Su nombre es Lisa West

Capítulo 44

Me despierto a la hora que siempre frecuento, el olor a café recién preparado entra por mi nariz desde el primer parpadeo. Supe que Jason se había despertado. Una brisa fría entra por mi ventana, yo me pongo de pie y camino hasta esta para cerrarla. Mis pantuflas estaban junto a mi cama; me las coloco y salgo al pasillo. Me entro al baño para lavar mis dientes. Me miro en el espejo y paso mis manos por la cara. Lavo mis dientes y mojo mi rostro.

Me dirijo a la cocina donde encuentro a Jason tomando una taza de café mientras miraba la televisión.

—Buen día —digo mientras me sirvo una taza.

—Buenos días —conteste él—. Te escuché hablando por la noche, ¿Quién era? ¿Una chica?

—No —camino hasta donde él —estaba hablando con mamá, tenía mucho que no lo hacía.

— ¿Qué dice ella? ¿Le contaste lo que pasó? —Me mira.

—No —me siento junto a él—. Solo le dije que le extrañaba y le dije que se viniera por unos días. Con suerte su jefe le dará las vacaciones que las tiene muy bien merecidas —tomo un sorbo de café.

— ¿Viste la casa de tu vecina?, hay policías allí —dice él mientras cambia los canales.

— ¿Dónde Lisa? —Coloco la tasa sobre la mesa.

—Sí, tiene un buen rato allí.

Me pongo de pie y camino hasta mi puerta, me asomo por el vitral y efectivamente allí estaban, eran varios, los podías ver entrar y salir de allí. Había una camioneta de los mismos individuos que se encontraban entrando y saliendo de la casa. A lo lejos veo una mujer de tez morena quien lucía un chaleco que decía en su espalda policía científica. También había más personas, ellos lucían guantes, mascarillas, redecillas para el cabello y un traje cuerpo completo de color blanco. También había algunos oficiales.

Salgo de la casa y pude notar que había más persona de lo regular afuera de sus casas. No solo observé el ambiente por unos segundos y me entré a la casa, sabía que estaban buscando allí alguna pista que llevara con la explicación de qué había pasado aquel día.

Me di un baño y junto con Jason fuimos a comprar algunas cosas a la tienda para comer, se me habían acabado algunas especies en la casa y por eso decidimos ir.

Me subo a mi auto junto con él y conduzco hasta la tienda que no estaba muy lejos de la casa, quizás uno o dos kilómetros, como mucho tres. Al llegar tomo una canasta y empiezo a entrar todos aquellos artículos que me hacían falta. En un momento dejé de ver a Jason y empiezo a buscar por el lugar. Reviso pasillo por pasillo y no lo veo. No me preocupo por él pues es un hombre adulto y sé que si va a salir de allí me va a avisar.

Continúo buscando lo que me hace falta, cuando llego al pasillo donde estaban las salsas veo a una mujer allí, tenía una salsa en sus manos de la cual estaba leyendo su etiqueta mientras tenía una canasta en su otra mano.

Yo la miro sin quitarle la vista de encima, pues tenía un parecido increíble a Lisa: su cabellera un poco más debajo de los hombros, su piel blanca, su físico su estatura. Todo era igual a Lisa. Me quedé esperando a que se girara, pues quería ver su rostro que era cubierto por cabello que caía formando una cortina en su costado.

La miré como tonto mientras el corazón me latía muy fuerte. Cuando ella va a colocar la salsa en el estante nuevamente. Su cabellera se hace hacia atrás y cuando veo su perfil dejo caer mi canasta al suelo. Ella se gira hacia a mí y me doy cuenta de que no, no era Lisa. Apurado tomo la canasta y me voy de allí lo más vertiginoso que pude. Llego a otro pasillo donde me incorporo en este. Dejo mi canasta en el suelo mientras aún estoy en shock.

≪Era Lisa, cuando estaba de lado ella era Lisa, yo la vi, la vi, aunque creo que me estoy volviendo loco≫, pienso mientras empiezo a acalorarme.

Mientras estoy allí tenso escucho a Jason quien se acerca. Asomo mi cabeza por el pasillo y lo veo acompañado de una chica.

— ¿A dónde fuiste? —Pregunto frunciendo el ceño.

Ellos hacen silencio, la chica lo mira extrañada.

—Amigo, solo ayudaba a la señorita a encontrar la sal, cálmate.

—Vámonos de aquí, tengo que volver a casa —añado desesperado.

—Sí, sí, está bien, ya nos vamos. Fue un placer, Tania —le da un beso en la mejilla.

—Vámonos —digo una vez más.

Caminamos a la caja donde prosigo a pagar mi compra. Me subo a mi auto y conduzco hasta la casa.




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