Joe:
Lucía diferente, quizá más presentable o aterradoramente furiosa, su sonrisa no me transmitía nada más que una profunda incomodidad y una sensación de molestia tan intensa que sentía mis mejillas enrojecer. Anteriormente no noté su mano, la que ahora irradiaba una luz naranja potente, un tono intenso y poderoso, la envolvía un aura infernal, notaba sus ojos llenos de ira más su cuerpo permanecía en una calma absoluta.
─Pólux. ─Un susurro simple brotó de mí, su nombre aprendido a regañadientes para no llamarla de otra manera, si, la odiaba, más por un extraño motivo no la sentía como una enemiga, al menos no como una poderosa.
─Creo que saben por qué vinimos.─ Dio un paso adelante y sus ojos se desviaron a Thaia quien posicionándose junto a Angel daba la imagen fuerte y protectora que siempre había tenido. –A ustedes no las conozco, y en la vida me interesa.─ Dijo sonriendo con sorna y encogiendo levemente sus hombros, ácida es como podría describirla sin titubear.
─Solo queremos a Hamal.─ La muchacha de cabello largo dio un paso al frente saliendo de la oscuridad, Antares reflejaba poder y fuerza, aunque en esos instantes sus ojos eran más de preocupación que dé propia demostración de poder.─ Si nos dan a Hamal, nos iremos sin problemas... pe- ─ Se vio interrumpida, mi sonrisa era inevitable, la mano de Pólux se posicionó en su boca, haciéndola callar como a una niña pequeña.
─En primer lugar; yo no las traje. Fueron ellas ─ Señalé con la cabeza a las dos mujeres que observaban la escena, Thaia sonrió levemente, quizá solo para alardear de su logro.─ En segundo lugar, ella se lastimó sola.
Los ojos de Antares mostraron alarma evidente, me sentí satisfecho, estaba causando más preocupación, dirigí mi mirada desafiante hacia Pólux, esta estaba pálida y sus puños cerrados con tan fuerza que sus nudillos blancos eran evidentes como la marca luminosa que tenía en su mano, el decir que Hamal estaba lastimada resultó un arma efectiva, sin tener que infligir daño físico. Las palabras hieren, y por esa misma razón, los humanos las utilizamos para nuestros fines.
Pólux:
Cuando él dijo que ella estaba lastimada, sentí una bofetada fría y veloz en el rostro, lo que llamaríamos un golpe de realidad y temblando trataba de sostenerle la mirada a Joe, quien me observaba con sorna. "Debes estar bromeando", pensé, ella no podría estar herida si de las tres era la más fuerte y capaz. Mi miedo se hizo presente y entendí el temor que Antares manifestaba, era obvio que esto era una trampa, nosotras lo sabíamos, pero; era huir lejos del peligro o perder a Hamal, sin ella la búsqueda en Denab habría sido en vano y nuestros descubrimientos no habrían servido de nada.
Siento una presión terrible en el pecho, la luz en mi mano me causa ardor, un ardor soportable al menos, algo que puedo tolerar, sin embargo, a mi derecha Antares guardaba un silencio aterrador. Similar al primer enfrentamiento con Joe, cuando este aún tenía el título de patrullero sobre sus hombros.
─Considero que podemos llegar a un acuerdo.
Una muchacha pequeña y delgada sonríe mientras nos habla, junto a ella la morena que ya antes habíamos observado al llegar, se acerca tambaleante y con los ojos más puros que he visto me ofrece una mano en forma de saludo.
─Angel. ─ Dice tranquilamente, como si no entendiera las circunstancias en las que nos encontramos, no caigo, mi mano queda justo en su lugar sin siquiera en considerar tocar la suya. ─Sé que esto luce muy mal, pero buscamos lo mismo que ustedes.
Una sonora carcajada brotó de mi boca y sintiéndome relajada por una vez le dediqué la más descarada e hipócrita de mis sonrisas, y justo antes de avanzar hacia Joe le dije – Yo no te creo.
Su mano bajó inmediatamente y su semblante se volvió más sombrío, ya frente a Joe mi mano iluminada del tono naranja le acarició la mejilla.
─Dime, ¿dónde está?─ Mi sonrisa era amplia, simple, lo menos extraña posible. Y casi inmediatamente como si de un androide programado se tratara señaló el rincón más oscuro de la cubica habitación.
Antes de que pudiera dirigirme hacia la dirección señalada Antares ya se encontraba ahí, y sus largas uñas oscuras alertaron mi cuerpo, en el estado en el que se encontraba no sabía lo que haría. Cargando cobre su hombro, igual que una baratija sujetó a Hamal. La actitud de los tres ya era sospechosa, no intentaban detenernos ni mucho menos recuperar el inerte y extrañamente tranquilo cuerpo de nuestra compañera.
─Pólux, yo sé dónde están los otros nueve.─ Y mi atención se dirigió justamente a la muchacha pequeña que había rechazado saludar.
─No me digas, ¿eres una especie de super computadora en versión mini? ¡Oh ya se! , tienes una aplicación en el celular que te dice dónde están los fenómenos más grandes de la humanidad.
Me encontraba irritada, sin embargo, la curiosidad era mucho más importante en mi vida que la falta de paciencia y eso era evidente. No era tolerante a las bromas, no tenia paciencia al menos en esa situación. Bajé la mirada sonriendo solo pensando en que esa muchacha intentaba engañarme de una manera sumamente ridícula.
─Soy lo que mató a Lucius Fleeting.
***
El ambiente se llenó de tensión, Pólux levantó la mirada directamente a Angel, como si esperara una explicación o preguntándose si esto seguía siendo un encuentro inocente en lo que cabe.
Pero la sonrisa de Angel era simple, una sonrisa fina y falsamente inocente, sus ojos por otro lado eran inexpresivos, en un intento muerto de darles una connotación dulce, ella lucía vacía por dentro. Extendió nuevamente una mano hacia Pólux.
─Hablemos.
Temerosa y sin reaccionar, la señalada no se movía de su lugar. Angel sonriente se acercaba a ella aún con su mano extendida. Y de repente ¡ZAS! Y un grito potente estalló. Angel aturdida retrocedió de bruces contra el suelo y antes de impactar fue sostenida por Thaia, adelante como siempre desenfundó su espada, blanquecina como el brillo de la luna, en el centro de la empuñadura una piedra luna con un corte circular perfecto, sobresalía de la espada lo suficiente para notarla pero a la vez no era brusca como para lastimar a quien la manipulaba, Angel sollozaba mientras sostenía su brazo, la sangre empezaba a brotar en gruesas gotas, esas gotas se hicieron aún más notorias, y se unieron unas con otras, dejando el rastro de un rasguño largo y profundo.