Día cuatro| Hache

—Maaaaaky, ¡Maaaaaky! —dice dulcemente una voz.

Me despierto al momento de oírlo.

—¿Quién es? —pregunto adormilada desconcertándome por el sonido de los cascabeles.

—Qué cruel —se queja—, ¿volviste a perder la memoria? ¡Levántate, ya!

Abro los ojos y recuerdo que ahora vivo con ese chico. Él desliza las cortinas de mi gran ventana, el Sol caía de frente que tuve que entrecerrar los ojos con disgusto.

—Ah... Eres tú —balbuceo, somnolienta y con los ojos casi cerrados.

—Mira, deberías al menos llamarme por un nombre, el que sea —pone sus pies en mi cara un segundo—. No me hace gracia que me llames "oye" o "tú".

Pongo un dedo en mi barbilla. —Eh... ¿Qué tal Beto? —lo miro.

Él hace una cara de asco. — ¿qué? Es muy... agh.

— ¿Franky? —me tallo los ojos para acostumbrarlos a la luz.

— ¿Estás loca? —me enseña su lengua y estira su párpado inferior con su dedo índice; se veía tierno, aunque parecía estar burlándose de mí por un segundo.

Me pongo de pie, y bostezo por unos segundos. — ¿Por qué no me dices algún nombre que te guste?

— ¡Haberlo dicho antes! ¿Qué te parece "Thor, hijo de Odin, heredero de Asgard,
dueño del poderoso Mjölnir y señor de todos los truenos"? —suspira y abre sus ojos de gato, satisfecho por su elección.

Casi suelto una carcajada. —Es muy largo —pongo una de mis manos en mi cintura—. ¿Me lo escribes? —sonrío con ternura.

— ¿Qué tal sólo Thor? —se acerca a mí—. Porque, ciertamente, Macky, los nombres que inventas son todos bazofia —se agarra la frente con un par de sus dedos y hace una mueca dramática.

— ¿Sabes que eso podría bajar mi autoestima? —entrecierro los ojos, dejando que mi cara se acerque más a la de él.

Él sonrió divertido cuando estuvimos frente a frente, mostrando una vez más, sus dos tiernos colmillos que comenzaban a gustarme mucho. Luego, preocupada por nuestra cercanía; mis mejillas se tornaron rosadas. Y ese chico de cabellera negra enserió su cara, abriendo sus enormes ojos como platos, tomó mi barbilla.

—Hey, Macky, ¿estás enferma? —preguntó inocentemente—. ¿Tienes fiebre? Tu cara está realmente...

Mi corazón se sintió inquieto, como si ésta escena ya la hubiera vivido antes. Giré mi cabeza para separar su mano de mi barbilla y di unos cuantos pasos atrás. —No, es que hace calor —mentí.

Al momento de girar mi cabeza, inconscientemente encontré mis ojos con aquel dibujo enmarcado que yacía sobre el buró a un lado de mi cama.

Suspiro hondo. —Oye... —agarro el marco y lo miro—, esto, ¿sabes qué es?

Él me quita el marco de las manos en un arrebato travieso y fija sus ojos en éste para luego sonreír con ternura. —Nos divertimos tanto haciendo esto —dijo—. Hace ocho años —lo voltea—, Así que... ¿mi nombre empieza con la letra hache? —pregunta para sí con un tono de voz tan bajo que apenas lo escuché.

—Así que es cierto que somos tú y yo —suspiro—, ¿hache? —giro mi mirada, estaba pensativa—. Buena pista. Buscaré en internet nombres con H.

Caminé rápidamente a mi pequeño escritorio y tomé mi laptop, camino hacia mi cama para sentarme y la abro.

Y del mismo modo, ese chico lindo se acerca a mí antes de que pudiera encenderla y cierra el aparato con su pie. —Es inútil —replica él.

—Pero, si lo busco, quizás... —digo terca.

—¡Es inútil! Aunque se encuentre entre cientos, no sabremos cuál de todos es... No funcionará si no lo recuerdas, Macky —puso el marco de nuevo en su lugar.

Hago una mueca de disgusto. —¡Ash! —me quejo—. ¡Ya sé! —pongo mis manos delicadamente sobre mi boca. Y él se sorprende un poco por el grito pequeño que solté.

—¿Qué? —contesta, curioso—. ¿Se te ocurrió alguna otra inservible idea? —entrecierra los ojos y puse en blanco los míos.

—No, chico, no —dejo a un lado mi laptop y me paro para señalarlo—. ¡HACHE!