Su Mirada

No se vale estar triste

Suspiro cansada cuándo entra otra llamada de Aiden. Me ha bombardeado de llamadas. Cojo el celular y lo apago.

Camino arrastrandome por el pequeño pasillo del departamento que tuve que alquilar debido a la situación. Menos mal y tenía ahorrado dinero debido a mi empleo de mesera en la cafetería de mi tío Andrés, al que por cierto, le pedí un mes de descanso. Estaba agotada física y emocionalmente.

Me acomodo en el pequeño sofá azúl eléctrico. Lo primero que me gustó del apartamento fue este sofá, me encanta el color azúl, no sé porque... bueno, la verdad sí. Cojo el mando de la tele y cambio los canales hasta que dejo a la doctora Polo, ¡Me encanta caso cerrado!, Pasan cosas tan entretenidas, y admiro inmensamente a María Polo, es una mujer increíble y hermosa. Pero lo que más amo es cantar el intro del programa. Suelo agarrar cualquier objeto y usarlo de micrófono mientras prácticamente grito. Aunque está vez es solo un susurro perdido en la pequeña sala de estar.

—No me importa tu raza o tu sexo pa' que hablas de eso, ni de donde vengas, en el momento en que te haga falta y que tengas, un problema y no veas...

Pasan un caso tras otro y mi mente cómo la masoquista que es repasa lo que ocurrió hace una semana atrás.

Es lo que mi traidora subconsciente me recuerda día tras día.

Me dan náuseas de sólo recordar el cuerpo de mamá sacudiéndose con cada embestida de Aiden. Sus pequeños gemidos.

Sin poder conterme suelto un sollozo de impotencia.

Ya sé que es estúpido que no lo haya sospechado, sí me parecía un poco raro que se llevaran tan bien, pero sólo asumí que era normal, una buena relación de yerno y suegra.

Relaciones fueron las que tuvieron.

Sonrío con  desgana ante lo irónico del pensamiento.

Lo que más me destroza es que lo haya hecho precisamente con mi mamá. Que lo hubiera hecho con otra, una desconocida creo que hubiera estado más pasable, no digo que no duela, pero fuera más llevadero. ¿Saben de lo que hablo?

Y vamos, sé que mamá no es ninguna santa, prácticamente  estuvo engañando a mi papá durante años, y cuando esté se enteró, todo fué un caos.

Discusiones.

gritos a media noche.

Papá pidiendo el divorcio.

Yo escondida en el clóset de mi habitación, abrazándome las rodillas con la cabeza sobre ellas, llorando a mares y rogando para que papá no se fuera y nos dejara.

Pero se fué, y no volvió.

Pero volviendo al tema, pensé que aunque sea tenía un poco de respeto hacía mí, su hija, confiaba en ella. Ni siquiera me pasaba por la cabeza la idea de ella traicionandome y destruyendome de esa manera tal vil y asquerosa. Me destroza el corazón.

Al cabo de un rato decido que es hora de darme una ducha. Camino hasta la habitación y me despojo de mi ropa lentamente, cojo una toalla y me encamino a la puerta morada del fondo que da con el baño, me paro frente al espejo y hago una mueca de asco ante mi aspecto.

La chica de cabellera negra con las puntas pintadas de morado me devuelve la mirada. Ojos grises con motitas verdes, apagados, y debajo unas enormes ojeras, sin contar que estoy más pálida que la leche, si es que eso es posible.

Aprieto los labios y niego con la cabeza. Pongo el agua de la ducha un tanto tibia y me meto debajo del chorro de agua haciendo un sonidito de satisfacción. Me enjabono lentamente viendo a un punto fijo y maldigo cuándo me llega un recuerdo.

Te amo tanto Laurel, lo que siento por tí va más allá de amor, no sé que haría sin tí—. Confiesa Aiden dándome un pequeño beso en la cien.

yo siento que me va a dar un paro cardíaco.

Yo te amo más, tonto.

Siento como me comienza a doler el pecho y me niego a llorar otra vez. Me apresuro y salgo de la ducha. Después de secarme y ponerme la ropa interior me visto con unos vaqueros un poco holgados, una camiseta verde oscuro y mis converse negras con blanco, me peino un poco el pelo y me lo cojo en una coleta. Decido ir a la cafetería  de mi tío Andrés sólo para distraerme un poco. Suerte que queda a tan solo unas cuadras. Cuándo entro suena la típica campanilla.

voy directamente a la mesa del fondo procurando no toparme con mi tío, no quiero dar explicaciones ahora. me siento y veo como se acerca un compañero a atender, cuándo se da cuenta que soy yo, me sonríe.

—Hey Lau, ¿Que haces por aquí?

hago un enorme esfuerzo para no voltear los ojos.

—Vine a adoptar un perro, ¿De casualidad no tendrán un Golden retriever?—pregunto con una sonrisa cínica.

—Tu siempre con tu sarcasmo—se queja, con fingido pesar.

—Bueno Francesco, obviando el hecho de que trabajo aquí ¿Para qué la gente va a una cafetería?

—Ya amargada, dime qué quieres para dejarte tranquila en tu mundo gris—responde con un brillo divertido en sus ojos azules.

La verdad Francesco es un tío muy guapo, 1.87 de altura bien proporcionados, cabello castaño claro tirando a rubio y un rostro celestial. cuándo pasa al lado de mujeres estas suspiran perdidas y hasta sueltan pequeños gemidos. No miento, una vez escuché a una señora hacer algo cómo "mmmm" a lo que yo puse una mueca de asco.

Porque en serio era algo asqueroso.

Un día me confesó que le gustaba y lo rechacé amablemente con un:

Pues tú a mí no.

Y no es por ser una descorazonada, en realidad no me gustaba o eso creía. La sinceridad ante todo. Aunque suelo tomarle el pelo algunas veces con eso.

—Pues bien que te gusta estar cerca de mi mundo gris—respondo guiñándole un ojo, a lo que suelto una risita cuando veo que se sonroja ligeramente— Pero, puedes traerme un chocolate caliente, Francesco.

—Enseguida mi Lu.

Ahora es mi turno de sonrojarme. Francesco suelta una pequeña risita y me sonríe tiernamente.

Que chico más guay.

Maldigo dándome cuenta que no traje el celular aunque sea para distraerme un momento jugando candy cruhs. Pero para mí gran suerte él trae el pedido rápidamente.




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