Sueco

Capítulo 46

Abel siguió unos pasos y miró hacia arriba. Vio a Hortensia con los ojos abiertos de cara al sol, su boca abierta, su cuello morado por la cuerda, la fuerza de la gravedad y su peso. Lili estaba en sobre el césped arrodillada y ahogada en su propio llanto. El tiempo parecía pasar en cámara lenta. Victoria apareció en el jardín y observo toda la escena. Al ver a su madre colgada se puso blanca pero no se largó a llorar, había sido una imagen demasiado fuerte y chocante, y por eso quedó en shock casi sin reaccionar. Por un momento un silencio ensordecedor se adueñó de la escena. Abel fue a buscar una escalera al fondo de la casa para descolgar a Hortensia y culminar con la última actuación de su vida. Abel se subió a la escalera y colgó la cuerda que unía el cuello de Hortensia con la rama del árbol. Todo era dolor y tristeza, incluso para Abel. La tomo unos centímetros arriba de la cintura, la bajó suavemente la apoyó sobre el césped. Le sacó la cuerda del cuello y ahora la cara de Hortensia  se la veía más normal. Abel le tomó el pulso y confirmó la muerte de su suegra. Llamó a la ambulancia y a la policía. Pasada media hora la casa era un desfile de uniformados y gente de blanco. Lili y Victoria estaban en la sala casi sin hablar. El que llevaba la voz cantante con la policía y los médicos era Abel. Uno de los policías comenzó a interrogarlo como si él fuera el homicida.

 

  • Buen día, soy el agente Rondó, Luis Rondó. Me podría explicar cómo sucedieron los hechos. ¿Usted vive acá? ¿Qué relación tenía con la occisa?
  • Bueno…espere que acomode un poco mi cabeza. Me levanté por los gritos de mi novia y la chica que limpia la casa, me dijeron que no encontraban a la señora por ningún lado. En un momento escucho un grito de Lili y fue hacia el jardín. Y ahí la vi a la señora Hortensia colgada…
  • Aja…y usted la bajó…
  • Claro.
  • Debería haber esperado que venga la policía, usted destruyó la escena del crimen.
  • Yo la bajé porque la señora podría estar aún viva…
  • Debería haberle tomado el pulso y si no tenía dejarla colgada.
  • Es ridículo. En esos momentos los segundos son más que importantes y hay que actuar rápido.

 

Rondó se lo quedó mirando a Abel y se dio cuenta que tenía lógica lo que decía más allá del protocolo que había aprendido en la academia de policía.

 

  • Bueno, supongo que usted actuó así por la situación que lo superó. No me contestó si usted vive en la casa, no tiene pinta de vivir acá…
  • Vivo acá, y no sabía que uno tenía que tener una determinada pinta para vivir en una casa y un barrio como este.
  • Usted me entiende…
  • Claro que lo entiendo, si a mí me han discriminado toda la vida.
  • Bueno…por otro lado…usted quien viene siendo en la casa…
  • Soy el novio de Victoria, la hija de la señora Hortensia.
  • Aja…y usted como se llevaba con la señora.
  • No muy bien…
  • Bueno, puede ser uno de los sospechosos.
  • ¿Sospechoso de qué? Está claro que es un suicidio
  • Eso hay que investigarlo, no se apresure.
  • Me parece ridícula su sospecha…
  • No me diga que es ridículo o no de una investigación policial. No me venga con eso, hay que descartar todas las posibilidades.
  • Voy a hablar con las señoritas ahora.
  • Están muy shokeadas, no puede hablar en otro momento.
  • No, no hay tiempo que perder.

 

 

El agente se acercó a las mujeres. Las saludó con una leve sonrisa y se sentó enfrente de ellas.

 

  • Sé que esto es difícil para ustedes pero debo hacerle unas preguntas.
  • Si…igual la señorita está en estado de shock, no creo que les saque ninguna palabra. – le dijo Lili entre lágrimas –
  • Ok. Cuénteme lo que pasó.
  • Se lo mismo que dijo Abel. Nada más que eso. Nos levantamos y no la encontramos a la señora. Yo salí al jardín y ahí la vi.
  • Bien…y como estaba la señora últimamente.
  • Estaba con un tratamiento psiquiátrico. Tomaba pastillas contra la depresión.
  • Así que estaba deprimida y medicada.
  • Claro, eso le acabo de decir.
  • Bueno. Es difícil que una persona medicada pueda subir a un banquito, ponerse la cuerda y ahorcarse.
  • No sé. Pero eso es lo que pasó.
  • Y encima esta chico…Abel…destruyó la escena del crimen. Eso lo convierte en el sospechoso número uno, y si a eso le agregamos que es el único con la fuerza necesaria para subir en el cuerpo de la señora…ya casi el caso está cerrado…
  • ¿Qué está usted insinuando? Abel sería incapaz de hacer eso.
  • No importa lo que usted piense del chico, es todo muy claro.
  • A mí me parece que usted no sabe nada de lo que dice.
  • Tráteme con respeto, soy la autoridad. O también quiere que la metamos a usted en un calabozo un par de días para que se calme un poco.
  • A mí no me amenace. Usted no me puede llevar a ningún lado.



#49273 en Novela romántica
#7935 en Chick lit
#4182 en Detective
#1272 en Novela policíaca

En el texto hay: policial, romance accion y drama, romance

Editado: 28.05.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.