Sueños de hechicera.

14

El techo voló inmediatamente, ambos sabíamos que él no era capaz de matarme. Jano se elevó tan alto como pudo, yo fui tras él esperando que no huyera como cobarde. Conjuró cada hechizo que conocía, y algunos de los cuales no tenía la suficiente práctica, salían mal y terminaba por enviarlos al azar, destruyendo su propio pueblo.

Una guerra de magia se desató en los cielos, no estaba en absoluto intentando matarlo, solo anulaba cada uno de los hechizos que me lanzaba. Aunque su poder era mínimo, yo no volví a practicar magia desde la muerte del sabio. No tenía presente muy bien los hechizos, aunque tengo muchos libros de magia que la reina me regalaba, no me sentía con la capacidad de volver a formular un hechizo, sin el anciano a mi lado, temía por mi poder.

No conozco mis límites, nadie los conoce, nadie sabe nada sobre mí, ni yo logro conocerme. No sé si quiero conocerme. Solo sé lo que Ezra decía una y otra vez.

"—No eres mala, tienes un corazón duro, eso es todo."

Con eso siempre me hacía sentir segura de mí misma, solía creer que me habían abandonado por ser una mala persona. Comencé a lagrimear al escuchar sus palabras en mi cabeza. Me detuve un segundo y en uno de los hechizos fallados, Jano destruyó una casa.

—¡Tu reino no tiene porqué sufrir las consecuencias de nuestros conflictos, Jano!

—Tienes razón... —comenzó a descender. —Terminemos por aniquilarlos para no tener que preocuparnos más. —y pronunció uno de los hechizos más fuertes en su diccionario. —Exterminarem.

Me abalancé sobre él tan rápido como me fue posible, intentando invalidar su hechizo.

Suprimaris.

Ambos caímos al suelo con mucha fuerza, no quería abrir mis ojos, nuevamente sentí mucho temor, pero no por mi vida. Temía por el pueblo, por un hechizo que yo no había lanzado, que intenté detener y que estaba en la incertidumbre de desconocer si había funcionado o no. Ulises también estaba allí, esperándome y aunque vino bajo su propia responsabilidad, me sentiría culpable de su muerte.

Jano, debajo de mí, se retorcía de dolor. Inspiré profundo, me levanté y abrí los ojos, no había llamas, no había caído un meteorito, las personas salían curiosas de sus casas, todo estaba en orden. Suspiré aliviada. Volteé hacia Jano, quien aún yacía en el suelo e intentaba sentarse, puse un pie sobre su pecho y mi daga en su garganta, mis ojos todavía llenos de lágrimas, se pusieron a la altura de los suyos.

—Podría matarte ahora mismo y adueñarme de tu pueblo, que el invierno eterno desaparezca de mi reino, tu muerte aliviaría tantas almas que yo sería nombrada como una de las mejores reinas de todos los tiempos. Pero algo dentro de mí me impide hacerlo, creo que sería muy aburrido no tenerte por aquí. Vendré a visitarte seguido, voy a derrotarte tantas veces como me plazca, —me alejé y comencé a caminar en sentido opuesto a él. —hasta que tus demonios se aburran de tu mediocridad... Y todos sabemos que los demonios se aburren rápido, no me extrañaría que en algún momento, —me detuve. —cuando menos te lo esperes, —lo miré sobre mi hombro. —te abandonen y me dejen matarte fácil. —comencé a caminar nuevamente.

—No te olvides, Margo, que yo no soy blando como tú. —me giré a verlo de frente, estaba de pie, sus ojos completamente negros. —Yo si quiero matarte. —y mencionó la única palabra que nadie quiere oír jamás de un hechicero. —Ruptugra.

Algo dentro de mí dolió demasiado, no soporté el dolor, gritaba intentando librar la tensión dentro de mí. Caí al suelo con todo el cuerpo adolorido, sin poder pronunciar otra cosa que no fueran alaridos.

Me sentí agonizante, cobarde.

Lo último que recuerdo fue ver a Jano. Roto. Como yo. Y lo único que agradezco fue oír a Ulises decir mi nombre.

 

 

"Margo...

Margo, despierta...

Margo, por favor..."

 



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En el texto hay: brujas magia, sueños reveladores

Editado: 24.08.2020

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