—¿Me estas siguiendo? —volteé a verlo molesta.
Tenía una caja en sus brazos, una etiqueta que decía "primer día". Sus ojos dieron con los míos, había algo dando vueltas por mi cabeza, era muy confuso, no podía formar una oración coherente.
Me mareé, oí un golpe seco y una mano que sostenía mi abrigo. Me senté en el suelo, abracé mis rodillas e hice lo que mejor se hacer.
Lloré.
Deje que mis lagrimas huyeran y se alejaran de mí, solo así podía deshacerme de mi angustia, era la única manera de mantener la cordura. El extraño se sentó a mi lado, sin decir una palabra, su compañía no era incomoda, me sentía cuidada.
El tiempo simplemente paso, una o dos horas quizás. Me sentí mejor, triste, pero mucho mejor. Levante la vista y el desconocido yacía aun a mi lado.
—Soy Rita.
—Ulises. —me sonrió. —veo que tuviste un día difícil. —asentí con una risa irónica. —¿Quieres pasar a tomar un café? Aunque ya debes estar harta.
Tiro su cabeza hacia atrás con una sonrisa avergonzada, desde allí me miro. Lo miré de reojo y asentí. Fue muy rápido al levantarse, estiro su mano y esbozo otra de sus sonrisas.
Decidí pararme por mi cuenta. Me abrió la puerta de su departamento y pase, había cajas por todos lados, los muebles ya estaban bastante acomodados. Vi unos cuantos cuadros ya colgados, hermosos.
—Siéntate donde gustes, ya preparo el café. —lo miré y asentí.
Mi atención se dirigió a un cuadro en particular. Una silueta femenina, de espaldas con una chaqueta larga y roja, podía ver el perfil de su cara, ojos rojos y un brazo extendido hacia un lado. Era una especie de bruja, supongo, tenia un destello rojo saliendo de su mano, me sonaba conocido, pero nunca fui fan del arte.
—¿Te gusta? —se detuvo a mi lado y extendió una taza de café hacia mí. Cruzamos miradas y sonreí un poco. —no eres de muchas palabras, ¿verdad? —me sentí un poco avergonzada.
—En realidad, hablo todo el tiempo, solo que no es mi mejor día. —asintió comprensivo. —¿Dónde la conseguiste?
—Quizá te lo cuente otro día, hoy solo quiero saber si puedo ayudarte en algo. —apunto con su cabeza al sofá y se dirigió hacia él.
Lo seguí y me senté a su lado, pero sin hacer contacto físico, ya demasiado me sentía mal por estar sola en el departamento de un vecino CON el vecino. Alan, estaría furioso si se enterase de algo así, mas de lo que ya está.
La culpa vino a mí, y esa sensación horrible, también. Sentí una necesidad imperiosa de salir corriendo.