Comenzaron a andar por las calles de tierra de su humilde barrio. Luego de dos cuadras, "mágicamente", se encontraron con una gran avenida prolijamente asfaltada. Era el punto límite que separaba, imaginariamente (y no tanto), a los pobres de los ricos, a los "chorros" de los "chicos bien", como decía siempre Marcelo. Luego de atravesar "la frontera", como le decía la gente del barrio pobre a esa ancha avenida, se adentraron en el barrio rico. Estaban a dos cuadras de la elegante casa de Victoria. Cuando estaban solo a dos cuadras de llegar a su objetivo, Marcelo sacó de entre sus ropas un revólver y se lo dio a Abel. Este lo tomó, no sin temor, y comenzó a mirarlo, a analizarlo.
- ¿Y esto? - Le preguntó Abel a Marcelo -
- Eso...ya sabés que es, no te hagas el gil.
- SI, ya se lo que es. Pero...ni se cómo se usa esta mierda.
- No seas boludo. No la vamos a utilizar. Es solo para hacerlos cagar en las patas un poco. Estos chetitos en cuanto ven un arma te entregan hasta a la madre.
- Ok...
Continuaron caminando mientras se iban colocando las caretas. Al llegar a la casa se colocaron como mirando el frente de la misma, la observaban, la escrutaban. En ese momento Abel se puso a pensar que hacía ahí, como podía ser parte de ese atraco a la casa de VIctoria, justo a la casa de ella habiendo tantas. Pensaba eso más allá de su reciente rechazo que tanto lo había herido porque sabía que ella le había mentido.
Luego de mirar el frente de la casa Marcelo entró en acción. Se trepó por uno de los muros del frente e ingresó al jardín. Abel se quedó frente a la puerta mirando como ingresaba. En seguida se escucharon los gritos de Marcelo y algunos de la mujer desesperada y asustada. Escuchó golpes. No le gustó nada. Luego se abrió la puerta y ahí lo vio a Marcelo quien le apuntaba a la sien a la madre de VIctoria, la cual lloraba desconsoladamente pero en silencio.
- ¡Entra! ¡Rápido carajo! - Gritó Marcelo -
Abel asintió con la cabeza, entró a la casa y cerró la puerta con llave. Se acercó a Marcelo y le dijo que era un pelotudo por haberle pegado a la mujer.
- No le pegué - repetía Marcelo.
- Sí le pegaste. Escuché los golpes y los gritos desde afuera. Yo no vine a eso ¿OK? - le dijo Abel al oído, con cuidado para que la señora no lo escuche -
- Ok
- Ahora yo me quedo con la señora. Vos andá para arriba. No quiero que la hija me vea. Me puede reconocer.
Marcelo estuvo de acuerdo. Antes llenó una bolsa de dinero y joyas que le había recolectado apenas había ingresado a la casa y entonces ató a la señora a una silla del amplio comedor y le tapó la boca con un pañuelo atado fuertemente con un gran nudo en la nuca. Y al fin subió. Abel se quedó con la señora que seguía llorando desconsoladamente. Él no la apuntaba. Se acercó y le acarició la cabeza de una manera fraternal, la señora se sintió a gusto y se calmó. Lo miró a los ojos y le dijo <<Gracias>>. Abel se sentó frente a ella hasta que escuchó gritos, eran de Victoria. Subió raudamente las escaleras, cuando entró a la habitación lo encontró a Marcelo encima de ella intentado besarla en la boca y vio como ella se defendía como una leona. Abel tomó a Marcelo de uno de sus hombros, lo dio vuelta y lo golpeó en la cara. Marcelo cayó contra la mesita de luz, quedó medio inconsciente. Quedó con la careta torcida, se le veía media cara. Abel se la acomodó bien, a pesar de la bronca y de que se moría de celos. Y ese estado lo traicionó, no lo dejó pensar y habló...
- ¡Estás loco, la puta que te parió! Le pegaste a la señora y ahora esto. La próxima te cago a tiros ¿Ok? - gritó Abel -
Victoria reconoció la voz, lo miró a los ojos y pensó sin temor a equivocarse << Es Abel >>
Marcelo se despabiló. Se puso de pie y lo invitó a Abel a pelear. Abel le pidió que se retirara de la habitación. Marcelo se negó y le tiró un par de golpes, Abel los esquivó.
- Dale, andate - Le dijo Abel -
- Ok. Pero esperá un poco.
Marcelo se acercó a Victoria y comenzó a manosearla. Abel sacó el arma y le disparó sin miramientos en la cabeza. Marcelo cayó encima de VIctoria que empezó a gritar en un ataque de nervios mientras intentaba sacárselo de encima. Desde la calle comenzó a escucharse un rumor de sirenas. Era la policía.
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Editado: 28.05.2018