Sueños: antología onírica

Bucle onírico

Una tarde de primavera, una siesta era amena ante el ambiente fresco y el trinar de las aves, la brisa era suficiente para encaminarte al ensueño. Apenas entraste al templo de Morfeo cuando un sueño de poca importancia te invadió, de aquel sueño nada has de recordar de él, sin embargo, era el inicio de tu desesperación.

Despiertas. Un inquietante silencio fue lo suficiente para entender que algo estaba mal, tu cama yacía desarreglada. Aunque a veces tiendes a moverte mientras duermes, nada fuera de lo común. Pero el silencio era extraño, aun así era tan vivido. Una vez de pie, observaste la puerta abierta y al pasar por ella ...

Despiertas. Dos mujeres miraban absortas tu dormitar. No has de negar que aquellos penetrantes ojos azabaches fueron suficientes para comprender; esto es un sueño. ¿Por qué les agradeces?

Despiertas. Escuchaste de esa librería tan llena de volúmenes, tantos libros que ni puedes imaginar. Me encantaría leer uno si eso fuera posible. Pero lo has hecho tú, curiosa elección debido al título “Para no despertar de Miller” Cuéntame de que trata.

Despiertas. ¿Qué falta por ver? ¿Un documental? Por fin, cruzaste esa puerta de la recámara y en la sala, una televisión trasmiten un documental sobre dinosaurios. Necesitas experimentar aquel vasto paisaje prehistórico, en lugar de aves; pterodáctilos surcaban los cielos. Entiende que aún sueñas, tus entrañas volverán a sanar y ese dolor de una enorme ave sacando tus intestinos desaparecerá.

Despiertas. Sufres.

Espera ... 

De la cama a la televisión. Un programa de noticias da las notas de última hora sobre un asesino serial. Sufres. Un callejón no es el lugar adecuado para refugiarte, pero en este momento es mayor el temor de no poder despertar, en lugar del cautivador brillo del cuchillo que corre por tu espalda. De tu cuerpo brotan ríos de sangre.

Despiertas. Espera...

Aún no acaba, mira los ojos de quien arrebató tu vida, no, no es una bestia.

Despiertas. Lograste cruzar la sala, toma un respiro y moja tu cara con agua fría. Observas tu rostro en el espejo del tocador, comprendes que estás en un bucle y no sabes cuando vas a despertar.

¿Has sentido la desesperación de no poder despertar?

Sientes que tu corazón se detendrá en cualquier momento por exceso de bombear sangre, tu cuerpo, por más que quieras moverlo, no sucederá. Descuida. Puede que vayas a morir.  

Despiertas. ¿Cansado? Pero si estás durmiendo. Realizaste todo el camino de la cama hasta el tocador. ¿Quién ganó el partido de fútbol que se escuchaba al fondo? Realizaste todo el recorrido, ciego, en la oscuridad te has puesto a prueba. En tu existente desesperación, algún día despertarás. Mientras aprendes a caminar tentando las paredes, sobrellevas el miedo de no despertar.

Despiertas. Esa vez, recuerdas estar al filo de la cama. ¿Te rindes? Sin esperanza. Aceptaste el no poder salir de aquel bucle. Aún te costaba comprender que tú estabas muerto. Cerraste la puerta que en un principio estuvo abierta. Pues la ira es la primera etapa de aceptación y en tu caso, la de tu salvación.

Despiertas. La “realidad” puede llegar a ser confusa si se ha estado durmiendo por una hora y media. Aún te preocupas si sigues soñando. Puedes sentir dolor, pero eso no es indicador de que estés despierto. ¿Y si aún sigues perdido en el laberinto mental? Tu cuerpo reacciona. Taquicardia y temblores lo dominan. Esa noche dormiste hasta tarde con temor a volver a entrar en un desesperante bucle onírico.



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En el texto hay: fantasia, antologia, suenos

Editado: 13.12.2023

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