Lucas se despierta con un estruendo en la cocina. Él se tira de la cama y sin siquiera ponerse un suéter va a la cocina a ver qué había pasado.
— ¿Qué pasó, Lisa? —Irrumpe en la cocina.
Lisa estaba con un pijama, ella lo mira y se sorprende al verso en esas fachas.
— ¡Wao, Lucas! Demasiado sexi para esta mañana —dice ella con los cachetes sonrojados mientras sostenía el salten.
—Y tu demasiado desordenada para trabajar en un lugar de comida —se pasea por la cocina y mira el desastre que le tocará limpiar.
—Sí, pero ya el desayuno está listo —contesta poniendo dos trozos de pan tostado en un plato.
—Se ve bien —contesta él sentándose en los bancos de la isla.
—Y saben bien —alardea ella poniendo un plato frente a él.
No puede ignorar que realmente se veían bien lo que ha hecho y que ese aroma del pan tostado era fantástico. Toma su tenedor y le da una mordida al tocino.
—Está realmente bueno, ¿Creí que no cocinabas? —Dice él dándole otra mordida.
—Sí sé cocinar solo que no es mi actividad favorita —dice ella sentándose junto a él con el plato trente a ella.
—Los haces fantástico —la mira por encima de su hombro.
—Lo mira a la vez—. Gracias —sonríe.
Al terminar Lucas se va a dar una ducha para luego llevar a Lisa al trabajo y así poder limpiar el desorden que dejó en la cocina.
Lisa por otro lado se va para su habitación a ponerse su uniforme porque ya era hora de irse. Ella sale de la habitación y escucha que la camioneta estaba encendida.
—Dejé la camioneta prendida —dice él entrando a la casa.
Lisa sale a esperar a Lucas. Ella ve a una chica correr con su perro, al lado ve a un señor mayor salir de la casa. Él la mira y ella le sonríe. Por otro lado, estaba su vecino del frente (Anderson) quien se había asomado por la ventana.
Ella mira como todos empiezan la mañana haciendo distintas actividades y por fin ve que las casas del alrededor si estaban habitadas porque no había visto, ni sabía cómo eran sus otros vecinos además de Anderson hasta ahora. Ya resultaba fantástico que un mes después de mudarse pudo verle la cara a alguno de sus vecinos. Cuando el vendedor de bienes y raíces dijo que era un vecindario tranquilo y que los vecinos eran personas muy hogareñas nunca pensó que serían así de extremo, pero estaba bien para ella porque así no se metían en la vida de nadie y dejaban que cada quien viviera su vida.
Lucas cierra la puerta.
— ¿Estamos listos? —Se sube a la camioneta.
—Sí —afirma ella subiéndose al vehículo.
Él arranca y como de costumbre deja a Lisa en el trabajo. De camino a casa lo único que podía pensar en cuando debía de volver a casa, era necesario hablar con Lisa para poder decirle lo que ocurre, ya ella sabía de la llegada del nuevo bebe, pero cómo le diría que tiene que volver a casa porque quiere pasar tiempo con su bebe y tratar de arreglar las cosas con Hanna. Esto era muy difícil para él sabiendo lo que sentía por Lisa.
Cuando está llegando a casa se da cuenta de que había un auto que lo estaba siguiendo, viendo bien por el retrovisor se da cuenta de que se trataba de él otra vez.
—Maldición, ¿Este hombre no se cansa? —Acelera él.
Anderson acelera a la vez. Lucas trataba de alejarse de él, mientras que el otro trataba de acercarse a él.
Al llegar a casa, Lucas se tira de la camioneta dejándola parqueada al frente de la casa y se dirige hasta la casa de Anderson donde este parqueó su auto.
Él toca la ventanilla sin dejar que este se desmontara siquiera. Anderson da un salto al verlo allí de repente. Él abre la puerta y Lucas se echa a un lado para que él salga.
— ¿Qué te pasa? —Lucas lo empuja.
— ¿A qué te refieres? —Pregunta él acercándose a Lucas.
—Escucha, me estas hartando, sigue persiguiéndome, sigue molestando a Lisa. No te acerques a ella, sino te pondré una orden de alejamiento.
—Él se ríe —está bien amigo, está bien.
—Lucas le da un puñetazo—. Aléjate —le advierte y se va.
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en el texto hay romance, en el texto hay crimenes, en el texto hay corazones rotos
Editado: 25.07.2018