Una noche diferente
—Hunter, no tienes que hacer esto. Te comprendo, ¿bien? —Se puso de pie al instante y fue detrás de él sin comprender su reacción—. No tienes que alejarme de ti ahora. Te creo, realmente lo hago.
Su corazón pareció detenerse al verlo al pie de las escaleras, la espalda tensa y la cabeza ligeramente ladeada hacia ella. Pudo ver cómo esbozaba una sonrisa débil antes de que se fuera.
—Entonces ya sabes dónde buscarme —Y cerró la puerta.
Quizá necesitaba espacio. Quizá necesitaba olvidarse de todo ello. Era como aquellas heridas que dolían mucho pero que no importaba cuánto pasara, si la revolvías ardía más. Ahora le dolía, pero quería estar allí para él como Hunter lo estuvo para ella. El problema era que, cuando fue a buscarlo y no le abrió, no le respondió, supo que no la quería cerca.
Él se sentía tan culpable como herido por el recuerdo que Amy Donovan no pudo sentirse más miserable de lo que ya se sentía por haberle recordado algo así a Nowell.
— ¡Hunter, vamos! —Golpeó la puerta con un nudo en la garganta—Yo... lo lamento...
Si no era su culpa, ¿por qué se sentía tan mal?
Lo primero que hizo fue buscar a Drake por todos lados. Lo llamó y nunca lo encontró. Anduvo por todos lados, rendida, cuando encontró en la entrada a Drake y Jessica juntos.
— ¿Qué haces aquí aun cuando Taylor te detesta? —rio su hermano con dureza.
—Ese no es tu problema, Donovan —respondió Jessica con molestia.
—Oh, ahora soy Donovan. ¿Qué pasó con el dulce...? Amy —bufó—. ¿Qué quieres ahora?
—Lamento interrumpir pero necesito hablar contigo.
Drake la fulminó con la mirada, como si quisiera desaparecerla de la faz de la tierra.
—No ahora, hermanita, estoy ocupado —espetó con dureza entre dientes.
—No, yo me iba —contradijo Jess, aunque antes de irse se detuvo un momento para sonreírle a Amy—. Habrá una fiesta en la piscina de Taylor en la noche, ¿vamos?
—Y...
— ¡Te esperó allá, no me dejes plantada!
Se encogió de hombros y volvió toda su atención a un molesto Drake que miraba a su amiga de una manera tan extraña que la sorprendió. Parecía devorársela con la mirada.
—Si es sobre Hunter...
—Estuviste acosando a alguien, no te hagas el inocente.
Drake soltó una carcajada fuerte que la hizo sentir tan incómoda como fastidiada.
—No es acoso si a ella le encanta que la encuentre —escupió sin siquiera mirarla—. Taylor solo cree que es suya, pero no, no esta vez.
— ¡Estoy hablando de Hunter! —gritó impaciente—. ¡¿Alguna vez te hizo daño?!
— ¡No! ¡¿Pero eso qué mierda importa?! ¡Es un jodido animal! —Gritó igual—. ¡No me grites, Jamie Amanda Donovan!
— ¡No es ningún animal! —Amy levantó el brazo con un nudo en la garganta y pegó la palma de su mano sobre la blanca mejilla de Drake sin siquiera pensarlo.
Los ojos verdes de su hermano llamearon furiosos cuando la miró y por un instante el temor corrió por ella. Retrocedió molesta cuando él empezó a acorralarla con furia.
— ¿Lo ves? Así es él —Se burló—. Lo defiendes mucho, pero quisiera saber quién demonios iría a defenderte si te sucede algo, porque definitivamente él no. Yo sí, porque soy tu hermano, pero a ese solo le importa él y nadie más —espetó con desprecio—. ¡Es un tarado como el idiota de Taylor!
¿Qué infiernos tenía que ver Taylor Bradford en eso?
—No me importan los problemas que tengas con Bradford, Hunter no es así.
—Entonces dile de mi parte que deje de hacer del guardaespaldas de Taylor si no quiere problemas entre nosotros.
—Díselo tú mismo.
Drake cerró la boca de golpe y bufó fastidiado por tercera vez.
—Adiós, hermanita, pórtate bien —escupió—. Y ya que nadie me quiere aquí será mejor que me vaya —dijo tan bajo que apenas pudo oírle—. Sólo quería recuperar lo que fue mío, Amy.
—Bien por ti, entonces.
—Tranquila, lo lograré.
Se dio media vuelta y entre pensamientos diversos y confusos, aquella tarde solo quiso tranquilidad. Iba tan ensimismada en sus propios pensamientos que apenas iba caminando cuando chocó contra el duro torso de alguien.
—Vaya, justo iba buscándote —sonrió Reece con malicia—. Tay está organizando algo, ¿por qué no vienes conmigo?
—No tengo ganas hoy, Reece. Otro día, será.
—Tengo una idea... —La sujetó del brazo y la detuvo rápidamente—. ¿Por qué no le damos una sorpresa a Hunter?
Amy se detuvo y giró extrañada hacia él, mirándolo esperanzada y curiosa. Pero por la mirada de Reece que tan bien conocía, había algo que parecía esconder.
— ¿Cómo cuál?
—Dice que no quiere ir pero puedo hacer que vaya, lo haré solo si vienes conmigo —murmuró lento y bajo, acariciándole la mano en círculos imaginarios.
— ¿Lo prometes?
¿Qué mejor que hacerlo olvidarse de lo peor? Haría que se divirtiera, que lo pasara en grande y estarían juntos. Era lo único que quería.
—Claro que sí, ve a ponerte guapa y nos vemos allá a las once.
Lo hizo. Muchas horas después se vistió con la ropa más linda que tenía solo por Hunter. Se arregló y con una sonrisa en los labios volvió a insistir. Sólo que, al parecer, esta vez Hunter había dejado la puerta abierta. Eran las diez de la noche cuando lo vio sentado en la cama y viendo televisión.
—Hunter, iré a la fiesta de Taylor. ¿No quieres venir conmigo?
Él ni siquiera la miró.
—Claro, pequeña, quizá luego —bostezó.
Era tan raro que él negara una ocasión así...
—Entonces nos vemos allá.
Amy confió en Reece, en que lo llevaría y que lo convencería. Pero en la fiesta, después de horas hasta que todos terminaron ebrios, no podía mantenerse tranquila al no verlo por ningún lado. Pasaron horas, y mientras bailaba con Jessica, pensó en empezar a buscar a Hunter por donde fuese que estuviera. No lo vio ni a él, ni a Reece Wood por ningún lado, y considerando lo tarde que empezaba a ser, supo que no vendría ninguno.