a su alrededor, como voces en la oscuridad, hasta que logró identificar algo que se acercaba por sus espaldas. Ni siquiera el láser que pasó a centímetros de su cabina, ni los gritos de su maestro lograron sacarlo de esa especie de trance.
Hasta que sintió el momento, casi pudo percibir el calor del fuego del cañón disparado por su enemigo, pero también que era la ocasión de elevar su nave y realizar un extraño giro que le permitió quedar a tiro de cañón y así destruir a su adversario.
-¡Eso fue increíble muchacho!-
-Solo hice lo que me pidió maestro- dijo sonriendo- usé la fuerza-
La celebración duró pocos segundos, la nave de batalla seguía mermando los cazas de la república, su piloto era increíblemente hábil, se abría camino entre sus enemigos sin problemas.