¿Quién eres tú?

—Nananananana.... ♪

Volteé a verlo pasmada.

— ¡BATMAN! ♫

¡Por el amor de Dios! ¿Es, acaso, un niño?

Tenía los ojos cerrados. Dejé ver una sonrisa al saber que no había visto mientras me vestía.

—Puedes voltear ya —aseguro

—¿Segura? —abre uno de sus ojos sin quitar su posición y voltea hacia mí, dudoso.

—Sí. Sólo me pondré algo de maquillaje —dije buscando entre los cajones de mi tocador. Los encontré hasta el fondo de uno que estaba hasta abajo. «¿Por qué están tan escondidos? Mi madre dijo que quizás querría usarlo, y que seguramente los encontraría en mi tocador, pero no imaginé que lo tendría tan bien escondido.»

—¿En serio? ¿Maquillaje? —se sienta en forma de indio, aún en el aire mirando con detenimiento mi cara.

—Sí, ¿por qué? —entrecierro mis ojos mirando los suyos.

—Creí que ya habíamos hablado de esto —aclara con un puchero—. Macky, prometiste no usar más esa cosa —señaló el producto cosmético con asco—. Incluso los guardaste para no tener que usarlos.

—¡Por favor! Es la primera vez que hablamos, ¿cómo es que sabes esto? —digo irónica.

—Hmm... Perdiste la memoria, por eso no me recuerdas tampoco a mí —Se molestó en recordármelo, y así, se pone de cabeza en el aire y sonríe de oreja a oreja. Tenía colmillos como de gato, de hecho, lucía más como un gato con las orejas de un duende, tan tierno, pero infinitamente infantil y travieso.

—Tienes razón en eso —hice una mueca pensativa, con duda en mi rostro dejé mi maquillaje en el tocador—. Aunque también puede que me estés tratando de engañar, ¿no?

—¡Créeme! —rogó—. ¿Vas a ayudarme? —vuelve a preguntar sin expresión.

—¿Cómo te llamas? —pregunto.

—Justo en eso quiero que me ayudes —sonríe.

—¿Quieres que te ayude a recordar tu nombre? ¿Es que también perdiste la memoria? —digo inconscientemente, me quedé viendo su rostro, y me pareció familiar.

—Olvidé mi nombre justo en el momento que tú me olvidaste a mí —sonríe entre dientes.

Intenté reconocerlo, levanté el entrecejo y lo señalé con victoria. —¡Oh! ¡Eres tú! —mi mente se refrescó.

El chico se incorporó y frunció el ceño. —¿Te acuerdas? —se emocionó, levantando un poco sus orejas de punta.

—Sí, eres aquel que me observaba cuando desperté en el hospital —torcí los labios—. Por cierto, ¿qué hacías ahí?

Suspiró decepcionado. —No. ¡No! He estado contigo más de la mitad de tu vida, Macky, ¡no es posible! —se enoja.

—¿Estás seguro de que tuve que soportarte más de la mitad de mi vida? —me crucé de brazos.

Él asintió felizmente.

—No sé si debería —pensé en voz alta, caminé un par de pasos a mi cama, me dejé caer y abracé una almohada sumiendo la mitad de mi cara en ella.

—No puedes olvidarte de mí —balbuceó cabizbajo—, eres la única que me hace compañía; tan sólo trata de pensar cómo me siento.

Alcé la mirada hacia él. —¿Yo fui quien te... creó? —pregunté mirándolo completamente. Era una locura, sin embargo, era lo que me daba a entender.

—¿Vas a creerme si te digo que sí? —giró los ojos hacia la gran ventana de mi habitación.

—No lo sé... Es difícil creerte cuando llegas una mañana y de la nada dices esto. Mira, no sé qué debería hacer.

—Yo soy tu amigo imaginario...

Mi corazón palpitó después de escucharle decir eso. Se nubló de repente, unas cuantas nubes bloquearon los rayos de sol que se colaban al cuarto, y un intenso frío me recorrió la espalda. Hasta que caí en la cuenta de lo que dijo, y lo reflexioné.

—¿Qué? —Abrí mis ojos de extremo a extremo y apreté la almohada entre mis manos. —¿Cómo? Quiero decir... Tú... —me senté en mi cama un poco más recta y reí, no tenía nada para pensar—. Pero, estoy a unos días de cumplir 15 años, no soy ya una niña. ¡No te creo! —Le aventé la almohada y él la agarró—. No voy a creerte, ¿de acuerdo? —me puse nerviosa. Temía que lo que dije fuera cierto. ¿Acaso estaba tan loca? Digo, por lo que sé o recuerdo, las personas acuden a psiquiatras para deshacerse de sus alucinaciones o cualquier otro ser del otro mundo que los esté siguiendo, incluyendo los “amigos imaginarios”, como él se presentó.