Día cinco| Josh Brooks

Había un mes para que yo recordara el nombre real de Hache y a él por completo, pero, puesto a que estuve 15 días en el hospital y uno extra en mi casa, ahora serían 14 días más, han transcurrido cuatro y éste es el quinto, quiero decir. Ahora faltan alrededor de once días que tengo para acordarme de todo.

Es muy poco tiempo...

Ha pasado más de la mitad de un mes desde que tuve un accidente que no recuerdo. (En donde perdí la memoria). Me siento presionada. Triste. Vacía.
 

Hache quiere llevarme a la única dulcería que tiene sus caramelos favoritos. Un par de calles más lejos que la dulcería que conozco.

—¿Ya mero llegamos, Hache? —suspiré de cansancio. El par de calles no debería estar tan lejos; pero no miento cuando digo que esas calles están bastante amplias. Me paré un rato y me recargué sobre mis rodillas.

Hache iba delante de mí flotando como siempre, sus pies arqueados se miraban ligeros, como si fuese a pararse y correr más rápido que una liebre. Se detuvo y sin voltear por completo (solo su cabeza), me miró serio. —Nos falta sólo una calle más —puso sus manos en su cintura y se inclinó un poco—. Macky, ¿quieres que te cargue? —sonrió entre dientes, muy travieso.

—Sabes que, si lo haces, se vería bastante anormal —me incorporé.

Quizás las personas piensen que estoy poseída o algo así.

Él ríe. —¿Verdad que sí? —Hache se acercó a mí y tomó mis manos.

Me enserié. —O-Oye..., ¿qué crees que haces? —dudé mientras lo miraba halar mis muñecas.

—Sólo calla —dijo malicioso. Jaló más arriba mis brazos hasta ponerlos alrededor de su cuello. Él, sin poner sus pies en el suelo, tomó mi cintura y estando así, me levantó con él; sentí mis pies abandonar la firmeza de la calle y los balanceé un par de veces suavemente.

Suspiré nerviosa y emocionada. Solté una risita traviesa mientras miraba cómo nuestros cuerpos subían un par de metros. —¡Hey! Alguien puede vernos —tartamudeé.

—Sólo un momento más —me tomó más fuerte, como temiendo que fuera a caerme—, nadie está mirando —avisó y dio un par de vueltas en el aire.

Tocarlo fue recordar ese sentimiento de cariño tan diferente al que siento con mis padres. Ahora estaba totalmente cerca.

«Éste chico no es un amigo imaginario normal» Pensé. Recargué mi cabeza en su hombro, tan cerca de su cuello, y de su piel, tan blanca, tan cálida, surgía un dulce, suave y contagioso aroma. Amé ese aroma.

Lo tomé más fuerte del cuello, y solté un grito chillón. —Eres increíble —le dije mientras nos llevaba un par de casas más lejos.

—Yo sé —me guiñó uno de sus grandes ojos.

Nos detuvimos de repente cuando escuchamos los pasos de alguien acercarse, Hache me bajó de inmediato y yo hice como si nada hubiera pasado.

Esa persona se detuvo al verme. —¿Macky? —preguntó así, mirándome sorprendido—. ¡Qué sorpresa! Me tenías preocupado. Ahora mismo iba a verte a casa.

Era un chico de tez morena, traía su cabello trenzado hacia atrás, y audífonos grandes color blanco puestos en las orejas, mismos que se quitó cuando vio mi cara.

—¿Nos conocemos? —le pregunté haciendo una mueca dudosa.

—Pues sí, ¿cómo te olvidas de tu mejor amigo? —se cruzó de brazos—. Por cierto, ¿por qué no contestas mis llamadas? ¡Te he dejado millones de mensajes en Facebook y ni en visto me has dejado, mujer!

Abrí mi boca para decir algo pero no se me ocurrió nada.

—Me han dicho que has faltado a la escuela durante varias semanas —reclamó al ver que lo veía con cierta extrañeza.

Hache se dirigió hacia él, y yo lo seguí con la mirada; estando a su lado, lo señaló mirándome. —Este de aquí se llama Josh, Josh Brooks. Lo conoces desde hace más de tres años y se ha convertido en tu amigo —explicó mientras Josh enarcó sus cejas sin entender ni escuchar nada—. Es tu amigo, ¡amigo! No es tu mejor amigo. Tu mejor amigo soy yo, él sólo es tu amigo, ¿entendido? —dijo molesto.

Asentí con la cabeza. Mi corazón tembló al percatarme de los pucheros que hizo el chico que tenía una adicción grave a las golosinas. Tan lindo.