Starwars -- El Aullido del Silencio

Capitulo II.

La Ciudad Caída.

 

“Entonces  vengan e intenten matarme, prefiero morir  con la  verdad en mi conocimiento, a  morir en la ignorancia”.

Dhiran.

 

Las primeras  naves  cayeron a pique sobre la ciudad de Sommus.

La  ciudadela de  Nostramo, había  resistido el ataque de una  brigada de clones imperiales, los  soldados  blanquecinos  se movían de  izquierda a derecha en la  que antaño había  sido la  ciudad  conquistada, cúpulas llameantes  centellaron en el cielo y las  naves Sanctórum descendieron como bestias  rugientes, y estelas llameantes aparecieron en el esclarecido cielo para dejar cabida al poderío estelar del imperio.

Los  nativos que ya hacían congregados pensaron que eran dioses, sus  amos  que  habían regresado después de un largo  tiempo.

Serena Van’gelus, una  rebelde  de la ciudad Sommus  sabía lo que era y  había instado al resto de su  guarnición para que  prepararan una última defensa  en la ciudadela; sin embargo, para su  terrible  desgracia, lo que  vio  la  dejo más aterrada de lo que ya estaba; quien  iba en el  centro de  las  primeras escuadras era un Sith, y no uno cualquiera, su nombre era Dhekar, el silencioso; lo  llamaban así porque nunca  hablaba, o  era  así como ella lo había escuchado, según muchas especulaciones en distintos mundos del sistema que habían sido sometidos y donde  se decía que la presencia de los Siths se había  hecho más intensa; junto a él, otro  individuo con una  armadura  plateada lo acompañaba. No  reconoció  al  otro hombre, nunca en su  vida  había  visto a esa persona.

Aquella  era una  batalla que no ganarían, aquel combate se había escrito desde que  aquellos dos Lords Siths  habían  descendido, y  solicito en primer lugar la  rendición de sus  fuerzas; habían personas que no merecían la  muerte, solo ella debía morir en nombre de la rebelión. El resto de la  ciudadela  había sido  tomada con efectividad y los  clones estaban  sometiendo  al  resto de  ciudadanos que se  resistían.

Una  sombra se  proyectó  en su espalda y luego Serena  vio a un individuo  de  aspecto  fornido detrás de ella. ¿Cuándo había  llegado? ¿Y en qué momento?

 

— Baja las armas, rebelde — dijo el  general, con cierto aire autoritario. — Levanta las  manos.

 

Serena las  levanto, pero  ella no  se dejaría  atrapar  así de  fácil; lucharía; y moriría, estaba a punto de  propinarle  un golpe  al  general y arrebatarle  su arma,  cuando  una presencia detrás del general  la intimido. Una  figura negra con un sable oscuro se  hizo presente en la sala y el resto de los  ya presentes se quedaron callados, como si aquella  presencia  helara los sentidos.

No había  sonido alguno  en su andar, era como si  se deslizara  por los aires, pero  Serena  sabía que no era  así. El individuo miro  fijamente  a la  rebelde, la mujer  tenía el pelo  rojizo, tenía el uniforme de la rebelión, y llevaba  colgado un cristal de Ilum, un cristal de luz. El Sith miro  fijamente su  cristal, extendió la mano y se lo arrebato de inmediato.

— General Kripman, llévese esto — el  Sith se giró para  entregar el  cristal a su general.

Serena  no podía moverse, pero  una  parte de ella hubiera  querido hacerlo, para  pasar sus últimos momentos peleando; sin embargo, no podía hacerlo, no podía proferir  palabras, era como si  todo  su cuerpo hubiera sido anulado.

El Sith se  volteo y luego  dijo algo que no era para ella.

— El idiota de  Dhiran se está retrasando. — Entonces  fijo su atención en Serena. — ¿Usted es Serena? ¿Serena Van’gelus?

Pero Serena no contesto, no debía hacerlo. El Sith  frunció el entrecejo, cerró los ojos como si se estuviera comunicando mentalmente con alguien, y de manera inmediata otro individuo ingreso; este era  diferente a su captor, tenía una  cicatriz en el ojo  izquierdo, y tenía  el pelo  lacio, debía tener entre sus veinticuatro años de edad, una  mirada inexpresiva  y  fría calaban su  rostro.

— Te  has  tardado demasiado, Dhiran. — Dijo  el Sith de su  lado.

Dhiran lo miro y no dijo nada, se mantuvo  callado y  no dijo ni una sola palabra, miro a  su captora y luego dejo que un amago de sonrisa se esbozara en su  rostro.

— Hubo problemas con algunos rebeldes en la franja oeste.

— Comprendo.

— ¿Qué es lo que quieres? ¿Para qué me convocaste? — Inquirió  Dhiran con una  mirada  seria y sin expresión.




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