Abel y Victoria se amaron toda la noche. Sintieron lo que nunca habían sentido. Habían pasado un límite que ya era imposible de arrepentirse. Habían pasado un umbral del cual nunca se puede volver, el amor verdadero y eterno. Mirarse era para ellos suficiente como para sentir un placer indescriptible, era imposible poder verbalizar lo que les pasaba. Abel a veces lo intentaba pero se ahogaba en su intento. No existían las palabras, decía Victoria. Y tenía razón. Dicen que el sexo, entre enamorados, se inventó para poder demostrar el amor cuando las palabras no nos alcanzan, cuando las caricias no bastan. En una época en que el verbo amar se ha mancillado, se ha “superficializado”, encontrar un amor así no era empresa fácil. En una época en que la gente dice amar cualquier cosa (“amo la pizza”, “amo las milanesas”, “amo el verano”) ellos habían comprendido, al fin, el significado de la palabra amor. Y estaban tan en lo cierto que no podían describirla. Sabían que cuando hablaban de que lo que sentían era para siempre, la gente los miraba raro. Como eran tan jóvenes, y aún inmaduros, no entendían que pudieran hablar de “para siempre”. Ambos coincidían en algo: “lo sentimos en las vísceras”. Y no había vuelta atrás, ese sentimiento no lo iba a romper ni nada ni nadie. Eso lo sabían, pues solo lo saben aquellos a los que les ocurre un amor así. Victoria decía << El nuestro es un amor como los de antes>>, Abel le retrucaba << Este es un amor de ahora, en esta época tan difícil para sentir amor. Eso lo hace más fuerte, antes era más fácil>> Aunque no se ponían de acuerdo, casi nunca peleaban. Sus peleas eran cortas y tontas. Y siempre terminaban con una carcajada riéndose de sí mismos. Y esa noche que había sellado su amor una vez más, parecía que todo estaba encaminado para que su historia de amor continuará sin conflictos y sin problemas a la vista. Esa mañana, Victoria se levantó antes que Abel, que seguía durmiendo como un oso hibernando, fue a la panadería, compró unas facturas y le preparó el desayuno para llevárselo a la cama a Abel. Grande fue la sorpresa de él cuando abrió los ojos y vio esa bandeja con una taza de café con leche, jugó y las ya mencionadas facturas. No lo podía creer y pensó que la vida estaba siendo muy generosa con él y que se jugaría el pellejo entero por esa mujer que tenía a su lado.
Terminaron de desayunar, hicieron el amor nuevamente y se bañaron. Victoria se fue para su casa a estudiar. Abel se quedó en su casa ordenándola un poco. Se comunicó con Lili y le dijo que fuera a su casa. A la media hora llegó.
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Editado: 28.05.2018