"Margo...
Margo, despierta...
Margo, por favor..."
—¿Qué fue lo que pasó?
—Su alteza, fuimos atacados por el emperador Jano, alguien informó su coronación. Nos encontró vulnerables, ¿se encuentra bien? —Lía yacía a mi lado.
Me levanté tan rápido como fue posible, sentí que mis piernas no corrían lo suficientemente rápido. Lía venía tras de mí, intentaba seguirme el paso, gritaba mi nombre tan fuerte como podía, pero no había tiempo de tonterías. Debía contraatacar tan rápido que no fueran capaces de comprender lo que pasaba, de la misma manera que hicieron ellos.
Jano era un buen estudiante de magia, apenas unos años mayor que yo, un anciano conocedor de magia le enseñaba todas las tardes cuando era un niño. Luego aparecí yo, quién sabe de dónde, pero el maestro Ezra me adoptó y se enfocó en mí, ya que yo tenía poderes, posiblemente, de nacimiento. No tenía control alguno de lo que podía hacer y era muy peligrosa, hubo veces que directamente no podía tener a Jano en casa, porque estaba haciendo una rabieta y estaba incendiada en llamas.
Con el tiempo, el niño comenzó a sentir celos, ya no le prestaban la atención que tenía y eso no le gustaba, fue entonces cuando entró en el mundo de la magia oscura, empezó a invocar almas y las torturaba a su gusto. Todas las criaturas del bosque le temían.
Un día desperté y el anciano estaba muerto, Jano me estaba esperado afuera, estaba poseído por un demonio. Me asusté, hacía mucho que no sentía algo tan intenso, tenía mucho miedo y solo corrí, como cobarde, abandoné a la persona que me hizo su hija, que me enseñó todo lo que sé. Es algo que todavía no me perdono, luego permití que su invierno incesante acabara con la vida de mi nueva familia y esta vez voy a hacerle frente.
El caballo galopaba lo mas rápido que podía hacia el reino vecino, pero llego un punto donde me bajé y lo envié de vuelta a casa, el equino no tenía porqué morir en una lucha de humanos, o en este caso, de brujos. Una vez en puertas del reino Tallize, entré desapercibida con una capa harapienta y sucia, nadie sospechaba de mí, ya que el pueblo es muy pobre, Jano se queda con todo el dinero de las familias.
Estaba a pocos pasos del castillo, cuando alguien toca mi hombro y enseguida tira de mi brazo hacia un rincón oscuro. Con mis poderes listos para atacar, esta persona toma mi rostro en sus manos, algo sorprendida puedo ver mi escudo en su traje.
—¿Quién eres? —pregunté alejándome. No obtuve una respuesta, pero al prestar más atención, pude reconocerlo. —¿Ulises? ¿Qué haces aquí?
—Soy tu apoyo, vi que subías al caballo, no dude un segundo en ir detrás de ti. Si algo sale mal, —tomó mi mano. —estaré para ayudar, ¿si? Entiendo que esto es personal, no voy a meterme a menos que sea necesario. —me abrazó con fuerza. —sé que odias el contacto físico, —lo tomé por su ropa, enojada y luego lo solté con violencia. —Suerte, mi reina.
Una última mirada antes de salir del callejón hizo que me diera cuenta qué él estaría esperando que yo saliera del castillo, me sentí más segura que nunca.
Esta vez, Jano no iba a salirse con la suya.